La Provincia - Diario de Las Palmas

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El código ictus

Quizá la enfermedad que más cambios ha sufrido en los últimos 50 años sea la cerebrovascular. Esta enfermedad comprende dos patologías. La principal es la isquémica, que resulta del cierre de una arteria por un trombo, como en el corazón. La otra es la hemorrágica, que puede ser dentro del cerebro o en el espacio subaracnoideo, donde se encuentra el líquido cefalorraquídeo. Porque el cerebro flota dentro del cráneo en una bolsa, las meninges, que contienen un líquido. Es un magnífico seguro contra los golpes. Cuando la sangre llena ese espacio, comprime el cerebro poniendo en riesgo la vida. Hay varias razones por las que las arterias rompen: una malformación, un aneurisma, que es una dilatación y, por tanto, una zona débil; la arteriosclerosis, que es la reacción de las arterias a la hipertensión, y el tiempo, arterias convertidas en duras y frágiles, o un traumatismo.

En el año 1981 morían, en tasas ajustadas por edad, 134 por cada 100.000 personas en España. En 2016 sólo 26 por cada 100.000. Estas cifras eran, sin ajustar, 130 y 58 por 100.000, respectivamente. Se ve que cuando se ajusta baja la tasa, más en 2016, es el efecto de la edad del envejecimiento de la población española. El número de casos es importante para planear servicios asistenciales, pero para conocer la evolución del riesgo, es decir, cómo está funcionando la prevención y el tratamiento, hay que eliminar la contribución de la edad. Así es como se puede ver ese descenso espectacular, sólo igualable al que ocurrió con las enfermedades infecciosas en las primeras décadas del siglo XX. Todo el mundo sabe lo que pasó: mejoraron las condiciones de vida y los virus y bacterias tuvieron menos oportunidades de crecer y multiplicarse. Tan importante como eso fue la capacidad de resistencia a los microbios gracias a una mejor alimentación y en general a un mejor estado de salud. Y, desde luego, vacunas y antimicrobianos, primero las sulfamidas, pronto los antibióticos. El caso es que ahora la mortalidad por enfermedades infecciosas es anecdótica cuando fue la primera y casi única en los comienzos del siglo XX.

Qué ha ocurrido con la enfermedad cerebrovascular. Creo que lo más importante ha sido el control de la tensión arterial, la principal causa de esta enfermedad, sea hemorrágica o aterotrombótica. Su influencia en el daño vascular cerebral es mucho más intensa que en las coronarias, por tanto, su control produce un beneficio más notable. Y naturalmente, el tabaco, que es uno de los mayores agresores de las arterias, dobla el riesgo de ictus. Sin embargo, el control del colesterol no es tan determinante porque su influencia, que existe, no es tan importante como en la enfermedad coronaria. Otro contribuyente ha sido la anticoagulación en las personas con arritmia. Cuando las aurículas del corazón en vez de contraerse permanecen en una constante vibración, se llama fibrilación auricular, no se vacía la sangre, no la envía al ventrículo desde donde se expulsará, en la sístole, hacia todo el cuerpo. Pues esa sangre empantanada en la aurícula puede coagular. Y esos coágulos si pasan al ventrículo viajan por las arterias y pueden alcanzar el cerebro, allí se enclavan y producen un infarto. El mismo resultado que cuando se desprende un trozo de ateroma de la carótida o de las arterias cerebrales o de las coronarias: la aterotrombosis. Desde que se anticoagula han casi desaparecido los ictus por arritmia. Casi un millón de personas están hoy anticoaguladas en España.

La relación de la enfermedad vascular y la dieta es de las más buscadas y de las menos encontradas. En un ensayo clínico español, muy reconocido, se demostró que los que habían sido asignados a dieta mediterránea tenían menos riesgo de ictus, pero no de infarto. Por tanto, quizá por diversas razones, entre otras, que la vasculatura cerebral es biológicamente diferente de la coronaria, la dieta en la que predomine frutas, verduras, aceite de oliva virgen, pescado, frutos secos, legumbres, cereales enteros y en la que la carne roja y procesada sea escasa protege de esta enfermedad.

Comenté que el número de casos es importante para planear servicios. Más hoy que nunca porque por fin hay un tratamiento para los casos de ictus: es la disolución y extracción del coágulo. Es un formidable avance que quizá haya tardado en establecerse. En caso de sospechar que una persona tiene un ictus: disminución de fuerza de un lado, problemas con el habla, con la vista? hay que llamar inmediatamente al 112. El tiempo es cerebro. Se activa así el código ictus. En el hospital asignado, tras una exploración, se hace un TAC. Si no se ve nada, muestra de que no hay hemorragia, y el médico diagnosticó un ictus se inyecta un fibinolítico para deshacer el coágulo. Y si otras exploraciones radiológicas lo certifican, un neurorradiólogo introduce un catéter hasta donde está el coágulo y lo extrae. Así se han reducido las secuelas en un 40% o 50% en los tratados. Es extraordinario, el mejor avance en esta enfermedad.

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