Las representaciones tridimensionales femeninas de barro cocido forjadas por los antiguos pobladores canarios, que hoy custodia El Museo Canario, encierran un caudal de revelaciones en torno al papel que desempeñaron las mujeres aborígenes en un contexto social patriarcal y desigual. Pese al tamaño mínimo de estas denominadas "figuritas", la conservadora Teresa Delgado Darias condujo ayer una visita nocturna a una de las salas del centro en la que, bajo el epígrafe Modelando identidades, deshojó las distintas lecturas que alberga este conjunto de piezas acerca de los patrones socioculturales y las relaciones de poder marcadas por la discriminación machista.

"En el mundo de la arqueología y, sobre todo, en períodos donde no existen textos escritos, las materialidades generadas por esas poblaciones nos permiten acercarnos a las relaciones de género y el papel de las mujeres", señala la conservadora, quien destaca que "el género es un principio que pauta una parte de las formas de organización y estructuración de casi todas las sociedades pasadas".

En esta línea, estas pequeñas representaciones figurativas constituyen, junto con los restos humanos, una de las fuentes de infomación principales para reconstruir las relaciones de género a través del análisis de su materialidad, iconografía y elementos de representación y significación, así como de su recontextualización en el marco social, económico y político en que fueron producidas. Además, en el caso de la producción que atesora El Museo Canario, la muestra evidencia el predominio de figuras humanas y, sobre todo, femeninas, que conviven, en menor proporción, con las representaciones de animales.

"El cuerpo humano es un texto donde se escriben todas las realidades sociales, porque tiene una enorme carga cultural, social, política y biológica", indica Delgado, "así que la manera de ataviarnos, adornarnos, sentarnos o movernos es una forma de comunicación no verbal a través de la imagen". En este sentido, la identificación del cuerpo femenino en las figuritas ya revela que "el sistema de relaciones sociales y culturales se cimienta en la diferenciación por sexos", añade la conservadora.

El estudio de las figuras de barro cocido pone de manifiesto que la sociedad aborigen canaria se inscribe en un esquema patriarcal y matrilineal, dividida en estratos definidos por la riqueza. Así lo demuestra la preponderancia de representaciones de órganos sexuales femeninos relacionados con la reproducción y distintos estadios del embarazo. "Esta tendencia nos indica que, probablemente, todas esas estatuillas reproducen momentos en el curso de la vida de la mujer que son importantes para este grupo humano. Y todos esos momentos destacados tienen que ver con el mundo de la fertilidad", indica Delgado.

Desigualdad

Desigualdad

Si bien estas representaciones se vinculaban, hace no muchas décadas, al mundo de los ídolos como expresión de una ritualidad basada en la religión, este registro arqueológico apunta a un esquema de organización social basado en la herencia de los linajes maternos, de manera que "a través de las mujeres se hereda o se transfiere el poder político, que siempre está en manos de élites sociales masculinas".

Las crónicas del período histórico de la conquista y la colonización glosan esta profunda brecha de desigualdad, "puesto que las mujeres son la única garantía de acceso a ese ejercicio del poder directo del que, sin embargo, están totalmente excluidas, pese a que lo transmiten", subraya la conservadora. "La mujer ocupa un lugar claramente secundario en la sociedad, donde la gestión y control de su fertilidad está en manos de unos órganos de poder exclusivamente masculinos".

Además, junto a la trascendencia de la reproducción biológica y la regeneración de la vida social, las figuritas también revelan "una gran preocupación por la mortalidad infantil y maternal en el proceso de gestación, entendido como parte de los procesos económicos y de control demográfico que realizaba esta sociedad para garantizar la reproducción".

Esto se debe, en palabras de la conservadora, a que "también tenemos estatuillas que presentan un engrosamiento de extremidades o de vientres, lo que responde, según las crónicas, a una práctica ritual en la que la mujer era sometida a una sobrealimentación obligada durante 30 días, porque se consideraba que las mujeres más gruesas podrían dar a la luz a niños más sanos y hermosos, así como tener una mayor supervivencia durante el embarazo o el parto". A este respecto, Delgado señala que "en el norte de África todavía hay sociedades donde se practica este engorde prenupcial, lo que muestra claramente unas relaciones de género desiguales".

Con todo, otra de las perspectivas de estudio que trajo a colación el recorrido y según la cual se perpetuarían los pilares del patriarcado en los relevos generaciones sucesivos estriba en la situación física de las estatuillas, que presidían los ámbitos domésticos y cotidianos. De esta manera, la conservadora destaca que "los niños y las niñas ya comienzan a asimilar este sistema de normas que regirá su mundo desde la infancia, de modo que la situación de estas figuritas en la vivienda sirve para reforzar esas ideas del poder, que se irán transmitiendo de generación en generación".

Además, las fuentes de información también revelan un acceso desigual a los alimentos y unos patrones de violencia física perpetrada de hombres hacia mujeres, lo que reafirma el pasado histórico machista en que se enraiza nuestra sociedad.