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Entrevista | Ángeles Durán

"Es imposible asalariar a las amas de casa"

"Cada vez  hay más mujeres forzadas a cuidar gratis de sus enfermos", señala la primera mujer en obtener el Premio Nacional de Sociología

Ángeles Durán. LUIS MEDINA

A Ángeles Durán (Madrid, 1942), flamante Premio Nacional de Sociología y candidata al Princesa de Asturias, aún se le quiebra la voz cuando recuerda a su marido fallecido hace tres años, un hombre que no le ayudaba mucho en casa pero con el que crió a cuatro hijos y le permitió dedicarse en cuerpo y alma a sus investigaciones pioneras sobre el trabajo en el hogar, esa sí, una ocupación femenina casi exclusiva. Decidida a desvelar la cara oculta de esas estresantes y agotadoras labores, ni pagadas ni reconocidas, Durán, catedrática jubilada de Sociología e investigadora emérita del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, considera que depender de la inmigración latinoamericana para las tareas domésticas es insostenible.

Es usted la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Sociología. ¿Qué ha tenido que ver ese reconocimiento con sus investigaciones sobre el trabajo en el hogar?

Es el premio a toda una carrera pero es cierto que desde 1975, cuando nadie lo hacía, me he dedicado a investigar no solo sobre el trabajo en el hogar sino también sobre el uso del tiempo.

¿Cómo se le ocurrió entregarse a la investigación de esos temas que parecía que no importaban a nadie?

Mi tesis doctoral de 1973 fue sobre el trabajo de las mujeres no remunerado y vi que eso era también trabajo. Todo se precipitó cuando nació mi tercer hijo. El mismo día que volvíamos a casa del hospital tuvo una colitis muy fuerte. Yo era profesora de Económicas y recién parida me vi poniendo lavadoras por la ropa sucia acumulada y porque el crío lo manchó todo.

Y ahí comenzó su trabajo de campo.

Sí porque no había nada y decidí apuntar en un diario todo lo que tienen que hacer las mujeres forzosamente para conseguir el bienestar familiar: cocinar, planchar, la compra...Y escribí De puertas adentro. Años más tarde caí enferma y me di cuenta de la cruda realidad que sufren los enfermos y sus cuidadores.

El trabajo en casa era hasta no hace mucho casi exclusivo de las mujeres, ¿verdad?

Y en gran parte sigue siéndolo.

¿Ha logrado que sus hijos varones colaboren en las tareas del hogar?

He hecho lo que he podido con un éxito moderado.

¿Y su esposo la ayudaba en casa?

Muy poco pero siempre me animó a que siguiese con mis investigaciones y me dejó gastar lo que necesitaba para realizar mi trabajo.

¿Hay también hombres investigando el trabajo de la mujer en el hogar?

Muy pocos. Ellos se enfocan más en el estudio de la nueva masculinidad, de cómo los valores del hombre tienen que evolucionar en la sociedad porque el patrón de antes está obsoleto. También hay grupos de hombres por la igualdad pero son una minoría.

¿Tiene cuantificado el valor de la dedicación, generalmente femenina, a la casa?

Se ha avanzado en la medición de la cantidad de tiempo sin remuneración que se realiza pero no nos ponemos de acuerdo en su valor. Yo creo que lo más sensato sería darle el valor medio de la hora trabajada en el mercado laboral. No hay que olvidar que ese trabajo se hace también los festivos y por la noche.

¿Cuántas horas se dedican a ese trabajo?

Según el INE, el tiempo que se dedica al trabajo no remunerado en los hogares es un 30 por ciento superior al remunerado.

¿Debería tener un salario el ama de casa?

No. Es imposible técnicamente. ¿De dónde sacaríamos esos recursos? Y además se plantearía el dilema de quién o quiénes son los beneficiarios de este trabajo: los hijos, el marido, los enfermos... Más que asalariar ese trabajo habría que subvencionarlo en casos extremos.

¿Cómo van asimilando las nuevas familias la condición de amo de casa del varón cuando es la mujer la que trabaja y el hombre el que atiende el hogar?

