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La violencia de género influye en la conducta cerebral de los menores

Los psicólogos ponen en valor las dificultades que manifiestan los niños para crear relaciones de confianza y regular sus emociones

La especialista Cristina Cortés, ayer, en el Colegio Oficial de Psicología de Las Palmas, durante su intervención. LP

"La violencia de género produce un efecto neurofisiológico en la arquitectura cerebral de los niños que la presencian, que hace que las áreas no se organicen del mismo modo que si vivieran en un entorno de seguridad". Así lo puso de manifiesto ayer la psicóloga Cristina Cortés, especialista en trauma infantil y apego. Unas palabras que pronunció durante su intervención en la jornada denominada Infancia y violencia de género, que acoge desde ayer y hasta hoy el Colegio Oficial de Psicología de Las Palmas. Siguiendo esta línea, la profesional explicó además que el hecho de vivir de forma directa o indirecta este tipo de agresiones implicará que los menores presenten grandes dificultades para regular sus emociones y establecer relaciones de confianza con otros sujetos. "Hemos observado una mayor activación del hemisferio derecho y todo lo opuesto en los lóbulos frontales. Además, también se reduce la comunicación entre los dos hemisferios del cerebro", alertó la experta.

Intervención

Se trata de una realidad que, sin duda, precisa intervención psicológica. No obstante, para que la labor profesional tenga éxito, es fundamental crear un ambiente seguro. "Si en el hogar esto no se respira, será necesario trasladar al niño a un entorno propicio, aunque esto implique sacarlo del núcleo familiar", señaló. Una vez se conquista este logro, el trabajo se centrará en conseguir que el menor establezca "relaciones sanas", en las que esté presente la "disponibilidad emocional" que no se pudo manifestar con anterioridad.

Asimismo, en base al testimonio de la psicóloga, los menores que tienen un padre que ejerce la violencia de género establecerán una relación "compleja" con este. "En la primera infancia, el individuo no es capaz de identificar las distintas caras de su padre. Es entonces cuando se desarrolla un mecanismo de defensa para minimizar sus conductas violentas, idealizarlo e intentar quedarse con la imagen del buen cuidador", manifestó Cortés. Sin embargo, este comportamiento derivará en conductas "contradictorias" en las que el miedo juega un papel muy destacado. "Por un lado, se activará el sistema de apego, que hará que quiera vincularse con el progenitor. Por otro, entrará en juego la defensa, que es fruto del temor, tras haber visto lo que su padre es capaz de hacer", apreció la especialista.

Estas vivencias se hacen visibles también al analizar el juego de los pequeños, pues desvela detalles nada desdeñables para los expertos. "Apreciamos un juego más caótico, en el que predominan las agresiones y la necesidad de destruir. Hay que saber que todo lo que tienen interiorizado los afectados lo exteriorizan de alguna forma y en el sistema familiar eso no puede ocurrir antes de cumplir los tres años", detalló la psicóloga.

Posteriormente, el menor aprenderá a desarrollar mecanismos de control que proyectará en sus dos figuras paternas, con el fin de evitar, de alguna forma, que las situaciones que le causan temor no se produzcan. "El niño se hace cuidador para que no se active la ira de su padre o la depresión de la madre. Pero también puede ocurrir todo lo contrario y que intente en todo momento avergonzar a los progenitores con conductas más disruptivas", garantizó.

Además, Cristina Cortés hizo hincapié en la etapa perinatal, al decir que la meta principal que tienen los bebés consiste en que sus cuidadores "satisfagan todas sus necesidades". Solo de esa forma, "podrá percibir seguridad, se generará una relación de apego sana y, con el paso del tiempo, aprenderá a distinguir qué personas son seguras y cuáles no". Y agregó que, "cuando el sistema nervioso detecta la inseguridad, va a generar mecanismos de alerta constantes y, por tanto, no se desarrollará de una forma saludable".

Por último, recalcó que todos los menores que son víctimas de este tipo de actos deben recibir atención psicológica temprana para conseguir un desarrollo satisfactorio. "Unos requerirán mayor o menor intervención, pero todos la necesitan para poder crear un prisma del mundo seguro y aprender a confiar en otros", sentenció.

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