Los restos del dictador Franco están "momificados" en el Valle de los Caídos, aunque previsiblemente "deshidratados al haber transcurrido 44 años de su enterramiento". Quien lo dice sabe muy bien a qué se refiere: es el último integrante de una saga de embalsamadores que tiene mucho que ver con los Franco. Además, vive en Tenerife. Se trata de Modesto Martínez-Piñeiro, nieto de uno de los forenses que preparó el cadáver del dictador e hijo de quien hizo lo propio con la esposa del caudillo, Carmen Polo. Modesto Martíñez-Piñeiro Muñoz nació en Madrid hace 63 años. Sacó las oposiciones de forense a comienzos de los 80 y, recién casado, se trasladó a la Isla con su mujer, donde sigue viviendo.

Su abuelo y su padre fueron profesionales de la misma rama de la Medicina y, además, se llamaban igual que él. El primero dio notoriedad al nombre, al ser el máximo responsable del grupo que realizó las tareas de conservación del cadáver de Franco, cuyo féretro será exhumado en los próximos días del Valle de los Caídos.

Modesto Martíñez-Piñeiro indica que, en principio, las condiciones de mantenimiento han sido óptimas por el frío que suele hacer en el paraje donde ha estado enterrado el militar que dirigió el devenir de España en la dictadura que se prolongó desde 1939 a 1975. Y advierte de que un factor fundamental es que el féretro no se haya visto afectado por filtraciones de agua. Este especialista aclara que, desde el 20 de noviembre de 1975, en esencia, las técnicas utilizadas para la conservación de cadáveres "siguen siendo las mismas". Y otro tanto ocurre con los productos empleados.

Respecto a su relación y las capacidades de su abuelo, Modesto Martínez-Piñeiro Vargas, recuerda que fue su preparador para sacar la oposición de médico forense cuando tenía ya 83 años. También fue su profesor particular de la asignatura de Anatomía cuando tenía 17 años, ya que a finales de los años 70 él ejercía como director del Instituto Anatómico Forense de Madrid, un cargo que, posteriormente, también ocupó su padre.

La responsabilidad

En aquel momento, Martínez-Piñeiro Vargas era un especialista en la conservación de cuerpos y por ese motivo fue llamado para hacerlo con el del dictador. Trabajó con otros tres doctores: Bonifacio Piga Sánchez-Morate, Antonio Piga Rivero (hijo del anterior) y Antonio Haro Espín. El nieto tinerfeño de Martínez-Piñeiro Vargas señala que la tarea de embalsamar a Francisco Franco en aquella época "indudablemente sí entrañaba mucha responsabilidad, porque era una figura histórica que iba a ser velada durante varios días y tenía que estar en perfecto estado". El médico forense matiza que, desde el punto de vista técnico, se trataba de un cuerpo más, ya que el proceso biológico de "la muerte no distingue ni a poderosos ni a humildes, ni a ricos ni a pobres".

Entre 1983 y 1996, el tercer Modesto Martínez-Piñeiro trabajó para la administración pública, concretamente como médico forense del Ministerio de Justicia. Reconoce que, después de obtener su plaza, a comienzos de la década los ochenta, "nos engañaban" con el argumento de que en Canarias íbamos a cobrar el 50 por ciento más de ingresos. Sin embargo, lo que no especificaban era que el salario aludido correspondía al año 1956 y que se concretaba en poco más de 2.000 pesetas de la época. Pero lo cierto es que lleva 36 años "viviendo estupendamente" en la Isla, donde nacieron sus tres hijas. Con ellas se interrumpe la tradición familiar, ya que ninguna de ellas es médico ni se dedica a conservar cuerpos. Una es ingeniera, otra, economista, y la tercera acaba de terminar las carreras de Filosofía y de Derecho en una universidad de Madrid. Hace más de dos décadas, Martínez-Piñeiro pidió la excedencia como funcionario y decidió desarrollar su trabajo en el ámbito privada como autónomo. Frente a lo que ha sido su trayectoria profesional, recuerda que su abuelo y su padre desempeñaron múltiples facetas de la Medicina, "cuando antes se permitía".

El jefe del equipo que se ocupó de la conservación de los restos del dictador era urólogo, pero también médico de prisiones y sacó otras doce oposiciones más de la época. Respecto a su progenitor, fallecido en 2017, aclara que trabajó como cirujano digestivo, aunque también se le conoció como cirujano toráxico, anestesista, cirujano general o de prisiones, entre otras cosas.

Sobre si ha habido evolución en la actividad del embalsamador en las últimas cuatro décadas, este profesional aclara que "sigue siendo, en esencia, lo mismo". Relata que se trata de una labor "casi artesanal". En su caso, por ejemplo, para inyectar los líquidos adecuados en los cadáveres utiliza una máquina de sulfatar. El motivo es que este artilugio es más fácil de transportar y más económico que otros instrumentos. Recuerda que existen bombas eléctricas, pero que se trata de equipamientos fijos que únicamente se hallan en determinados centros funerarios y que son mucho más caros. Sobre los productos que se inyectan en los cuerpos, comenta que, con el paso del tiempo, tampoco han variado mucho. Los principales son formol, agua destilada o normal, y alcohol. Aclara que, en su procedimiento de trabajo, también aplica "unos artículos americanos, que son de lo mejor del mercado," con las mezclas ya hechas.

Los traslados

En el Archipiélago, las tareas de embalsamar cadáveres se desarrollan para favorecer su traslado a otra Isla a la Península u otros destinos, debido a la gran cantidad de personas que eligen Canarias como destino turístico o para residir durante largas temporadas.

Su ámbito profesional sí ha cambiando en los últimos tiempos. Hace pocos años hubo una modificación en la legislación. Si antes era obligatorio que un médico desarrollara todo el proceso de conservación de los cuerpos o, al menos, la revisión del mismo por un médico de Sanidad, en estos momentos ya no es necesaria tal participación. Indica que ahora cualquier persona que realice un curso puede afrontar dicho trabajo, por lo que cada uno puede aplicar sus propios criterios, según el forense madrileño. "En mi opinión, la calidad del servicio ha bajado", apunta Martínez-Piñeiro Muñoz.