Gran Canaria vivía ayer una entretenida jornada meteorológica que iniciaba a lo grande, con una de las mayores mangas marinas que se hayan visto en las islas en los últimos años, captada en la costa de Mogán y que rivalizaba en espectacularidad con la que el 29 de enero del pasado año se paseaba por la costa de La Palma. Era el preludio de una mañana que prometía inestabilidad atmosférica y lluvias. La incógnita era dónde.

Y es que, como ocurre desde que comenzara la primavera, las precipitaciones han ido incidiendo por comarcas concretas, cuando no municipios exactos, y lo ha hecho con cantidades significativas. Así, el 27 de marzo dejaba en la villa de Agüimes 54 litros por metro cuadrado; el día 28 le tocaba el turno a Teror, con 28,6 litros por metro cuadrado. La jornada del 29, la localidad agraciada era Güimar, en Tenerife, con 42,8 litros; el 30 repetía Agüimes, con unos más discretos 13,2 pero que a causa de lo empapado que quedaba el terreno desde el día 27, permitía la creación de escorrentías y el correr de los barrancos.

El día 31 de marzo, con el mes exhausto, se producía una tregua, con apenas 3,2 litros de Puntagorda, en La Palma, para de nuevo, el 1 de abril, recibir 24,6 litros en Santa Cruz de Tenerife.

Así llega el martes día 2, el más lluvioso de la serie, con 70,6 litros en Agulo, La Gomera; hasta dar ayer con una máxima recogida en Las Palmas de Gran Canaria, y que según los pluviómetros de la Aemet sitúan en 26,1 litros por metro cuadrado.

En total, sumadas las máximas puntuales recogidas en estos últimos ocho días por todo el archipiélago, según el tino de cada nube, Canarias ha recibido casi 260 litros por metro cuadrado lo que desmantela algo, de momento, el pronóstico de una primavera seca y cálida augurada por la Aemet, con una entrada que ha supuesto todo lo contrario y con un declarado contraste sobre el invierno anterior, uno de los más parcos en agua de la serie histórica. Si bien queda mucha estación por delante, y de la misma manera que el otoño 2018 supuso una fiesta que animaba a los agricultores a adelantar sus cultivos para luego encontrarse con los áridos tres siguientes meses, aún puede dar un vuelco la tendencia.

En cualquier caso, hasta ayer todas estas cantidades recogidas desde el 27 de marzo no habían reportado mayores incidencias, salvo en el caso de Güimar dado lo elevado de su volumen, pero las más modestas recibidas ayer en la capital grancanaria sí que desastraron a la ciudad durante al menos la primera mitad del día, demostrando de nuevo que a Las Palmas de Gran Canaria le puede el fenómeno.

Esto, en cifras, se traducía en seis inundaciones, veintiún desbordamientos de alcantarillas, dos árboles abatidos, desprendimientos de piedras en las carreteras y el colapso de los semáforos en Mesa y López, Escaleritas, León y Castillo..., a lo que había que incluir la interrupción del fluido eléctrico en la zona del barranco La Ballena. Culminaba este pequeño Armagedón el hospital Doctor Negrín con los generadores echando humo. Eran las doce del mediodía y a muy pocos metros de otro rebumbio, el del túnel Julio Luengo cerrado al tráfico por algo más que un charco en su interior.

En el resto de la isla también tenían que tirar de paciencia los miles de conductores que bajaban de las medianías, tanto las del norte como las del centro, a las cotas más bajas.

La lluvia que había comenzado a caer con cierta intensidad en lugares como Arucas desde horas de la madrugada ralentizaba la circulación.Y a medida que transcurría la mañana con la borrasca caminando despacio de oeste a este, tras la parada en la capital para descargar el grueso, se diluía hacia el sureste, haciendo correr algunos cauces, como el barranco de El Polvo o el de Balos, en Santa Lucía, para dejar otra vez al sur fuera de toda contingencia, al igual que ocurría con los vasos que dan entrada a los grandes embalses, sin apenas una gota nueva que almacenar.