Ese caso es poco frecuente y suele ser coyuntural. En lo que se debería avanzar es en los casos en los que los maridos se jubilan a los 62 años y se pasan otros 20 sin hacer nada mientras sus mujeres siguen trabajando todo el día en casa.

¿Comienza a tener reconocimiento social el cuidado de la casa?

No y por eso los hombres no se pelean por dedicarse al hogar y las mujeres luchan por incorporarse al mercado laboral. En España recurrimos a la inmigración latinoamericana para esas labores y eso es insostenible.

¿Por qué?

Porque los salarios son bajos y eso genera guetos que después desembocan en conflictos sociales. Es injusto para estos inmigrantes que al principio aceptan trabajar por muy poco dinero pero que suelen salir de las casas a los cinco años para buscar otro empleo.

¿En qué consiste la riqueza invisible de los cuidados, título de su último libro?

Es un modo de oponerme a la tesis de Adam Smith en La riqueza de las naciones. Desde 1995, Naciones Unidas pide una innovación en los análisis macroeconómicos porque la mayor parte del trabajo que se realiza en el mundo es invisible porque no pasa por el mercado y se encuentra dentro de los hogares.

¿Cómo va la conciliación de la vida laboral con las tareas domésticas?

Es muy difícil porque el tiempo es un bien escaso y susceptible de usos alternativos. Las mujeres sufren más estrés y daños psíquicos por falta de tiempo. Si simultanean actividades acaban agotadas y si cesan una de ellas pierden, entre otras cosas, ingresos.

Nuestros índices de natalidad son muy bajos.

Sí y eso nos ha llevado a una mayor riqueza material al tener que repartir entre menos pero a medio plazo será un problema importante.

¿Se sacrifica la mujer a no tener hijos para mejorar su competitividad con el hombre?

A veces es un sacrificio y otras, no pero cada vez más mujeres de más de 40 años son madres, ayudadas por técnicas de reproducción y por eso vemos tantas sillitas de bebés dobles por las calles.

¿Estamos avanzando seriamente hacia la igualdad de derechos y obligaciones entre los dos sexos al abordar los problemas de la casa?

No. Hemos avanzado en el plano legal, en el educativo y en el político. En el económico, no porque soportamos la carga muy fuerte del trabajo no remunerado.

Tenemos pocos niños, pero se nos multiplican los mayores, ¿quiénes los van a cuidar?

De momento se cuidan las parejas entre sí. Después la carga recae en las hijas y más tarde en la inmigración latinoamericana. Lo último son los servicios públicos.

¿Cómo es esa clase social que usted llama cuidatoriado?

La longevidad determina que una parte importante de la población esté fuera del mercado laboral con pensiones bajas y necesitada de cuidados. Surge así un colectivo forzado a cuidar de esas personas porque no hay otra alternativa y suelen ser mujeres de edad media o avanzada. Están también los inmigrantes asalariados.

¿Está funcionando el sistema de voluntariado para asistir a los ancianos?

En España está muy por debajo de su potencial porque nuestros sentimientos de solidaridad se siguen expresando dentro de la familia y no con los extraños.

¿Cómo ve usted este problema en un futuro no muy lejano?

Me preocupa mucho. Es terrible saber que se ha muerto tu vecino porque notas un olor desagradable en el portal pero es aún más inquietante que con el uso de la tecnología avanzada nos mantengan vivos en condiciones pésimas reducidos a simples marionetas.

¿Está usted a favor de regular la eutanasia?

Hace 25 años tuve un cáncer y di por inevitable mi muerte en aquel momento. Desde entonces creo que morir es un derecho más que un destino y no querría morir mal si no con dignidad y con la libertad de decidir si quiero o no hacerlo.

Usted está jubilada pero sigue trabajando. ¿Cómo se arregla?

Mal pero me gusta tanto mi trabajo que el que no me paguen es el menor de los problemas. Llevo seis años resistiendo estoicamente porque mi pensión es la mitad de lo que ganaba. Cuanto más trabajo más gastos tengo.

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