Las niñas y niños que estudian en los pupitres y juegan en los parques del presente, serán las mujeres y hombres del futuro. Por ello, la educación en valores igualitarios y cooperativos son las semillas del cambio que permitirá a las próximas generaciones construir una sociedad inclusiva, libre de brechas de género, violencia machista y techos de cristal. Sembrar desde edades tempranas la idea de que ellas pueden considerarse valientes, independientes y fuertes y ellos cariñosos, reflexivos y vulnerables, ayudará a que crezcan sin estereotipos sexistas que terminarán por marcar sus roles en la edad adulta.

Coeducar o educar en igualdad significa identificar los valores asignados históricamente a lo masculino o a lo femenino y llevar a cabo las medidas necesarias para erradicarlos del lenguaje y del comportamiento. Esta línea de trabajo está extendida en numerosos centros educativos del Archipiélago, donde ya cuentan con un plan de trabajo y personal docente especializado para velar por que el material didáctico esté libre de estereotipos y que las niñas y los niños cuenten con las mismas oportunidades para desarrollar su personalidad, con la libertad para elegir qué ser y cómo ser.

El lienzo para dibujar un cambio real y efectivo son los niños, pero los pinceles están en manos de todos los agentes sociales que les rodean, desde los programas que ven en la televisión a los libros que leen, pasando por la música que escuchan. Si bien las escuelas y las familias son los principales referentes en la transmisión de valores y comportamientos. Tanto el sexismo como la igualdad se absorben desde la infancia, dado que, al nacer, el ser humano tiene una gran capacidad para adaptarse al entorno; sin embargo, esa plasticidad se va reduciendo a medida que pasan los años y resulta fundamental fomentar la formación integral y desarrollar en los estudiantes el pensamiento crítico para que sean capaces de razonar de forma independiente y forjar una reflexión constructiva sobre los mensajes no igualitarios que pueden recibir continuamente a través de su entorno.

Las mujeres que nos faltan

A pesar de que ya se han dado muchos pasos, detener la violencia machista o cerrar las brechas de género no puede ser una tarea solo de las mujeres. La complicidad e implicación de los hombres se antoja imprescindible. Mientras el número de mujeres que denuncian a sus parejas sigue incrementándose y continúan los asesinatos, hay muchos hombres que consideran que este problema les es ajeno porque ellos no son los agresores, por lo que no estiman necesario dedicar tiempo y esfuerzo a disuadir a los potenciales agresores. No se reclaman actos heroicos, basta con tener un comportamiento igualitario en la vida y en las relaciones, reaccionar ante expresiones o conductas machistas, para incomodar a aquellos que las dicen o las hacen. Para lograr esto, es necesario que los varones asuman e interioricen valores respetuosos e igualitarios a través de la coeducación.

La educación igualitaria se esfuerza por introducir en las diferentes materias el estudio de las aportaciones que han hecho las mujeres a lo largo de la historia. Las niñas necesitan descubrir referentes femeninos de éxito con los que sentirse identificadas, que les sirvan de inspiración y les ayuden a entender que pueden destacar en cualquier campo del saber. Las mujeres tienen que recuperar espacios perdidos en los libros de texto ya que, sin el reconocimiento de su talento, el aprendizaje de las diferentes materias estará sesgado.

La batalla por la igualdad se refleja en la historia de cada niña, de cada joven y de cada mujer. Hoy, 8 de marzo, se conmemora la lucha de las féminas por visibilizar su participación en la sociedad. Las calles de todas las ciudades se tiñen de violenta y la cuarta ola feminista se hace notar para reivindicar los derechos que quedan por conquistar y para reafirmar la necesidad de vivir en una sociedad igualitaria. Un reflejo de la ruptura de barreras y de la erradicación del machismo que ha comenzado y que ya es imparable, son los testimonios de las ocho mujeres que a continuación relatan sus vivencias en entornos laborales masculinizados. Y quienes también creen que la educación en igualdad es la palanca de cambio.