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Entrevista | Víctor Ramírez

"El colectivo debe mirar más las raíces de la lgtb-fobia y menos a las instituciones"

"El movimiento post-dictadura en Canarias está influenciado por la izquierda y el nacionalismo", asegura el autor de 'Peligrosas y revolucionarias'

Víctor Ramírez esta semana en Las Palmas de Gran Canaria. juan castro

¿De dónde y de quién surge la idea de organizarse como colectivo de apoyo a los homosexuales?

El movimiento homosexual de los años 70 y 80 surge, en Gran Canaria, a iniciativa de un grupo de hombres, con toda probabilidad en los últimos años de la dictadura. La terrible opresión del régimen de Franco fue precisamente el detonante para que naciera en ellos la necesidad de agruparse, aunque en un principio fue en esencia un instrumento de apoyo mutuo para afrontar sus vidas en una sociedad sumamente hostil. Antonio José Sánchez Bolaños fue uno de sus fundadores y líderes. Él mismo posteriormente, y por sus contactos con el colectivo de cine Yaiza Borges, participó también en el movimiento de Tenerife, cuyos inicios son más confusos. En cualquier caso, la primera manifestación del orgullo de Canarias, celebrada en Tenerife en el año 1978, tuvo una notable influencia en la toma de conciencia política de aquel grupo de hombres. Las mujeres lesbianas se unieron posteriormente aunque más adelante se separaron de los hombres, configurando un colectivo propio, como fue habitual en las organizaciones de la época.

Imagino que hablando de reivindicar derechos durante unos años de represión sería complicado y hasta peligroso o ilegal. ¿Se vivió de igual manera la formación de los colectivos en canarias que en el resto de España?

En el Estado español, el activismo homosexual surge en Cataluña en el año 1970, con motivo de la tramitación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que se aprueba en ese año. Obviamente era una organización clandestina que se visibilizó en los primeros años de la transición. El Frente de Liberación Gay de Cataluña, que organizó la primera manifestación en España en la Barcelona de 1978, tuvo una enorme influencia en el resto de asociaciones que fueron surgiendo en esos años en todos los territorios. En Canarias no fue muy diferente al resto, los colectivos se crean en la clandestinidad, aunque con escasa vocación política en un principio, se visibilizan ya con una actitud reivindicativa a mediados de los 70 y durante los años 80 sufren un declive hasta su desaparición.

¿Qué diferencia a los primeros colectivos LGTBI de las federaciones y asociaciones actuales? Unos tenían la España postdictadura y los de ahora cuentan con VOX.

El movimiento post-dictadura está notablemente influido por una ideología muy a la izquierda y, en Canarias, cercana al movimiento nacionalista. Son colectivos de carácter revolucionario, críticos con la manera en que se estaba desarrollando el proceso transicional y con el sistema democrático burgués que se implantaba que, además, daba la espalda a sus demandas. Por su parte, los colectivos actuales, al menos los más visibles e influyentes, tienen un carácter más integracionista. De alguna manera, la segunda ola de activismo que se activó a lo largo de los años 90, y que ha derivado en el movimiento actual, tuvo unos objetivos más realistas en tanto que no se propusieron cambios sociales tan radicales como sus antecesores. Eso ha permitido, desde luego, avances legales y sociales importantes, pero las raíces del sistema patriarcal y cis-hetero normativo siguen aún ancladas en el inconsciente colectivo y el partido de ultra-derecha es una muestra de ello. Quizás es momento de que los colectivos empiecen a mirar más a esas raíces que sustentan la lgtb-fobia social y menos a las instituciones, cuya complicidad, desde luego, es necesaria.

Siendo esas reivindicaciones tan radicales, ¿consiguieron sus objetivos?

Obviamente las esencias de esas reivindicaciones eran tan revolucionarias que difícilmente podrían ser objetivos alcanzables en aquel momento. La eliminación de la homosexualidad de la Ley de Peligrosidad Social fue un objetivo que se alcanzó en el año 1978, pero otras muchas propuestas, que implicaban trascendentales cambios sociales, quedaron en el tintero. Ellos mismos eran críticos incluso con los partidos de izquierda que, en gran medida, dieron la espalda a sus reivindicaciones y, salvo excepciones, no recogieron en sus programas electorales.

Por último, su libro sale a la venta el año que se celebra la campaña 'Mayores sin armarios' y entre los contenidos de la publicación hay muchas referencias a esos mayores que vivieron la represión incluso pagando con cárcel su tendencia sexual. ¿Se les ha hecho justicia? ¿Hay cosas que deberíamos no olvidar ahora que se amenaza con un recorte de derechos en España?

Sí, el libro se publica oportunamente, en un año en el que miramos hacia nuestros mayores LGTB, que vivieron experiencias muy difíciles durante el franquismo y también durante la transición. En él aparecen entrevistas a personas que vivieron esas épocas desde diversas orientaciones, identidades y ámbitos sociales como Octavio García, que estuvo preso en Tefía, Marcela Rodríguez, que participó en la primera manifestación del orgullo en Canarias, Jerónimo Saavedra, cuya posición social no impidió que sufriera algún intento de extorsión por su orientación sexual, o Carla Antonelli, cuyas duras experiencias en las calles de Las Palmas de Gran Canaria la marcaron de manera notable. Lo considero un homenaje a sus personas y un reconocimiento al valor de sus vidas. Los avances que hemos alcanzado en las últimas décadas los hemos construido sobre las espaldas de sus experiencias vitales, muy duras en algunos casos. No creo que se les haya hecho justicia, muchas de ellas no pudieron tener un trabajo legal, ni cotizar y, a estas alturas, malviven de pensiones no contributivas. Es una cuestión que el gobierno canario actual pretende resolver y compensar, algo que me parece justo e imprescindible. Mantener viva su memoria, además de un acto de justicia, es un instrumento de aprendizaje del daño que la intolerancia, representada por partidos como Vox, ocasiona en las vidas de los grupos sociales marginalizados. No obstante, como bien dice la actual presidenta de Gamá, Montserrat González, si el franquismo no pudo con nosotras, menos van a poder estos partidos de la ultra-derecha.

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