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"Es paradójico que no abunden las historias africanas, pero interesen mucho a la gente"

El periodista Alfonso Armada presenta 'Cuadernos africanos' este jueves en Casa África

El periodista Alfonso Armada, en una cabina telefónica de Sudán. GERVASO SÁNCHEZ.

¿Por qué la reedición de Cuadernos africanos

El libro estaba agotado y había gente que preguntaba, así que planteé a la editorial y estuvieron de acuerdo. Además de una fotografía mía en la portada de un niño en Togo, un país que no sale en el libro porque viajé después de su publicación, también hay un prólogo nuevo que explica el motivo de la reedición, el pretexto es que se cumplen 20 años del genocidio de Ruanda, ahí empieza el libro, es una especie de revisión de lo que ocurrió y también del papel que representa y de los desafíos que plantea África en esta época. A fin de cuentas, sigue estando ahí, forma parte de nuestro entorno pero es un continente muy mal conocido en España porque se generaliza y se convierte en un estereotipo. África son muchas áfricas, muchos países con historias, contextos y problemas distintos. Es un continente modélico en muchos aspectos porque hay países como Botsuana, Namibia o Cabo Verde, incluso Sudáfrica o Ghana, que funcionan como unas democracias a escala europea en transparencia o libertad de prensa, es verdad, también plantean problemas muy duros, pero conviene dejar de generalizar para mirar de otra manera.

¿Y qué fue de Ruanda?

El país no tiene nada que ver, es un muy interesante en el contexto africano. Se ha desarrollado muchísimo, supongo que también ha jugado un papel la mala conciencia internacional por su falta de reacción, a pesar de los informes, Naciones Unidas y todo el mundo se desentendió por completo ante un genocidio que parecía inconcebible después de lo ocurrido en Europa durante la Segunda Guerra Mundial y, además, tan virulento, con 800.000 personas asesinadas en 100 días, en su mayor parte a machetazos. La escala tan tremenda marcó la conciencia del mundo y ha servido a Ruanda para recibir mucha ayuda internacional, aunque también para que se instalara un régimen autoritario amparándose en el genocidio. Ha conseguido una gran desarrollo y seguridad, hay más mujeres en su parlamento que en ningún otro del mundo y ha prohibido las bolsas de plástico, pero la mera mención del origen étnico se pena por ley para tratar de evitar la vuelta a los males del país, el presidente ha cambiado la constitución y se ha convertido en uno vitalicio, tampoco hay libertad de prensa, una dictadura digna de muchas críticas. La economía funciona y dicen que un hombre de hierro es la solución para algunos países, pero no me parece la mejor fórmula.

Todavía las tragedias copan las noticias sobre África.

La imagen de los lectores, salvo los especializados, es desenfocada. Se quejaban Ryszard Kapuscinski o Bru Rovira, por ejemplo, que únicamente hablábamos de África cuando confirmamos el prejuicio de un continente donde parece que solo saben matarse. Sin embargo, hay tanto movimientos sociales como empresas jóvenes muy interesantes que están desbordando las fronteras africanas. La actividad económica está cambiando gracias al móvil, muchos pagos y transacciones se realizan con el teléfono. Hay lugares como las capitales de Botsuana o Kenia o Nigeria con una actividad industrial y, sobre todo, tecnológica impresionante. Un movimiento popular de Sudán consiguió la caída del dirigente perseguido por el Tribunal Penal Internacional, pero la vieja guardia militar parece que se niega a volver al camino de la democracia y está imponiendo otra vez su autoridad a sangre y fuego, muy triste que tenga tan pálido reflejo en la prensa internacional. Otra cosa interesante en el continente es la potencia de la literatura y el cine, que también difunde Casa África, con autores que merecen ser leídos como el angoleño José Eduardo Agualusa, el nigeriano Ben Okri o la ecuatoguineana Melibea Obono, ayudan a entender mucho mejor lo que ocurre en África.

Un continente tan cercano pero tan desconocido en España, ¿por qué?

Es una buena pregunta para la que no tengo una respuesta válida. Hace unos días presentamos en Madrid un informe sobre la libertad de prensa en el Sáhara Occidental, el único gran territorio pendiente de descolonizar por razones geopolíticas, el referéndum sigue sin celebrarse por la presión de Marruecos con la complicidad de España y Francia y los territorios ocupados se las ven y se las desean para contar lo que está ocurriendo con iniciativas como Equipe Media, un grupo de jóvenes periodistas que recibió el premio Julio Anguita y que pagan un coste personal muy duro por la represión brutal de las autoridades. Igual ocurre en Guinea Ecuatorial, otro país con el que España también tiene una implicación histórica indudable pero tampoco aparece de forma constante en la prensa estatal. La política y la prensa española se han desentendido de la cuestión saharaui, aunque hay más interés socialmente. Es bastante paradójico, no abundan las historias sobre África sin imagen negativa, pero la gente lee con mucho interés porque se salen un poco del carril. La prensa española, quizá me meto en otro territorio, se ha vuelto demasiado previsible y politizada, la agenda diaria nos tiene abducidos a todos. La gente está cansada de los debates reiterativos, por ejemplo, del tema catalán, fundamental y muy importante, pero el mundo es más amplio e interesante y la prensa debería realizar un esfuerzo, también es verdad que casi todos los medios no atraviesan una situación muy boyante, se han reducido los salarios de los periodistas y la cobertura internacional, hay menos corresponsales y enviados especiales, apenas se contratan nuevos. Con un mundo tan interrelacionado, informamos de forma menos profunda y comprensible de lo que ocurre fuera, pero que también afecta dentro, tanto a España como a Europa.

