La Provincia - Diario de Las Palmas

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Partículas microscópicas

Los seres vivos producimos desechos que arrojamos a la naturaleza -al aire, al agua, a la tierra- desechos que aprovechan otros seres vivos en una formidable cadena trófica. Los que somos capaces de quemar la glucosa, las grasas, las proteínas o el alcohol, producto de esa combustión arrojamos a la atmósfera CO2. Como las proteínas además de carbono, hidrógeno y oxigeno, tienen nitrógeno, tenemos que deshacernos de ese elemento, para ello producimos urea en el hígado y las expulsamos por los riñones. Y como no todos los componentes de los alimentos se absorben, el intestino hace un trabajo importante de fabricar heces ayudado por las bacterias que allí viven.

Ese nitrógeno de la urea es un buen fertilizante, lo mismo que las heces descompuestas, de ello se aprovechan en las primeras fases multitud de microorganismos. Y el CO2 es un alimento para las plantas. Todo funciona, menos cuando hay excesos. Esos excesos los estamos viviendo y padeciendo. España se ha convertido es un enorme criadero de cerdos. Producen desechos que en cantidades moderadas puede ser beneficiosos.

Pero esas granjas de engorde llenan sus fosos de purines y no saben qué hacer con ellas: cuando pueden los derraman en los prados donde se filtran a los acuíferos devastándolos. O los arrojan en cuevas, como hizo durante años un quesero de Llanes, inutilizando para muchísimos años un acuífero. El agua es un bien necesario que cada vez será más precioso.

Es la industrialización del campo que trajo como beneficio la posibilidad de alimentar a una población inmensa, como es la humana. Pero a un coste que no sé si las generaciones futuras tendrán que pagar. Al metabolismo de los animales industriales se añade el modo de producción que precisa pesticidas y plaguicidas y fertilizantes químicos. Además, por basarse en el monocultivo, atenta contra el equilibrio ecológico, o crea un nuevo equilibrio en el que muchas especies beneficiosas sufren, con ellas, nuestra salud como especie.

Los subproductos de la industrialización del campo son solo una parte de los desechos que los seres humanos arrojamos al aire, a la tierra, al agua. La otra industrialización es la que está verdaderamente trasformando nuestro medio. Esas máquinas necesitan energía y como nosotros, la obtienen de la combustión. Y como nosotros, arrojan al medio los desechos: CO, NOx, SOx, ozono, partículas son los 5 grandes contaminantes.

Actualmente también se mide el benceno en algunas estaciones. Es un hidrocarburo que se forma en grandes cantidades al fabricar, por ejemplo, carbón de coke, una de las industrias químicas florecientes en Asturias. Durante años contaminaron a sabiendas y con el consentimiento de las autoridades. Hasta que por fin la presión de los ecologistas logró que se midiera.

La sorpresa, aparente, fue mayúscula porque los niveles en el aire de Trubia eran escandalosos. Con una prudencia que solo se explica por la necesidad de proteger la industria, se les conminó a instalar medidas correctoras, lo que hicieron a lo largo de estos años. Ahora están en límites saludables.

Las partículas respirables es un asunto preocupante. La mayoría son inertes: provocan irritación, dificultan el intercambio de gases, ponen en peligro las células. En definitiva, enfermedad respiratoria tipo bronquitis. Algunas, pocas, como el polvo de sílice, reaccionan peculiarmente con el organismo y producen las neumoconiosis. Son respirables las partículas menores de 10 micras.

Mayores que esas, si están suspendidas en el aire, quedan atrapadas en las vías altas y no causan tanto mal. Ahora se miden también las menores de 2,5 micras porque se ha visto que estas son las más peligrosas. Y no solo para los pulmones, también para el corazón y el cerebro. Quizá la alta tasa de enfermedad cardiovascular en Asturias, inexplicable por el consumo de tabaco, la hipertensión, el colesterol, la obesidad o el sedentarismo, se deba a la contaminación por PM 2,5.

La potencia maléfica de estas partículas se ha puesto de manifiesto en un nuevo estudio en el que se demuestra que por cada cinco microgramos por metro cúbico de PM2.5 se elevan el número de diagnósticos de enfermedad pulmonar obstructiva crónica en un 52% . Un aumento de 15 microgramos daña tanto los pulmones como fumar ese día 20 cigarrillos. El límite que recomienda la OMS es 12 microgramos.

En Asturias el día 15 de agosto solo una estación, en Oviedo, lo superaba. Pero unos días antes del mismo mes de agosto, había 3 estaciones en Oviedo por encima de 20; en Gijón una que casi llegaba a 40 y en las cuencas dos por encima de 20. Naturalmente, como el tabaco, lo que importa es la exposición media y el tiempo.

Aunque exposiciones altas agudas precipitan o agudizan enfermedades respiratorias. La buena noticia es que el informe sobre calidad del aire emitido por la Consejería de Sanidad nos dice que ha mejorado en los últimos años. Esperemos que además de la crisis, el Gobierno imponga medidas para seguir en este buen camino.

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