Las regiones ultraperiféricas no pueden hacer valer su lejanía para evitar el impacto del coronavirus en sus frágiles economías. La Organización Mundial de la Salud ha elevado a “muy alto” el riesgo de expansión global de la epidemia. Se cuentan 85.641 infectados por el virus en 52 países -78.961 de ellos, en China- y 2.933 fallecidos -67 de ellos, fuera de China-, según datos de la OMS actualizados al 29 de febrero.

Paradoja de la globalización: el aislamiento de los territorios RUP no los protege, sino que los expone, más que ninguna otra zona de riesgo en el planeta, a los efectos secundarios de la enfermedad. Mientras la incidencia clínica del virus está siendo relativamente baja en la zona EU-RUP -seis casos confirmados en Canarias y uno, en Azores, hasta el 29 de febrero de 2020-, la vulnerabilidad al impacto económico del COVID-19 es mayor en las regiones ultraperiféricas, territorios altamente dependientes de los flujos de personas y mercancías con el exterior.

Las Bolsas han sido el primer lugar de la economía global en acusar el pánico al virus. Los mercados de París, Fráncfort y Londres perdieron más de un 3% en la semana del 24 al 28 de febrero, la peor para Wall Street desde 2008. Desde el 20 de febrero, el Ibex español ha caído un 10,9%. A las Bolsas de Japón, Brasil o México no les ha ido mejor.

El turismo, el transporte aéreo y marítimo, la agricultura y el sistema de salud son los sectores más expuestos al impacto del COVID-19 en la economía global, según un análisis publicado este mes de febrero por el Servicio de Investigación del Parlamento Europeo. El informe es una síntesis del estado de la cuestión en los papers elaborados por instituciones académicas y think tanks europeos y estadounidenses.

Impacto del coronavirus en las regiones ultraperiféricas

Las enfermedades infecciosas representan “amenazas significativas” a las sociedades, en un mundo cada vez más integrado, según los analistas residentes del Parlamento. Su principal coste es la pérdida de vidas humanas, y a continuación, una cadena de daños a la actividad económica, no solo de los países directamente afectados por la pandemia, sino de la economía global en su conjunto. Una pandemia global podría causar, en la actualidad, una pérdida de entre el 2,2% y el 4,8% del PIB mundial, y una caída de 3 billones de dólares de los ingresos globales, según un estudio conjunto del Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud, publicado en 2019, y citado por el Servicio de Investigación del Parlamento Europeo.

Wuhan, el epicentro de la crisis del coronavirus, es uno de los mayores hubs del transporte en China; de ahí, que el impacto económico de la enfermedad vaya a extenderse a las aerolíneas nacionales e internacionales, según prevén los agentes económicos y los expertos.

“Los turoperadores globales esperan un impacto negativo, mientras muchos países se enfrentan a alertas específicas para sus destinos turísticos más populares”, observa el Servicio de Investigación del Parlamento Europeo. Francia, Grecia e Italia ya han revisado, a la baja, sus previsiones sobre los resultados del sector turístico en 2020. En el caso de Francia, primer destino turístico del mundo, el Gobierno espera un desplome del 30 al 40% en la llegada de turistas, debido al coronavirus.

El impacto del COVID-19 ha empezado a notarse, también, en el sector del transporte marítimo de mercancías, una actividad económica vital para las regiones ultraperiféricas de la Unión Europea. El Índice de Contenedores de Carga de Shangai -una de las referencias mundiales del tráfico marítimo- ha bajado un 3,5% para el tráfico Asia-Europa y un 5%, para el tráfico Asia-Mediterráneo, entre el 21 y el 28 de febrero. El Baltic Exchange Dry Index, otra de las referencias del sector, que mide el precio medio de los fletes en el transporte de materias primas secas -hierro, carbón y asimilados- marcó 535 este 28 de febrero, su nivel más bajo desde 2016.

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