La de Pedro fue una de las pedidas de matrimonio más surrealistas y precipitadas que se conocen: en mitad de un ictus. Elena, agarrándole de la mano con el tremendo susto en el cuerpo, no pudo decir otra cosa que sí. A punto de fallecer y tras 40 años de noviazgo les entraron las prisas por dejar bien atada la relación entre ambos. Era casi imposible con tanto papeleo matrimonial, pero se toparon con el capellán del Hospital de Guadarrama, en Madrid.

No puso ningún reparo, les ayudó con todos los trámites y ofició la ceremonia en la capilla, algo inusual. No faltaron familiares, amigos o compañeros de trabajo. Los tres hijos fueron los padrinos, que además ayudaron a su padre postrado en una silla de ruedas. Al álbum de boda le faltan las fotos de una luna de miel pospuesta. “¿Nueva York, París o Egipto? Sin prisas”, asegura él. Ahora sí, matrimonio.

La fuerza de Pedro y el cariño de Elena son ejemplos del amor en lo bueno y en lo malo.