¿Y si la pandemia de 2020 le pillara en la otra punta del continente, dejando a Canarias dentro de la ecuación final del probable cierre del tráfico aéreo? O peor aún, ¿al otro lado del Atlántico, concretamente, en Costa Rica? Ese ha sido el fin de vacaciones de Sara Mendoza Vega, una joven de San Bartolomé de Tirajana. Como primera opción tenía Malasia, pero se avino a tiempo y decidió irse al país caribeño con la agencia 3000 Km, conocida por organizar viajes a distancia en grupo donde los participantes de varias latitudes se encuentran en el punto de partida. Sin embargo, la crisis del coronavirus ha provocado que las últimas horas sean un sinvivir debido a que, adelantado el vuelo, no le aseguran que pueda subirse al avión.

Ahora mismo, con wifi y datos móviles intermitentes y urgentes para hablar con un círculo íntimo, está con seis compañeros españoles más que vinieron desde Toledo, Castellón, Murcia y Tarragona. "Estábamos estupendamente hasta el domingo -cuando se decretó el estado de alarma en España- y todo iba bien hasta que las noticias dijeron que el virus había llegado aquí, que iban a cerrar fronteras? Ahora estamos un poco asustados por la vuelta", comenta vía WhatsApp. De repente, el aluvión de noticias les impactó. Rápidamente, se organizaron ella y sus compañeros y adelantaron el trayecto al sábado 21 con escala en Colombia, Madrid y, finalmente, a la isla de Gran Canaria.

A pesar de tener una hora concretada, las 16.15 horas, no hay nadie que les asegure el despegue. "Le mandé un correo a la embajada española, de manera personal, debido a que llamamos y no nos cogen el teléfono", detalla, "y la respuesta -del martes- ha sido que salgamos cuanto antes del país". Por ello, están buscando vías alternativas y presionando para que, en cuanto antes, se les traslade. "Cada vez estoy más nerviosa, no me quiero quedar aquí", confiesa, "si el virus me pilla aquí no es lo mismo que sea en España, la sanidad de Costa Rica no tiene nada que ver con la nuestra".

Por ahora, y según los últimos datos actualizados, son 41 las personas contagiadas en el país y se ha declarado la emergencia nacional así como el cierre de las fronteras. El presidente, Carlos Alvarado, pedía ayer a la población "señalar" a la gente que no cumpliera con las medidas contra el microorganismo alegando que de esta forma se concienciaba a la población para proteger a los sectores más vulnerables del contagio.

La alarma social también se vislumbra en los pequeños detalles. Por ejemplo, ante la venida de los compañeros andaluces admitieron entre ellos, más tarde, que el recelo a posibles contagios hacía que no quisieran relacionar se con los nuevos españoles, "no sabes cuánto tiempo hace que salieron del país ni si traen el virus". Incluso, en una cena al amparo de la selva, "entramos en un restaurante a comer y nos dijeron que si no nos lavábamos las manos, no nos servían la comida". Ojo avizor.

Ahora mismo, las aguas cristalinas y la arena blanca de Puerto Viejo, localidad en la que se halla Mendoza, parece refractario al resto del mundo. "Aquí no tienen los medios sanitarios para detectar los casos de coronavirus con la misma rapidez que nuestra sanidad y, sinceramente, los costarricenses están felices y contentos, como que no se preocupan tanto por lo que pasa", comenta.

Pero la vida no se detiene, tampoco en el mundo profesional. Mendoza es asesora laboral en una cooperativa de taxis en Mogán y ahora mismo está "un poco perdida". "En el trabajo ya están tomando medidas con el tema de los despidos, y la incertidumbre ahora es que quiero volver a casa". Hasta el cierre de esta edición, la compañía Avianca mantenía los destinos programados para el fin de semana.

A su lado se encuentra Raquel, quien trabaja como personal sanitario de la región valenciana. Cuando solicitó y le firmaron las vacaciones no hubo ningún inconveniente hasta el domingo pasado. "Mi jefe me avisó y me preguntó cuándo volvía, entonces, al complicarse la situación yo ya no me sentía bien estando aquí viendo cómo se estaba desbordando todo en España", aclara.

La preocupación la llevó a instar a la agencia 3000 Km el adelanto del vuelo programado, "me dijeron el viernes pasado que habían pedido autorizaciones, les dije que yo lo pagaba y, finalmente, me contestaron que no se podría solucionar hasta el lunes 16". La angustia y la espera impacientaron a la médica y decidió planear por su cuenta el traslado al aeropuerto a la capital de San José. El retraso provocó un aumento de los precios, llegando a los 1.600 euros el día 17, por lo que le habían planteado salir el día 19 por algo más de 600. Raquel se negó en rotundo, "me puse nerviosa porque me di cuenta que me estaban toreando, y me dijeron que estaba siendo una exagerada y que le estaba dando demasiada importancia a todo", refiriéndose a la crisis global.

"No hemos tenido ningún tipo de información de la agencia, toda es la que recibimos por familiares y amigos, y esperemos que no nos cierren el tráfico aéreo, ya que la empresa no se haría cargo ni de nuestra estancia ni de los problemas sanitarios", finaliza, extenuada por las últimas horas. Solo falta cruzar los dedos.