Gloria lo ha dejado claro, por si había alguna duda. Se extremarán las borrascas ya de por sí intensas en el área mediterránea, y cada vez serán más frecuentes. Se registrarán olas de récord, marejadas ciclónicas y un preocupante aumento del nivel del mar, como certificó el mareógrafo de Gandia el 20 de enero, cuando registró una subida de hasta 80 centímetros. Más de la mitad del litoral de la Comunidad Valenciana se encuentra en regresión, con un 14 % de la franja costera afectada por la inestabilidad.

Ante esta preocupante situación, el Gobierno ha propuesto València para instalar un centro de vigilancia de temporales extremos y ha planteado a la Generalitat la creación de esta entidad especializada en el estudio y seguimiento de borrascas.

Según una radiografía elaborada por la Universitat Politècnica de València, el deterioro se está produciendo también en los fondos marinos, con la desaparición de especies que contribuyen a regular el aporte de arena, la reducción del aporte de sedimentos por la canalización dura de los cauces fluviales y el efecto barrera que supone la excesiva urbanización. Son 17 los puntos, desde el puerto de Castelló hasta Dénia, pasando por Sagunt, València o Gandia, que esperan obras que el Ministerio para la Transición Ecológica considera de "prioridad alta", pues la erosión se verá agravada en cada nuevo temporal.

Muchas son las voces que empiezan a cuestionar actuaciones costeras no exentas de impacto para la biodiversidad marina y además cada vez menos duraderas. Como ejemplo, la enésima regeneración de la playa de Les Deveses, en Dénia, que batió un nuevo récord por efímera.

El penúltimo temporal, en diciembre del 2019, llegó cuando la empresa contratada por la dirección general de la Sostenibilidad de la Costa y del Mar estaba en plena faena. El oleaje engulló en cuestión de horas las aportaciones de arena ya realizadas. Un mes después, en enero pasado, Gloria volvía a golpear ese punto, uno de los más castigados por la regresión. Una situación que se repite en las playas del sur de València, como El Saler, o El Brosquil, en Cullera, afectadas por el puerto, principal condicionador de la costa al dividirla sin conexión entre el norte y el sur, alterando la llegada de sedimentos.

Inversiones cuestionadas

Aunque el Gobierno inyectó esta misma semana 9,6 millones de euros para reparar los últimos daños ante la inminencia de la temporada turística, no dejó escapar la ocasión de cuestionar este tipo inversiones extraordinarias, que no garantizan soluciones definitivas. De hecho, ayuntamientos como el de Bellreguard ya se han planteado no reconstruir la avenida marítima. Su alcalde, Àlex Ruiz, aboga por dejar la playa en su estado natural, "para no gastar millonadas que cíclicamente se engulle el mar".

El ministerio de Teresa Ribera apuntaba que en los próximos meses "se procederá a revisar los deslindes en dominio marítimo-terrestre para ajustarlos a la realidad física". Un punto no exento de controversia. En la Comunidad Valenciana, el Gobierno del Botànic sacó adelante en la anterior legislatura el Plan de Infraestructura del Litoral Verde, un documento que contiene importantes restricciones a la ocupación y usos en primera línea, y contra el que se presentaron numerosas alegaciones, recursos e impugnaciones de particulares y empresas.

Frente a la insistencia del Partido Popular en su derogación, los destrozos de Gloria llevaron a la Generalitat a anunciar hace unas semanas una revisión para endurecerlo.