La muerte del pequeño Amiel, de tres años y medio, y de su hermana Ixchel, de apenas seis meses, podría quedar sin castigo penal alguno. La madre de los menores asesinados en Godella en marzo del pasado año, presunta ejecutora material de sus muertes, sufre un trastorno psicótico, concretamente una «esquizofrenia de tipo paranoide», con ideas delirantes sobre la existencia de una secta, según el diagnóstico de la unidad de Psiquiatría Forense del Instituto de Medicina Legal de València. Esta enfermedad hizo que en el momento del doble crimen de sus propios hijos la joven, de 27 años, tuviera anuladas sus capacidades intelectivas y volitivas y por lo tanto sea inimputable. Está ahora en manos de la Fiscalía probar la responsabilidad del padre de los niños, también en prisión provisional, a quien considera como coautor al introducirle presuntamente a su pareja la idea de acabar con las vidas de los pequeños.

Por su parte, la defensa de Gabriel Salvador C. A. ha solicitado la puesta en libertad de su cliente ante «la ausencia de indicios racionales que le incriminen de manera directa en la participación de los hechos». El acusado, de 28 años y origen belga, niega que ambos tomaran la decisión de acabar con la vida de sus hijos «como forma de reencarnación» y que cuando se despertó en la madrugada del 14 de marzo de 2019 los niños ya no estaban en la casa. Según su versión, cuando le preguntó a su novia dónde estaban ésta le contestó: «Están en paz, están con Dios».

No obstante, el fiscal ve «inverosímil» algunas de las argumentaciones del padre de los menores para justificar sus acciones esa noche, como el hecho de que no se percatara en ningún momento de la desaparición de los niños «porque estaba dormido» y no escuchara nada pese a que estaban todos en la misma cama, o cómo supuestamente se fue a buscarlos hasta el cementerio municipal con la investigada estando desnuda.

Además como un indicio más se recogen las manifestaciones que realizó de forma espontánea Gabriel a los agentes antes de ser encontrados los cuerpos de los menores enterrados en dos lugares distintos a unos 75 y 150 metros de la casa, así como «las creencias relativas a sectas, extraterrestres o fuerzas ocultas» del progenitor, que ya adelantó en su día Levante-EMV.

Por todo ello el fiscal se ha opuesto a la puesta en libertad del padre acusado de dos delitos de asesinato, que al tratarse de menores de edad acarrearía una posible pena de prisión permanente revisable en caso de demostrar su coautoría en el doble crimen. Dicha medida se sostiene en la «evidente falta de arraigo del investigado, quien carece de oficio conocido, domicilio estable y arraigo socio-familiar suficiente en nuestro país». Así, se aprecia un «elevadísimo riesgo de sustracción a la acción de la Justicia» en caso de ser excarcelado.

Pese a que la madre de los niños no ha prestado declaración alguna ante el juez durante la instrucción, gracias al pormenorizado informe psiquiátrico forense se desprenden muchas de las claves de este doble crimen que conmocionó a todo el país hace unos meses.

«Me da mucha pena lo que he hecho pero ya no eran ellos, eran cuerpos sin alma», reconoció en una primera exploración, en la que ya confesó haber matado a sus hijos porque «se lo había pedido Dios» , como informó en exclusiva Levante-EMV. Es en posteriores entrevistas con los forenses cuando empieza a atribuir «de manera velada» la autoría del crimen a Gabriel y a las ideas que él supuestamente le había metido en la cabeza. «Por la noche él decía que venían a pincharnos y a sacarme óvulos», relata la joven respecto de su pareja, por ello hacían guardias en vela por la noche.

Abusos y violaciones

Asimismo, en sus declaraciones ante los forenses la joven asegura que sufría malos tratos de Gabriel, al que consideraba en las últimas semanas antes del doble crimen «Dios». Según la versión de la acusada éste se había iniciado en «rituales satánicos en México» y creía en «la regresión de los mayas, sectas y extraterrestres».

María relató a los forenses haber sido víctima de varias violaciones cuando era más joven. De hecho, asegura que perdió la virginidad a los trece años fruto de una agresión sexual. Asimismo también refiere conductas sexuales violentas en las relaciones con Gabriel, como golpes y «maniobras de asfixia».

Según el informe de imputabilidad de la madre de los niños, en el momento en el que suceden los hechos la joven «había perdido el control de sus facultades mentales, se había producido una escisión de la mente». Fruto de la esquizofrenia paranoide que le han detectado los forenses, el enfermo presenta «ideas delirantes y alucinaciones» que pueden derivar en «conductas reactivas caracterizadas por la falta de justificación lógica. Estas acciones pueden ser frías, brutales y sin arrepentimiento».

El brote agudo en el que pierde el contacto con la realidad se produce en el mes de marzo, aunque los médicos forenses manejan que es probable que el desajuste comenzara tras el parto de la hija menor» -seis meses antes-.

Asimismo, aunque el trastorno mental que padece la madre no se puede atribuir a los efectos de sustancia alguna, el citado informe aclara que el consumo de hachís habría precipitado «la aparición de una enfermedad psiquiátrica latente». De igual modo el informe psiquiátrico también recoge «la gran influencia afectiva que Gabriel ha venido ejerciendo sobre ella en la relación de pareja». «Gabriel se constituye en persona dominante y sus creencias extrañas sobre sectas habrían sido asimiladas progresivamente por la acusada, potenciando así la trama delirante de su esquizofrenia paranoide».