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Asuntos Sociales

Monreal: "En 2030 es posible que nueve de cada diez pobres sean africanos"

Casa África acogió ayer un encuentro de expertos que advierten sobre una posible "reproducción de la pobreza" en el continente que contradiga la tendencia global

En primer término, el profesor Carlos Oya y, al fondo, el experto en Cooperación Borja Monreal. QUIQUE CURBELO

Una conceptualización unidimensional, individualista y ahistórica de la pobreza condiciona sus sistemas de medición y, por ende, las posibles estrategias de reducción o, en última instancia, de erradicación de lo que, tal como apuntan los expertos, no constituye un problema privado o doméstico, sino social y colectivo. En el caso del continente africano, la urgencia de redefinir y atender a los múltiples perfiles y tipologías de la pobreza para desplegar los mecanismos efectivos que se ajusten a sus distintas realidades se debe a que, si bien la pobreza ha descendido de forma notable a nivel global, con especial incidencia en Asia o América Latina, "África es el único continente donde no se produce esa tendencia mundial de reducción de la pobreza, que sigue siendo negativa", toda vez que "siete de cada 10 personas en situación de pobreza extrema son africanos".

Así lo destacó ayer Borja Monreal, experto en Cooperación al Desarrollo y consultor con amplia experiencia en varios países africanos; en diálogo con Carlos Oya, profesor en el Departamento de Development Studies, de SOAS (School of Oriental and African Studies) de la Universidad de Londres y especializado en estudios del desarrollo, durante un encuentro en Casa África titulado El fin de la pobreza en África e inscrito en el programa Foros Agenda 2030 de la citada institución.

A este respecto, "el fin de la pobreza" constituye el primer punto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en una nómina de 17 epígrafes impulsada por Naciones Unidas para su cumplimiento en el horizonte del año 2030. Pero a tenor de este objetivo primero, Monreal introdujo en este horizonte el fenómeno de la "reproducción de la pobreza", que se debe a que "los más pobres son los que más hijos tienen, de modo que, al no existir los mecanismos de protección social para que esas personas suban en el ascensor social, es posible que en 2030 nos encontremos con que 9 de cada 10 pobres estén en el continente".

Por tanto, el escenario que dibuja el fin de la pobreza en África ya contradice, desde el punto de partida, la tendencia planetaria general, si bien, tal como advirtió Monreal, "África se divide en muchas Áfricas", con fotografías muy diferentes relativas a países que registran un índice del 70% de pobreza, como Somalia, Chad o República Centroafricana, así como "las grandes bolsas de pobreza en ´África", como Nigeria, República Democrática del Congo o Etiopía; y países referentes en "sacar a gente anualmente de la pobreza", como Ghana, Zambia o Angola. Además, el experto subrayó las diferencias entre núcleos rurales y urbanos; sexos y edades, etcétera.

Por su parte, Oya apuntó que la complejidad de la pobreza en África sólo puede "desgranarse en desafíos y preguntas para entender si esta es o no una utopía realizable". En primer lugar, ambos expertos instan a ampliar "el concepto de la pobreza como realidad multidimensional, que entraña: escasez, acceso a oportunidades, falta de voz o de influencia, precariedad entendida como incertidumbre; y vulnerabilidad al shock o desastre", expuso Oya. En esta línea, Monreal destacó la "criminalización" del pobre, de manera que "lo señalamos sistemáticamente con el dedo y llamamos caridad del Estado a lo que es justicia social". Así, "los círculos viciosos se generan siempre en la pobreza y en la riqueza, que se parecen en que se heredan igual, con la diferencia de que la pobreza no tiene impuestos ni cargas".

Y retomando el punto de partida, Oya destaca que "una mala medición de la pobreza genera consecuencias importantes a la hora de pensar en soluciones". A este respecto, ambos cuestionan las encuestas y herramientas de recogida de datos para la medición de la pobreza, que, sujetas a infinitos condicionantes políticos, se circunscriben al sesgo del consumo unifamiliar, desplazando otros criterios, toda vez que constituyen "una forma eficaz de reducir el ingreso per cápita".

Con todo, Oya destaca que "no se puede ofrecer un horizonte temporal de corto o medio plazo, que es el que maneja la mayoría de las agencias internacionales", pues "la erradicación de la pobreza es un proceso extremadamente largo que conlleva muchas, muchas décadas". En este sentido, el experto apela a la necesidad de revisar "el bagaje histórico de las experiencias de reducción de la pobreza, en países como Corea o China, y aplicar esas lecciones de la historia a nuestro contexto actual. Y estableciendo esa conexion quizás obtengamos algunas pistas", que, a su juicio, pasan por "procesos de cambios estructurales", que fomenten el empleo y los mecanismos de protección social.

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