Siete mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en Canarias en lo que va de año. Cuatro niños han quedado huérfanos y uno perdió la vida, junto a su madre, a manos de su padre. Ellos son las víctimas invisibles de la violencia de género. Necesitan ayuda psicológica para superar el trauma de la pérdida y, en muchos casos, para sobrellevar el maltrato que han sufrido a diario en primera persona.

El jefe de Servicios de Programas de Prevención y Protección de Menores de la Dirección General de Protección a la Infancia y la Familia del Gobierno de Canarias, José Pereira, asegura que los menores que viven en un entorno familiar en el que se dan situaciones de violencia machista generan mecanismos de autodefensa para poder superar esos episodios. En concreto, "cuando se trata de adolescentes, suelen salir de casa y marcharse con los amigos para evadirse", señala.

La violencia -ya sea física o psicológica- ejercida por el padre sobre la madre en presencia de los menores tienen una repercusión directa sobre ellos. Puede generarles desde problemas fisiológicos como ansiedad, dolores de cabeza o fatiga permanente; cambios en la conducta como aislamiento, fracaso escolar o insomnio; hasta alteraciones congnitivas tales como sentimiento de odio, percibir las tareas como más difíciles de lo que son, miedo o inseguridad.

"Lo más grave es que hay mucha probabilidad de que después repitan esas conductas", advierte Pereira. A nivel mental, los menores van desarrollándose y creciendo con unas figuras de apoyo inestables o inadecuadas como "un padre maltratador y violento y una madre que no puede crear un contexto seguro".

La violencia vicaria es un tipo de violencia intrafamiliar que incluye las conductas realizadas de manera consciente para generar un daño a otra persona. Esta violencia es una forma de maltrato infantil. El niños puede presenciar las agresiones por parte de uno de sus familiares o padecer las agresiones directamente. Los hijos se convierten en un instrumento para hacer daño a la pareja.

"Es una situación dramática, pero el padre puede llegar a asesinar a sus hijos", apunta Pereira, "son pocos casos pero muy graves y muy impactantes". Para el especialista, estas acciones tienen que ver con el sentimiento de posesión. "El agresor piensa que los niños son suyos y, por eso, puede hacer con ellos lo que quiera", sentencia.

Como ejemplo, el de Jakob y Jonás. El cuerpo de Jakob -de 10 años- fue encontrado junto al de su madre, Silvia Handrick, dentro de una gruta en Adeje. El hijo menor -de 5 años- logró escapar y denunciar que su padre les estaba agrediendo. Cuando lo encontraron unos vecinos, llevaba cinco horas en shock deambulando por el monte solo.

Ayudas

Cuando un niño sufre una situación de violencia por parte del padre o, simplemente, la madre detecta alguna sintomatología, la progenitora tiene el derecho de consultar y pedir ayuda en las redes elementales, a través de los pediatras de los centros de salud, explica Pereira. Quien también destaca la labor que desempeñan en estos casos los equipos de los Servicios Sociales municipales. Solo en el supuesto de que hubiese que tomar alguna medida de protección especial, porque el menor no cuenta con ningún familiar que lo proteja, intervendría la Dirección General de Infancia y Familia, "que asumiría la tutela de los niños temporalmente hasta que la familia biológica o la familia extensa los pueda proteger".