Una discreción casi impenetrable rodeó ayer la operación salida de los primeros clientes del hotel H10 Costa Adeje Palace autorizados a abandonar el establecimiento por haber entrado en él después del traslado de los cuatro huéspedes italianos que han dado positivo en el nuevo coronavirus. No fue hasta bien entrada la noche cuando se produjo la marcha de los primeros siete, a los que pronto debían seguir otros dos. Estas nueve partidas fueron las únicas que tuvieron lugar ayer, según confirmaron fuentes del Gobierno. Tras su salida, estarán sometidos a seguimiento activo en sus domicilios, como el resto del total de 130 turistas -de once nacionalidades diferentes, incluidos algunas familias residentes en Tenerife- que podrán dejar el complejo hotelero.

Estas fuentes alegaron problemas burocráticos para explicar el retraso en la salida, que el portavoz del Ejecutivo, Julio Pérez, en un aparente desliz, había adelantado que se produciría a partir de las 16 horas. También se ha aludido al derecho a la intimidad de los afectados para justificar la extrema discreción que ha imperado en el traslado de los huéspedes.

Las entradas y salidas del personal que desde el miércoles tiene el visto bueno hacerlo se sucedieron a lo largo de toda la jornada. Aunque la mayoría de ellos optó por el silencio o por la parquedad en palabras, todos coincidieron en una cosa: el ambiente es bueno. "Todo bien, todo perfecto. Entramos a nuestra hora, salimos a nuestra hora y hacemos nuestro trabajo", decía una trabajadora mientras se dirigía al estacionamiento de vehículos situado en la calle principal del núcleo adejero de La Caleta.

Las palabras de otra empleada iban más allá y permitían apreciar que la emotividad también ha hecho acto de presencia en unos momentos tan en principio incómodos como los que están viviendo los clientes y el personal del hotel. "Es el día más feliz desde que estoy aquí. Los clientes están perfectamente, y ahora todavía más. Algunos se echaron a llorar al vernos llegar", confesó la trabajadora al salir del establecimiento tras completar su turno.

La plantilla, lógicamente mermada desde que se decretó la medida de confinamiento preventiva -llegó a haber 14 empleados para unos 88 huéspedes-, ha ido ganando en efectivos desde que el miércoles se permitió incorporarse a los empleados que estuvieran dispuestos a hacerlo. De hecho, en la mañana de ayer trabajaban en el hotel alrededor de cien personas, aproximadamente el 90% de las que corresponden a este turno. Esto ha permitido que todos los servicios del hotel se encuentren de nuevo en funcionamiento, explicó Manuel Fitas, secretario general de Sindicalistas de Base (SB), la organización mayoritaria en el comité de empresa. Esta mejora de la situación se suma a la buena noticia de que ninguna de las personas que se hallan en el interior del recinto presenta síntomas.

Óscar, un joven ayudante de cocina, fue otro de los empleados que salió del establecimiento a mediodía rumbo a su domicilio, del que volvería por la noche para un nuevo turno. Entró a trabajar el martes y ha tenido la oportunidad de constatar que "los clientes están bien, más tranquilos". Como todos sus compañeros, se somete regularmente a controles que garanticen que su estado de salud es bueno -se les toma la temperatura cada dos horas- y, en las tareas que tiene asignadas, utiliza mascarilla y guantes y se lava las manos frecuentemente. Él tiene claro su cometido: "ayudar a los clientes y al personal a que todo esté lo mejor posible".

También hubo ocasión ayer para el reencuentro, aunque fuera a distancia. Yanira Martín, esposa de uno de los recepcionistas, acudió a las puertas del hotel a entregar a la policía situada en la zona una bolsa con ropa para su marido, a quien solo pudo saludar desde lejos. Con una naturalidad sorprendente, Yanira aceptaba una situación que "no es deseada". "Hay que tomarse las cosas como vienen", decía. El caso de esta pareja tiene una peculiaridad. Su marido se incorporó al hotel el martes, cuando ya no se alojaban en él los huéspedes que han dado positivo en el virus, ni ha entrado en contacto con ellos, por lo que, en principio, no ha corrido riesgo de contagiarse. Sin embargo, ha tomado la decisión de pasar la cuarentena, aunque no está obligado a hacerlo. Su hijo padece una dolencia pulmonar y él y su mujer han preferido no correr riesgos. Sobre la dedicación de los trabajadores del establecimiento en estos momentos, Yanira no guarda ninguna duda: "se están dejando la vida".