El primer caso de coronavirus en Gran Canaria se convirtió en la tarde de ayer en una historia rocambolesca que acabó con la afectada, una turista italiana de 61 años que no presenta síntomas, aislada en el interior de una vivienda vacacional de Arinaga (Agüimes) y tres amigas suyas retenidas en el aeropuerto cuando pretendían coger un avión de regreso a su país. Las cuatro durmieron anoche en el edificio donde pasaron la última semana de vacaciones. La primera de ellas cenando una ropa vieja, "la mejor del mundo", preparada por el casero que se ha topado de buenas a primeras con cuatro personas encerradas en dos apartamentos. Éste veía ojiplático cómo los sanitarios llegaban desde la terminal de salidas con trajes y mascarillas para evitar el contagio. Con este positivo y otros dos que se dieron en Adeje y La Laguna son ya once los casos que se han registrado en Canarias desde que comenzó la crisis. De ellos, tres han recibido el alta y ocho se encuentran bajo vigilancia médica, todos ellos italianos. Ayer, una británica de un hotel del sur de Tenerife abandonó el hospital tras dar dos veces negativo.

La crónica comienza a media tarde cuando la Consejería de Sanidad confirmaba el primer caso de esta enfermedad en la Isla: una turista italiana que había llegado hacía una semana y a las siete de la tarde de ayer tenía previsto regresar a Milán junto a tres amigas después de ver a su hijo, quien pasa una temporada en el Archipiélago para mejorar su nivel de español. La mujer se había hecho la prueba y le habían extraído sangre, que había sido trasladada al Hospital Insular donde se confirmó que tenía el virus. La primera medida fue aislarla en la habitación donde había dormido las últimas siete noches. Lo hacía en una casa terrera, de tres plantas, que anoche permanecía a oscuras.

Su dueño explicaba aún sorprendido por todo lo ocurrido que durante la tarde habían recibido la noticia de que una de sus huéspedes se había convertido en el primer caso de Covid-19 en la Isla. Éste hablaba de que había llegado con tres amigas, quienes sin despedirse se dirigieron al aeropuerto. Habían acabado ya sus vacaciones y un avión de la compañía Ryanair les esperaba para llevarlas al aeropuerto italiano de Bérgamo para regresar a sus casas. Aeropuerto que se encuentra a unos 50 kilómetros de la capital de Lombardía, en el epicentro de contagio de la enfermedad en el país europeo donde ya se ha cobrado la vida de 41 personas.

Localización

Localización

Cuando la Consejería de Sanidad tuvo conocimiento a través de una familiar de la contagiada de que las otras tres mujeres habían salido para coger el avión, dio aviso a agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Eran las seis de la tarde y en las instalaciones aeroportuarias se movilizaron los agentes para tratar de localizarlas en la zona de embarques, puesto que ya habían pasado el control de seguridad y se encontraban esperando para subir a un Boeing 737 de la compañía de bajo coste.

Todo esto sucedía mientras el propietario del edificio y su pareja se preocupaban por lo que se vivía dos plantas más arriba. Ella acudía a un supermercado y hacía una compra de 50 euros para que a la mujer no le faltara de nada. "Zumos, galletas, pan de molde, huevos, chocolatinas, magdalenas, leche...", decía, era parte de la lista de la compra. Él se afanaba en la cocina, nervioso por la situación en la que se había visto metido sin comérselo ni bebérselo. Al fuego, preparaba una ropa vieja con sus garbanzos, sus papas fritas "del país, de Santa Lucía tiernitas", su verdura y sus trozos de carne para la cena de la huésped, que seguía sumida en el interior de un apartamento a oscuras. "Estoy hecho un cocinitas", bromeaba para quitarle importancia al asunto. "Lo hago por humanidad, no podemos dejarla ahí sin nada", comentaba mientras metía la comida en un táper que, poco después, su pareja posaba en la entrada de la primera planta, que abandonaba poco después de tocar la puerta. "Baja", le insistía su novio sin saber muy bien ante lo que se enfrentan ni cómo actuar puesto que se quejaban de falta de información por parte de la Consejería de Sanidad.

