No es la primera vez que se estudia cómo afecta la calima a la salud. Y es que la entrada del polvo en suspensión a las Islas ha provocado en distintas ocasiones el colapso de los servicios de urgencia de los centros hospitalarios y de Atención Primaria.

No en vano, cada vez que hay alerta por la llegada de calima en el Archipiélago, la Consejería de Sanidad procede a recordar que el polvo en suspensión contribuye a resecar las vías respiratorias, y en muchas ocasiones se puede provocar un agravamiento de afecciones o síntomas relacionados con enfermedades respiratorias, tales como el asma, personas con enfermedad obstructiva crónica (EPOC) que hacen que aumenten las visitas a los servicios de urgencias y los ingresos hospitalarios en algunos casos.

Se conoce que la exposición a este contaminante puede producir molestias torácicas, tos, palpitaciones, fatiga o incremento a la susceptibilidad a infecciones respiratorias, en los cinco días posteriores a su inhalación. Sin embargo, el Instituto de Salud Carlos III, insiste en que aún es necesario investigar más acerca de este fenómeno.

La relevancia social que tiene la calima ya hizo en el año 2017 que un grupo de investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) junto a la Universidad de Londres (Gran Bretaña) y el Instituto de Investigación del Desierto DRI (Estados Unidos), intentaran establecer el impacto que este fenómeno meteorológico tenía en los pacientes adultos y ancianos del norte de Gran Canaria.

No tuvieron tanta suerte en ese momento pues no lograron establecer una correlación directa entre ambas situaciones. No obstante, sí que llegaron a la conclusión de que las condiciones ambientales, como la mayor humedad o la reducción de la temperatura invernal, afectó significativamente a los grupos de enfermedades respiratorias de la población Gran Canaria.