La forma en la que los científicos comunican los resultados de sus investigaciones al resto de la comunidad científica ha cambiado relativamente poco en los últimos tres siglos y medio. Las dos primeras revistas científicas se publicaron casi simultáneamente en 1665. Una de ellas, Philosophical Transactions of the Royal Society, lo ha venido haciendo de forma ininterrumpida desde entonces, algo muy excepcional en un contexto en el que numerosas revistas científicas no alcanzan la mayoría de edad.

El nuevo conocimiento científico se construye sobre el anterior, como si de ladrillos de construcción se tratara. Este hecho, pieza fundamental del procedimiento científico, ha permitido desplazar poco a poco la frontera del conocimiento. Isaac Newton (1643-1727) hacía mención a sus predecesores, aludiendo a los hombros de los gigantes, en una carta a Robert Hooke (1635-1703) con fecha 15 de febrero de 1676: "Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes".

El acceso al conocimiento es, por tanto, el recurso más importante con el que cuentan los investigadores, más incluso que los laboratorios y las grandes infraestructuras científicas.

El acceso abierto a las publicaciones científicas permite que la sociedad en general, y los científicos en particular, puedan consultar de forma totalmente gratuita el contenido de estas publicaciones. Sin embargo, que un contenido sea gratuito no implica necesariamente que sea descubierto por aquellos interesados en la materia. Es fundamental que además sea visible. Por poner un ejemplo, la gratuidad de un evento no asegura la afluencia de público. Tanto o más importante que el precio de la entrada es la calidad de lo que se ofrece y, sobre todo, la difusión que se haga del mismo.

En ciencia ocurre algo similar, la revista debe publicar conocimiento de calidad y visibilizarlo adecuadamente en el inmenso mar de documentos científicos que supone internet.

En la literatura científica suele asumirse que la visibilidad mejora cuando se emplea un modelo de comunicación abierto. Sin embargo, en los estudios que hemos llevado a cabo en los últimos años se pone en cuestión esta idea generalizada. El primero de ellos lleva por título Reconsidering the gold open access citation advantage postulate in a multidisciplinary context y el segundo Prevalence and citation advantage of gold open access. En estos trabajos se pone de manifiesto que existen otros factores que afectan a la visibilidad de los artículos científicos. Uno de los más importantes es el prestigio de la revista y la editorial que la distribuye. El prestigio de una revista viene caracterizado por el número de lectores y sobre todo por el número de veces que sus artículos publicados son citados por otros estudios posteriores. A este concepto se le denomina impacto o influencia en otras investigaciones.

Actualmente se está redefiniendo la forma en que la sociedad financia la comunicación de los resultados de las investigaciones que se llevan a cabo con fondos públicos. Tradicionalmente esta financiación se ha venido haciendo a través de suscripciones a paquetes de revistas de las editoriales. Sin embargo, este modelo se ha mostrado insostenible, con márgenes de beneficio para las editoriales muy superiores a los de otros sectores económicos e incrementos anuales que no están justificados por los costes. Este hecho ha motivado que algunos países europeos, a través de las agencias que financian la investigación pública, hayan tomado medidas al respecto. Estos países obligan a que todos los resultados derivados de investigaciones financiadas con dinero público deban ser necesariamente publicados en revistas totalmente de acceso abierto. Este acuerdo, denominado Plan S, cuenta con la reticencia de numerosos académicos dado que las revistas de acceso abierto de mayor prestigio suelen cobrar cantidades importantes en concepto de costes de publicación. Aunque estos costes pueden ser cargados a los proyectos de investigación, muchos científicos en Humanidades y Ciencias Sociales no cuentan con este tipo de proyectos.

Está por ver si la vida de las revistas científicas se prolongará en los próximos siglos. De lo que no cabe duda es que el nuevo conocimiento se seguirá construyendo a partir de los ladrillos del conocimiento anterior y que la forma de comunicarlo derivará hacia una mejora de la visibilidad y las garantías de calidad.

Pablo Dorta González. Profesor Titular de Universidad (ULPGC). Departamento de Métodos Cuantitativos en Economía y Gestión