Aseguraban que habían tenido que llamar al 112 para que les orientaran sobre qué tenía que hacer ante la confirmación de que en su negocio había una mujer con coronavirus. De las pocas indicaciones que le habían proporcionado, según su versión, era que se tomara la temperatura corporal dos veces al día para comprobar que no tenía fiebre. "36,8 grados" señaló el termómetro cuando se la tomó por última vez, comentaba, para después agregar que apenas había mantenido contacto con las mujeres, "sólo en el momento de la llegada cuando se registraron". Sanidad, sin embargo, apuntó que el Servicio de Urgencias Canario había estado en contacto en todo momento con el dueño de la vivienda vacacional y que lo habían llamado en varias ocasiones, la última de ellas poco antes de las nueve de la noche. Era para informarle de que tenía que volver a dar cobijo a las tres italianas que se habían ido sin despedirse y que, ahora, tendrán que esperar aisladas unos días para volver a sus casas.

Con sigilo

Con sigilo

Estas había sido localizadas en el aeropuerto. Según informó anoche la Guardia Civil, los componentes de la Oficina de Análisis e Investigación de Seguridad Aeroportuaria (Odaisa), pertenecientes al Destacamento de Seguridad Aeroportuaria, junto con el equipo Ícaro encargado de comportamientos anómalos y respuesta operativa, encontraron a tres mujeres cuyo aspecto físico coincidían con los que le habían proporcionado. Para evitar llamar la atención, las llamaron por megafonía y con un método de seguimiento discreto las localizaron y las llevaron a una sala de embarque aislada para evitar crear alarma. Allí esperaban los servicios médicos del aeropuerto, quienes trataron en primera instancia con las mujeres. El aislamiento se produjo a las 18.39 horas, precisó el Instituto Armado, y la decisión del Servicio Canario de Salud (SUC) fue trasladarlas en una ambulancia medicalizada del Servicio de Urgencias Canario de vuelta a la vivienda vacacional de Arinaga.

El dueño se encargó de recibirlas. Eran las 20.45 horas cuando la ambulancia hizo acto de presencia. Contaba que sólo uno de los sanitarios bajó del vehículo inmerso en un traje que le cubría todo el cuerpo para impedir estar en contacto con las dos ciudadanas italianas. Él, sin protección alguna, le dio como pudo las llaves para que abriera la puerta de uno de los apartamentos. Fue cuestión de minutos. Entraron y la ambulancia volvió a abandonar el lugar. "Era como si tuvieran la peste", describía. En la calle se personaron también agentes de la Guardia Civil, que custodian la zona. Todas quedaron hospedadas bajo arresto domiciliario en un apartamento, diferente al de la mujer que había dado positivo por Covid-19. Esta última se encuentra completamente aislada y sólo mantiene contacto con sus familiares a través del teléfono. Entre ellos se encuentra su hijo, quien anoche también acudió para proporcionarle más alimentos.

Los servicios médicos acudirán durante el día de hoy en dos ocasiones a la vivienda para tomar la temperatura corporal a las cuatro mujeres a la espera de nuevos resultados. En cualquier caso, Sanidad destacó que la turista que dio positivo esta asintomática, es decir, que ha contraído el virus pero que no tiene tos, ni tampoco fiebre ni dificultades para respirar, por lo que se encuentran a la espera de nuevas pruebas para decidir si le dan el alta.

Hasta entonces, la pareja de la vivienda vacacional vive en una nube. "Estoy sorprendido, estoy flipando", apuntaba el hombre, que se mostraba además molestos con tres de las cuatro mujeres porque, declaraba, abandonaron las habitaciones sin despedirse, "sin decirnos nada de lo que pasaba". Y se preguntaba hasta cuando va a tener un "hospital ambulante" sobre sus cabezas, quienes se van a hacer cargo de los gastos y, sobre todo, quien les quita el disgusto que tienen desde la tarde de ayer encima.