Con los cielos despejados y la alerta de la calima desactivada, sólo la arena en calles y casas aparecía ayer como molesta huella del peor siroco que ha vivido el Archipiélago en las últimas cuatro décadas. Gran Canaria regresaba a la normalidad, el Carnaval recuperaba su protagonismo y los ciudadanos ya no tenían que caminar con la cara escondida tras mascarillas o pañuelos. El foco de atención se centraba ayer en las Urgencias de los centros de salud y hospitales de la Isla, preparados para recibir a aquellos pacientes asmáticos y alérgicos que pudieran comenzar a sufrir las consecuencias del polvo en suspensión en sus pulmones. Sin embargo, la tranquilidad reinaba en las instalaciones sanitarias a las que los enfermos llegaban a cuentagotas, como buen festivo que se precie.

Desde el Hospital Doctor Negrín se informaba de que durante la jornada de ayer se trabajó con la presión asistencial habitual de esta época del año, sin que se produjera un aumento de la demanda a pesar de la espectacular calima sufrida durante el fin de semana. La misma calma se respiraba en el Complejo Hospitalario Universitario Insular Materno-Infantil (Chuimi), donde se atendieron las patologías respiratorias frecuentes de este tipo de episodios y se aclaraba que la situación estaba totalmente bajo control.

A pesar de que durante el sábado y el domingo el Archipiélago sufrió la mayor concentración de polvo en suspensión de las últimas décadas, la ausencia de complicaciones sanitarias se debe en parte a la anticipación que hubo desde un primer momento. Las predicciones de la Agencia Estatal de Meteorología, que atinaron con la llegada de la calima y su mantenimiento durante tres días, motivaron a su vez que el Gobierno de Canarias declarara la situación de alerta a partir de las 16.00 horas del sábado. Además, la propia magnitud del episodio provocó que muchos ciudadanos y turistas, especialmente aquéllos que padecen enfermedades respiratorias crónicas, siguieran a rajatabla las principales recomendaciones decretadas por la Dirección General de Salud Pública del Servicio Canario de la Salud. Entre éstas se encontraban las de mantener las puertas y ventanas cerradas, evitar salir a la calle, tomar la medicación habitual y beber mucho líquido, evitando los ambientes secos.

Esta anticipación a la hora de afrontar la anómala unión de factores meteorológicos -la falta de humedad, las altas temperaturas y la alta concentración de partículas en suspensión- que provocó un caos en Canarias influyó a la hora de explicar el sosiego que reinaba ayer en las Urgencias de la Isla. Mucho más teniendo en cuenta que el polvo que ahora llega de África ha variado mucho su composición debido al desarrollo económico de este continente. Dependiendo de la dirección del viento, existen cuatro tipos de calima, que pueden incorporar partículas de bromo, cromo, níquel, zinc o circonio, compuestos químicos tóxicos para las personas y nocivos para el entorno.

A pesar de que los afectados por este fenómeno meteorológico no han aumentado en Gran Canaria, todavía es pronto para bajar la guardia. En las personas con asma y quienes padecen la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (Epoc), los efectos de la calima pueden hacerse notar entre 24 y 72 horas después de haber estado expuestos a las nocivas partículas. Por este motivo, los centros hospitalarios siguen preparados para facilitar oxígeno, aerosoles o medicación intravenosa a quienes lo necesiten.

Además de los profesionales sanitarios, también deberán estar en alerta los equipos de limpieza. Si bien los alisios comenzaban hoy a barrer el polvo en suspensión de los cielos de las Islas, más complicado será que las casas, coches y calles grancanarios luzcan brillantes de nuevo. El marrón se ha convertido en el nuevo color estrella de los municipios de la Isla, pero no es el único recuerdo de estos intensos días. Las libélulas siguen campando a sus anchas y ayer se convertían en inesperadas y molestas artistas invitadas del Carnaval de Día que se celebraba en el parque Santa Catalina. Una fiesta que volvía a vivirse sin sobresaltos y con alegre libertad, con miles de personas que cambiaban por fin las mascarillas por las mascaritas. La gente volvía a echarse a la calle para respirar por fin un aire limpio, los turistas regresaban poco a poco a sus hogares y los estudiantes volvían hoy a las clases. Con su benéfica presencia, los alisios no sólo se llevan el polvo en suspensión de los cielos canarios, sino que reinstauran la tranquila rutina a unas Islas que han vivido un fin de semana de auténtica pesadilla.