A costa, además, de la precariedad de freelance extranjeros o el riesgo de periodistas locales.

Incluso los conflictos de Libia o Siria se han cubierto pòr periodistas freelance, que van por su cuenta y se la juegan por muy poco dinero. Desde Reporteros Sin Fronteras aportamos un chaleco antibalas y un seguro porque viajan en situación muy precaria, muchas veces sin garantias de publicar. Los periodistas locales son los que mantienen viva la llama del periodismo, afrontan condiciones de vida muy precarias y la presión de grupos políticos, religiosos o sindicales. Es muy difícil porque carecen del amparo de un gran medio. Las autoridades de muchos países africanos, el caso de Uganda es paradigmático, establecen unas condiciones economicas brutales, incluso para abrir una web, con lo que limitan la libertad de prensa. Y si después criticas a los dirigentes, te sancionan con medidas cautelares judiciales, te encarcelan directamente o te parten las piernas, por lo que la labor de los periodistas locales es admirable. En otros lugares, como en México, te matan, directamente, como en méxico. Tenemos que apoyar más el esfuerzo de webs y radios africanas, a fin de cuentas, realizan un papel fundamental, contar lo que está pasando. De la República Centroafricana, Sudán o Argelia llegan tantas oleadas de inmigrantes por una situación inviable, mucha gente se busca la vida.

Y muere en nuestras costas, un drama humanitario y un naufragio institucional de la Unión Europea.

Sin duda. A veces nos olvidamos que Europa es un gran milagro en la historia del mundo. El historiador Ian Kershaw decía hace poco, también Felipe Fernández-Armesto, que lo conseguido por Europa después de la Segunda Guerra Mundial es un auténtico acontecimiento, que países que se han estado matando de forma exhaustiva durante siglos hayan creado una comunidad, con todos sus fallos y errores, debería ser un modelo, sigue siendo un faro para tanta gente, un espacio de defensa de la democracia, con garantías jurídicas y políticas, con protección de los derechos individuales. Tenemos que intentar preservarlo y exportarlo a otros lugares, darnos cuenta de que si no afrontamos la cuestión de la inmigración, estamos renegando de los principios constituyentes de la Unión Europea, por egoísmo y por falta de visión. Aparte de que tenemos en España un problema demográfico indudable, todo el mundo es consciente, mientras que hay una explosión poblacional en África, o atendemos a la realidad o nos enfrentaremos a la utilización del fenómeno de forma muy aviesa por partidos políticos que gustan de soluciones populistas y no van a la raíz de los problemas, bastante más complejos, con un discurso completamente irracional y arcaico, tratando de fabricar miedo, una estrategia político eficaz a corto plazo, pero que mina la confianza de los propios ciudadanos en el sistema. Una parte mínima de la ciudadanos europeos son inmigrantes, por lo que esa especie de fantasma del pasado o chivo expiatorio esgrimido por dirigentes como el primer ministro húngaro o el presidente polaco de la amenaza de la inmigración no se corresponden con la realidad. Un ejercicio interesante es ponerse en el lugar del otro, ¿qué harías si vivieras con sus circunstancias en Senegal, Costa de Marfil o República Centroafricana? Trataría de cambiar la situación sobre el terreno y si no hay opción, buscaría donde haya posibilidades de salir adelante. Hay que contar de dónde, quiénes y por qué vienen, que normalmente es la gente más preparada y con más coraje, muchas economías africanas se mantienen gracias a las remesas enviadas desde países europeos.

¿Y qué papel juega un territorio fronterizo como Canarias?

Un papel fundamental, precisamente, contar lo que pasa. Sigo confiando en la capacidad del periodismo y de la palabra para hacernos menos irracionales, para tratar de ponernos en el lugar del otro, con conocimiento y educación lograremos ciudadanos más compasivos y conscientes. Canarias y Andalucía, que están en primera línea, tienen un observatorio privilegiado pero también tienen que afrontar problemas que el resto de España y de Europa deben compartir. Por eso me entristece tanto todo el debate identitario que han puesto en marcha los independentistas catalanes, demuestra una obscenidad y un narcisismo que no se corresponde con el mundo contemporáneo, hemos dilapidado cantidades ingentes de energía mental, política y dinero a un debate completamente arcaico y decimonónico cuando el mundo es bastante más complejo. Hay desafíos gigantescos, China lo está aprovechando, y estamos con debates completamente absurdos, que llevan a la división y al odio, fomentando problemas donde no los hay. Debería haber más solidaridad en España, entender que unidos se puede conseguir más, que tienes que cooperar y no abrir nuevas fronteras. Canarias tiene un papel fundamental y el resto de España tiene que ser más consciente y comprender mejor.

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