Las vacunas son productos biológicos creados de forma artificial para exponer a un sujeto a un antígeno concreto y generar así una respuesta inmune efectiva y segura estable en el tiempo. A su alrededor se han creado multitud de mitos, destacando el riesgo de autismo con su administración. Un bulo no sólo falso sino especialmente peligroso, tanto para la persona no vacunada como para la comunidad en general.

Cuando se inocula una vacuna se genera un mecanismo que ante una sucesiva exposición bloquea y controla de forma rápida y específica al microorganismo o a las toxinas producidas por el mismo impidiendo que genere enfermedad. Es la respuesta primaria.

Cuando un determinado número de individuos adquieren inmunidad suficiente como para conceder protección al resto de individuos de una población, hay inmunidad de grupo o colectiva que disminuye la colonización y la transmisibilidad del microorganismo en cuestión. Aquí es donde las vacunas juegan su papel más importante. "Al vacunar a diferentes individuos contra una enfermedad concreta, bloqueamos la transmisión en la medida que el número de vacunados crece y a partir de un umbral determinado, se produce el control de la enfermedad. Si la población dejase de vacunarse, la pérdida progresiva de inmunidad de los más mayores provocaría que los nuevos miembros jóvenes no vacunados volvieran a convertirse en nichos susceptibles a la enfermedad, pudiendo reaparecer e incluso provocar epidemias graves, como por ejemplo lo ocurrido con el sarampión", explica la doctora Nieves Jiménez, especialista en Medicina Interna de Hospital Perpetuo Socorro.

Actualmente, las vacunas pasan controles de seguridad muy estrictos con estudio de las reacciones adversas durante sus fases de desarrollo y con programas de seguimiento después de su comercialización. A pesar de todo, aún hay dudas y errores en la práctica diaria.

Múltiples estudios e incluso la Organización Mundial de la Salud han rechazado que el tiomersal (etilmercurio) contenido en las vacunas puede producir autismo, reafirmando que son seguras. La primera alerta partió de la FDA, siglas de la Agencia de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, que advirtió sobre el uso de metilmercurio (no de etilmercurio, que es menos tóxico) y que llevó a la retirada del tiomersal sin que se hubiese aportado ninguna evidencia científica de su riesgo basándose en el principio de precaución que debe regir la práctica médica.

La implicación del mercurio en el autismo nació de un artículo de Redwood y Bernad en el que se especulaba sobre la similitud de los síntomas del autismo y del envenenamiento por mercurio. Desde entonces han surgido estudios con resultados muy heterogéneos que no muestran relación entre este agente y trastornos del neurodesarrollo. En 2007, el editorial del New England Journal of Medicine decía así: "La idea de que el timerosal causó el autismo ha dado lugar al desarrollo de una industria casera de charlatanes que ofrecen falsas esperanzas, en parte en forma de agentes quelantes de mercurio (sustancias que tratan el envenenamiento tóxico por metales pesados). En agosto de 2005, un niño autista de 5 años falleció de una arritmia causada por la inyección del agente quelante EDTA. A pesar de que la noción de que el timerosal causa el autismo ya ha sido descartada por bastantes excelentes estudios epidemiológicos, alrededor de 10.000 niños autistas en Estados Unidos reciben quelantes de mercurio cada año".

Además del autismo, existe el falso mito de que los adyuvantes incluidos en las vacunas producen enfermedades. La realidad es que cuando se crea un nuevo producto, su seguridad se comprueba antes y tras su comercialización. Tanto los adyuvantes comercializados en anteriores preparaciones como los nuevos han demostrado la ausencia de relación con enfermedades o efectos adversos graves. Sí es cierto con respecto al aluminio que, sólo en algunas circunstancias, se ha asociado la vacunación con una miofascitis macrofágica local (demostrada por biopsia), pero sin ninguna manifestación sistémica. Hay que tener en cuenta que en la naturaleza está incluido de manera más abundante que en las propias vacunas.

Tampoco es cierto que el sistema inmune se sature si se expone a tantas vacunas ya que de forma natural los niños están expuestos a más antígenos que mediante la administración de este método preventivo. Cuando se comercializa una vacuna que incluye varios antígenos se ha comprobado previamente que la respuesta inmune sea eficaz para cada uno de ellos y la ausencia de interferencia con otras vacunas del calendario.

También es habitual la duda de que "si cierta enfermedad no existe en mi país, ¿para qué necesito vacunarme?". La realidad es que sigue siendo necesario ya que ninguna enfermedad inmunoprevenible, salvo la viruela, está erradicada y en una sociedad interconectada existen múltiples ocasiones en las que puede haber exposición a la enfermedad.