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Vámonos de viaje

Cantabria, infinita y cargada de historia

El puente de noviembre es una buena excusa para visitar una comunidad plagada de pueblos con encanto y playas infinitas

Panorámica de la bahía de Santander. SHUTTERSTOCK

Cantabria es una comunidad por descubrir. Más allá de ser infinita, eslógan que Miguel Ángel Revilla puso de moda en torno a la provincia, sus pueblos, villas y valles están cargados de historia así como de infinitos arenales que no se pueden dejar de ver. Y elaborar un listado de lugares que visitar en Cantabria también puede convertirse en una tarea infinita. Arte prehistórico, buena comida, tradición y leyendas se unen en un pequeño y verde, muy verde, lugar, que a nadie dejará indiferente. Apunta.

Piscinas naturales

Son muchos los arenales a destacar en el comunidad de Cantabria, aunque algunos resaltan por particularidades muy poco propias de la zona norte. La playa Salvé de Laredo, con un total de 4.250 metros de extensión y 120 de ancho, es el capricho de muchos veraneantes por su tranquilidad. Unida a la playa del Regatón conforman hasta siete kilómetros de paseo por costa. Así, el surf es una de las principales actividades del lugar, sobre todo en la curva, ya que el arenal tiene forma de media luna y es allí donde más olas se dan, aunque en general cuenta con unas aguas más que tranquilas. Como inconveniente, el viento, suele soplar fuerte al ser una playa tan larga y con tanta extensión de terreno.

Laredo destaca, además de por su playa, por tener un gran ambiente turístico en verano. Bares y restaurantes ofrecen los mejores platos costeros mientras que se celebran varias fiestas y conciertos durante los meses estivales. Declarada villa, fue capital e la Costa Esmeralda, como se denominaba antes a todas la zona occidental de playas.

Si nos acercamos poco a poco a Santander la playa de Langre puede que sea otra visita obligada, o mejor dicho, sus piscinas naturales. Si se busca el lugar en la web o en cualquier aplicación el visitante será redirigido al arenal, también nido de surferos, aunque es el lateral de sus acantilados el que deja, cuando baja la marea, unas pozas perfectas para tomar el sol y disfrutar con los aires del Cantábrico. El acceso es algo complicado, por lo que quedarse en la playa oficial, de un kilómetro y resguardada por un acantilado de 25 metros, tampoco es mala idea. También son bienvenidos los nudistas, que tienen la mitad del arenal para ellos.

El hombre pez

Si lo que queréis es conocer una de las leyendas más famosas de Cantabria, Liérganes es el lugar idóneo. Ya no por su balneario de aguas sulfuradas, perfectas para curar y mitigar dolencias respiratorias; tampoco porque el chocolate con churros o los buñuelos de viento son el dulce típico de la localidad o porque sus casitas recuerdan aquellos pueblo de la Cantabria más medieval. El principal reclamo de este pueblo, ubicado en la comarca de Trasmiera, es la leyenda del hombre pez.

Estatua el hombre pez a las orillas del Miera./ SHUTTERSTOCK

Cuenta la leyenda que un joven matrimonio de Liérganes, Francisco de la Vega y María de Casar, tuvieron cuatro hijos. Al poco tiempo el marido falleció, por lo que la mujer decidió enviar a uno de sus hijos, Francisco, a aprender el oficio de carpintero en Bilbao. Quiso la desventura que una noche de San Juan de 1674, cuando el joven acudió a la ría bilbaína a bañarse con unos amigos, desapareciera

Se dice que, años después de su desaparición, el joven fue visto en las costas de Dinamarca, también en el Canal de la Mancha, e incluso unos pescadores gaditanos afirmaban haber atrapado al joven con sus redes. Contaron que parecía un ser acuático pero con apariencia humana. Fue entonces cuando, con ánimo de capturarle definitivamente, los pescadores lograron dar con él y comprobaron que era un hombre cubierto de escamas. Tras varios días sin decir palabra lo único que llegó a pronunciar fue 'Liérganes', y tras investigar un poco llegaron a la conclusión de que se trataba del joven Francisco.

Las ciervas

Si nos adentramos en los inicios de la comunidad de Cantabria podemos poner la vista en las cuevas Covalanas, en Ramales de la Victoria -en el pasado, epicentro de guerras carlistas-, que apartan la mirada de Altamira para que visitantes y turistas puedan conocer otra parte del arte prehistórico más cargado de magia. Patrimonio de la Humanidad desde el año 2008, sus guías, que realizan visitas de número reducido, transportan al grupo hasta un entorno muy especial. La gruta es una de las pocas de España que cuenta con figuras de ciervas. Una veintena en total. Además, un ciervo, un caballo, un uro, una posible figura de tipo híbrido y tres signos rectangulares conforman el entramado de pinturas rupestres. Así, es conocida como 'la cueva de las ciervas rojas'.

Covalanas

Para visitar las cuevas hace falta cita previa, ya que los grupos son reducidos, de hasta siete personas. La reserva se puede hacer a través de su página web, donde se indican los horarios y los precios, unos 3 euros por adulto.

Con dos cavidades, la primera sin arte presente, y donde se realizaban conciertos en los años 80, y la segunda, de reducida dimensiones y donde se encuentran las pinturas, los visitantes pueden descubrir los trazos de las figuras mediante contornos punteados que guardan la frescura original de la tonalidad rojiza creada tras mezclar agua con óxido de hierro, previamente pulverizado.

Pero lo que le da magia al lugar, aparte de su entorno natural, es que todavía, hoy en día, se desconoce la razón por la que sus habitantes dibujaron tal número de ciervas. Expertos se encuentran estudiando la razón de los dibujos y la intencionalidad de los mismos, ya que en otros casos las pinturas rupestres representan la caza del momento o el estilo de vida.

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