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Vámonos de viaje

San Fermín cultural, más allá de la fiesta

Es cita obligada de muchos fiesteros, aunque la oferta cultural es extensa en los días de máximo apogeo de la capital navarra

Las celebraciones de Pamplona van más allá del jolgorio. Miriam Cos

Es una de las fiestas más esperadas del verano a nivel nacional. Los Sanfermines, en Pamplona, se ha convertido en destino de muchos, incluidos cientos de ellos llegados desde el extranjero. La fiesta es su principal reclamo. Miles de personas de buen rollo en torno a algo que, básicamente, nace de un fenómeno cultural.

EL SANTO

San Fermín era hijo del jefe romano de Pamplona en el siglo III. Un cura francés que estaba de visita, San Saturnino, lo convirtió al cristianismo, así que se fue a Toulouse para ser obispo y volvió para liberar al pueblo de sus supersticiones. Acabó su vida torturado y degollado. Su cuerpo reposa en Amiens, aunque hay varias reliquias de su cuerpo.

Porque son tres las celebraciones independientes que conforman el origen de los Sanfermines: los actos religiosos en honor a San Fermín desde antes del siglo XII; las ferias comerciales y las corridas de toros, documentadas ambas desde el siglo XIV. Y eso que estas últimas ya no gozan de tanta pasión y afición como en sus comienzos debido al fenómeno animalista. Aun así, son los toros en torno a lo que gira la celebración, que hoy mismo dará el pistoletazo de salida, a las 12.00 horas, con el mítico, multitudinario y emocionante chupinazo.

Y aunque muchos asocien los Sanfermines con la fiesta loca, los extranjeros pasados de alcohol y las lluvias de vino, lo cierto es que esconden más de un resquicio cultural y para todos los públicos. Y si no que se lo pregunten a los foráneos.

Una banda frente al mítico Ayuntamiento. / M.C.

El popular Caravinagre, protagonista de algunos de los carteles de otras ediciones./ M.C.

Uno de los gigantes de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos./ M.C.

Globos de fiesa en la plaza del Ayutamiento./ M.C

Deporte rural en la plaza de los Fueros./ M.C

Llegada de corredores a la plaza tras el encierro./ M.C

Curisosos observan el tradicional encierrillo./ M.C

Panorámica de la zona donde se instalan las barracas./ M.C

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Un santo sin iglesia

Por todos es sabido que el santo que da nombre a la fiesta es el más venerado. Cada mañana, antes del encierro, se coloca en su peana de la cuesta de Santo Domingo, desde donde parten los toros hacia la plaza, y se le canta el famoso Riau-riau. Aunque lo cierto es que San Fermín no se encuentra en sus ratos de asueto en su propio templo, sino que cuenta con una capilla dentro de la iglesia de San Lorenzo. Desde el siglo XIV, existía ya una dedicada a San Fermín que era gótica y de reducidas dimensiones. En el siglo XVII, el Ayuntamiento y muchos ciudadanos de Pamplona y de otras partes de Navarra y América se involucraron en costear económicamente la construcción de un templo nuevo (el que ahora conocemos).

La procesión en honor al santo es el único acto religioso en torno a las festividades. Más allá de las creencias de cada uno, el acto comienza a las 10 de la mañana del 7 de julio. Dicen que del recorrido lo más curioso es 'el momentico', cuando la corporación municipal engalanada acude al atrio de la catedral para recoger al cabildo.

Dejar un rato el vinito navarro y los pinchos de chistorra para acudir a pedir algún que otro favor al santo es una tradición muy típica de los vecinos de la ciudad. Durante las fiestas acuden a él a pedirle favores o protección en el encierro tanto devotos fieles como otros que no creen en nada.

El alma, las peñas

Las organizaciones por excelencia dentro de los Sanfermines son las peñas. Son el alma de la fiesta y es que, la música callejera depende de ellas. Además, al finalizar la corrida de toros a las 20.00 horas -no es necesario haberla presenciado- saltan al ruedo, se organizan y salen por la puerta grande para hacer un recorrido desde la plaza hasta sus locales -la mayoría en la calle Jarauta- en el que se unen millones de personas en pro de la música y donde la diversión está asegurada gracias a sus bailes y sus canciones. Acabar dentro de un parking público bailando 'Paquito el Chocolatero' es una posibilidad.

Las diecisiete peñas de Pamplona son tradicionales, aunque recientes (la más antigua, La Única, data de 1903). Están constituidas en una federación y son muestra de la tradición de las fiestas más internacionales de España.

El encierrillo

Es uno de los rituales más tradicionales para los navarros y bastante desconocido para la gente de fuera. El encierrillo esconde una especie de magia o misticismo que a todo el que acude a verlo no deja indiferente. En concreto, es el traslado de víspera -en torno a las diez de la noche-, de los seis toros de la corrida, desde los corrales del gas hasta los de Santo Domingo, de donde empezará el encierro al día siguiente. Dicen que hace falta un pase para verlo, pero basta con ir con tiempo a la zona de debajo de la muralla y coger sitio entre la multitud.

El encierrillo se realiza al anochecer./ Victoriano Izquierdo

Así pues, tiene unos 440 metros de recorrido. Minutos antes de empezar, un grupo de policías municipales despejan el recorrido y el mayoral distribuye a los pastores. Un toque de cornetín anuncia que el corral de llegada (Santo Domingo) está libre. Un guardia en el puente de la Rochapea, al oírlo, da un segundo toque: la subida a los corrales está también despejada. Entonces sale la manada con los pastores detrás. Todo esto se contempla en silencio para no distraer a los toros e incluso está prohibido el uso del flash.

GIGANTES Y CABEZUDOS

Los gigantes son ocho personajes enormes (cuatro parejas de rey y reina), de cuatro metros de alto, que representan las cuatro partes del mundo: Europa, Africa, Asia y América. Llevan también una corte de cinco cabezudos: el alcalde, el concejal, la abuela y la pareja de japoneses; y, además, seis kilikis: Barbas, Patata, Verrugón, Coletas, Caravinagre y Napoleón, que son una especie de compañía antidisturbios para niños y se dedican a aporrearlos con unos vergajos de pega.

La comparsa sale diariamente a hacer un recorrido y además participa en todos los actos importantes de la fiesta: la procesión, el chupinazo y la despedida, que tiene lugar el último día de las fiestas, el 14 de julio, en la Plaza del Ayuntamiento.

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Costa Amalfitana

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