¿Sopa de murciélago? ¿Cobra a la plancha? ¿Licor de hueso de tigre? Muchos chinos creen todavía en los supuestos aportes nutritivos de estas exóticas especies, cuya venta ha sido temporalmente prohibida en el país asiático tras la crisis del coronavirus. Pero cada vez son más las voces en China que piden que este veto sea definitivo. Las autoridades decretaron a finales de enero la suspensión del comercio de animales salvajes tras considerar que el origen del brote se encuentra en la mutación de un virus procedente de uno de los ejemplares -el pangolín-, según los últimos estudios- que se vendían en un mercado de marisco de Wuhan, en el centro del país.

Allí, además de pescado, se traficaba de manera ilegal con carne de rata, pavos reales, liebres recién sacrificadas y hasta cocodrilos, atestiguan fotografías compartidas en las redes sociales chinas. Hasta que cese la epidemia, la directiva del Gobierno prohíbe cualquier forma de venta de animales silvestres en mercados, supermercados, restaurantes y comercios electrónicos, y ordena la puesta en cuarentena de sus criaderos.

Regulación

Pero esto no es suficiente: científicos, medios de comunicación, asociaciones civiles y particulares chinos han alzado su voz para pedir regulaciones permanentes, específicas, así como información más transparente para los consumidores y campañas de concienciación que frenen su comercio y consumo.

A sus ojos, se trata de una práctica nociva que, además de problemas sanitarios, crea un ingente mercado negro. "Según la ley china, el comercio de algunos animales salvajes está vetado desde hace décadas, pero no hay regulaciones específicas al respecto. Hay muchas lagunas legales y muchos acaban lucrándose sin haber infringido la ley", comenta Cathy Cao, investigadora de laONG Informe de Desarrollo de China.

Según Cao, el Gobierno chino sí ha realizado numerosos esfuerzos para abordar problemas de seguridad alimentaria, pero los resultados siguen siendo preocupantes: "No está clara cuál es la definición de animal salvaje, ni cómo rastrear o regular su compraventa de forma práctica", asegura.

Muchas veces las regulaciones quedan en manos de las autoridades locales, a lo que se suma otro obstáculo: que los consumidores no disponen de información sobre lo que conlleva comprar en este tipo de mercados, denuncia la investigadora.

"Son necesarias regulaciones en las cadenas de suministro. El consumo de carne fresca forma parte de la cultura china y eso no va a cambiar. Pero la gente debería ser más escéptica y preguntarse de dónde vienen esos animales", señala Cao, que pide medidas para que su comercialización, al menos, cumpla con normas básicas de higiene e inocuidad alimentaria.

Muchos otros van más allá y en artículos viralizados en las redes sociales reprochan a quienes consumen estas especies: "¿Cómo puede comer murciélago? ¡Son el reflejo de la muerte! Aprecie la vida y diga no", dice el doctor Meng Fanxing en un post desde su cuenta de Wechat, que acompaña de fotografías del quiróptero servido en sopa.