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Muere Margarita Salas, precursora de la mujer en la carrera científica

Considerada la 'Marie Curie' española, trabajó con Severo Ochoa en EE UU e impulsó una de las patentes más rentables del CSIC

Margarita Salas, en una imagen reciente. JUAN MANUEL SERRANO

Pionera, investigadora y discípula del premio Nobel Severo Ochoa. Estos tres rasgos delinean el menudo cuerpo y el potente perfil científico e intelectual de Margarita Salas Falgueras (Luarca, Asturias 1938), fallecida ayer en Madrid los 80 años (cumpliría 81 el próximo día 30). Bioquímica de envergadura mundial, muy laureada en su campo, también académica de la Lengua y de las Ciencias, Margarita Salas pasará a la historia como una de las españolas más ilustres del último tercio del siglo XX y el primer tramo del XXI. Sin embargo, se ha ido de este mundo sin ver cumplido uno de sus sueños más recurrentes: recibir el Premio Princesa de Asturias de Investigación.

Aunque el galardón que abandera la monarquía le fue negado en vida, los Reyes de España destacaron ayer que la científica "ha sido un referente esencial para la ciencia en España y una académica ejemplar". La lluvia de elogios que la acompañó durante los últimos lustros de su carrera se convirtió ayer en un chaparrón de piropos y parabienes. El ministro de Ciencia en funciones, Pedro Duque, calificó a Margarita Salas como "un orgullo de los científicos españoles" y destacó que en su día trajera de Estados Unidos la "savia nueva " que "aprendió con Severo Ochoa".

En muchas de las condolencias que ayer trascendieron, el nombre de la investigadora apareció unido al de Marie Curie, la primera persona que recibió dos premios Nobel en distintas especialidades (Física y Química). "Fue un ejemplo para muchas mujeres, que vieron en ella su Marie Curie española", pues demostró "que ser mujer no era, no es, un obstáculo para ser científica", enfatizó el catedrático de Historia de la Ciencia José Manuel Sánchez Ron.

El destino ha querido lanzar un guiño a estas dos grandes mujeres de ciencia: Curie nació en Varsovia un 7 de noviembre, el de 1867, y Salas falleció en Madrid otro 7 de noviembre, el de 2019.

La práctica totalidad de la carrera investigadora de Margarita Salas se desarrolló en el Centro de Biología Molecular (CBM) Severo Ochoa, de Madrid, equipamiento mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Y en la capital de España llevaba cuatro semanas hospitalizada, en la Fundación Jimenez Díaz, a causa de un problema digestivo. Finalmente, y de forma inesperada, una parada cardiaca puso fin a una vida marcada por la austeridad.

La capilla ardiente quedó instalada, en la tarde de ayer, en el tanatorio de La Paz, en Tres Cantos (Madrid). Sus restos serán incinerados hoy y sus cenizas reposarán en Tres Cantos junto a los restos de su marido Eladio Viñuela, también científico, fallecido en 1999. Casados en 1963, son padres de una hija, Lucía.

Escuela de bioquímicos

Margarita Salas se marchó a Madrid con 16 años para realizar las pruebas de acceso de Química y Medicina. Su padre, médico, alentó su interés por las ciencias. Ingresó en la facultad de Químicas. En el verano de 1958 conoció a Severo Ochoa, quien la orientó hacia la bioquímica. Realizó su doctorado con Alberto Sols, un sabio profundamente machista que muchas veces logró irritar a su brillante discípula.

En 1964, junto a su marido, Salas emigró a Estados Unidos, para trabajar como investigadora en la Universidad de Nueva York junto a Ochoa. Ambos permanecieron allí hasta 1967. En ese año regresaron a España y entonces comenzaron una trayectoria propia que contribuyó de forma muy notable al desarrollo de la biología molecular en nuestro país.

En España crearon una amplia escuela de bioquímicos, con nombres de altísimo nivel, como Carlos López Otín, María Antonia Blasco, Manuel Serrano, Jesús Ávila o Esteban Domingo.

El tópico de las botas puestas es enteramente apropiado para la bioquímica asturiana. Vocacional como pocos, nunca volvió a imaginarse a sí misma al margen de la actividad investigadora. "La jubilación oficial no me ayudó en nada. De hecho, no me gusta nada. Me gustaría que no me hubieran jubilado. Pienso que no debería existir en ciertas profesiones donde, si realmente te gusta lo que haces y estás en buen estado de salud, lo bueno sería que te dejasen trabajar", declaró al periódico La Nueva España -del mismo grupo editorial que LA PROVINCIA/DLP- en noviembre de 2018, con motivo de su 80º cumpleaños.

En aquella entrevista, explicó su rutina diaria. "Me levanto entre las ocho y las ocho y media", apuntó, "y sigo yendo al laboratorio todos los días. También tengo muchas actividades derivadas de ser miembro de las Academias, la de Ciencias y la Real Academia Española, y a eso hay que sumar conferencias, charlas... Me voy a la cama sobre las doce. Soy más bien noctámbula que mañanera". En el CSIC, Margarita Salastenía la categoría ad honorem, que permite a los científicos continuar su labor investigadora más allá de la edad establecida para la jubilación.

María Antonia Blasco, actual directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), destacó ayer que Salas "es como mi madre científica, para mí y para tantos otros que nos formamos con ella". Según Rosa Menéndez, presidenta del CSIC, "nos quedamos con el recuerdo de una mujer luchadora que va a permanecer en nuestra memoria y en el de la ciencia española".

Margarita Salas deja las vitrinas de su casa muy repletas: Premio Ramón y Cajal de Investigación Científica (año 2000), el Nacional de Investigación (2001), el Premio Mapfre a Toda una vida Profesional ((2009) o el Clara Campoamor del Ayuntamiento de Madrid. Hace sólo unos meses, la científica de Canero recibió en Viena un premio a toda su carrera, otorgado por la Oficina de Patentes Europea. Un justo reconocimiento a la mujer que logró una de las patentee más rentables de la historia del CSIC.

La labor científica de Margarita Salas comenzó en 1961 con la realización de su tesis doctoral bajo la dirección del profesor Alberto Sols sobre el metabolismo de los hidratos de carbono. Durante esa primera etapa, obtuvo resultados de gran interés entre los que cabe destacar el descubrimiento, conjuntamente con Eladio Viñuela, de la glucoquinasa específica para la fosforilación de glucosa en hígado de rata, dependiente de insulina.

Posteriormente, en la Universidad de Nueva York, llevó a cabo trabajos de gran importancia sobre los mecanismos de traducción del mensaje genético, descubriendo la dirección de lectura del mensaje genético y dos proteínas que se requieren para la iniciación de la síntesis de proteínas. Ambos descubrimientos se encuentran en los más prestigiosos libros de texto de bioquímica y biología molecular.

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