Música en los balcones y ventanas para poner a bailar y a cantar a todo un vecindario o para infundir sosiego y emoción al confinamiento, muestras públicas de gratitud hacia los sanitarios que están en el frente de la lucha contra la pandemia, empresas y particulares que ponen sus bienes a disposición de quienes más lo necesitan, cómicos y ciudadanos de a pie que convierten las redes sociales en un refugio de humor y distensión...

La inventiva y el espíritu de colaboración están abundando durante una cuarentena que se prevé larga. Cada uno aporta lo que puede y cada contribución es bienvenida, más en unos momentos en los que podemos tener la tentación -errónea- de pensar que los casos de insolidaridad y falta de civismo que se difunden a través de internet son mayoritarios.

Un parto en casa

Pasaba algo más de una hora de la medianoche del miércoles cuando Roma venía al mundo en una vivienda de Garachico. El nacimiento fue asistido por la abuela materna del bebé, Mari Curbelo, y por el marido de la parturienta. La ambulancia llegó justo cuando Roma hacía acto de presencia. "Menos mal, porque si no al padre le da un infarto", comenta la abuela, a la que la rapidez con la que se produjeron los tres anteriores partos de su hija le hacía sospechar que, en unas circunstancias como las que se viven desde que se decretase el aislamiento, este podía tener lugar en el mismo domicilio.

Cuando Mari llegó a la casa, su hija ya estaba sentada en la cama con contracciones. Llamaron a la ambulancia, pero en lo que esta acudió a la vivienda, Roma ya se había propuesto nacer. "Se tomó en serio eso de que no se podía salir a la calle, así que en casa", bromea la abuela de la pequeña, quien confiesa que pasaron "muchos nervios" pero que la experiencia fue "muy bonita". Madre e hija, que se encuentran perfectamente, están ingresadas en el Hospital Universitario de Canarias (HUC) y mañana recibirán el alta.

Marejada, marejada

Unas horas antes de que Roma irrumpiera en la vida de su familia, y a más de 60 kilómetros de distancia, una conocida melodía rompía el silencio que reinaba en los alrededores de la calle Tomé Cano de Santa Cruz de Tenerife. DJ Martin había sacado sus altavoces al balcón para hacer sonar la popular Marejada y convertir la zona en una verbena durante unos minutos. La canción fue coreada por los vecinos, jaleados por el propio disc-jockey, que anunciaba otra verbena en los balcones a las 18 horas de mañana. "Todo el mundo con la chuletita y la cervecita en el balcón", decía.

El protagonista de esta iniciativa confesaba ayer estar "sorprendido" por la respuesta. "Ha sido un boom. Me va a explotar el móvil", manifestaba Martín, que buscaba con esta acción "dar un poco de luz a los vecinos, sobre todo a los niños, que están recluidos estos días". Él no es ni mucho menos ajeno a los problemas que ha planteado la pandemia. Su madre, de 76 años, tiene afecciones cardíacas, con lo que su preocupación es "enorme".

Un arroró para el vecindario

La tinerfeña Ana Alonso Gutiérrez, de 19 años, ha puesto su destreza musical al servicio de sus vecinos en estos días de encierro. Con más de una década de estudios -que hoy continúan en el Conservatorio Profesional de Música-, interpretó el martes el Arroró, de los Cantos Canarios de Teobaldo Power, el miércoles una pieza de Ennio Morricone, incluida en la banda sonora de La misión, y ayer Nube de hielo, de Benito Cabrera. La idea surgió de la Orquesta de Jóvenes Músicos de Canarias, que había propuesto a sus integrantes subir a las redes cada día un vídeo con una interpretación, pero ella decidió hacerlo con público, el vecindario de la céntrica calle de Santa Cruz de Tenerife donde reside.

"En esta situación, todos debemos aportar algo, y lo que yo podía hacer era esto", explica con sencillez. Su regalo ha sido muy bien acogido. Le han llovido las felicitaciones y los requerimientos de los medios de comunicación, y su madre y su tía han podido ver cómo algunos de sus vecinos lloraban de emoción durante su pequeño concierto.

Solidaridad hotelera

Del turismo, uno de los sectores más afectados por el estado de alarma, ha partido una de las iniciativas solidarias que se han desarrollado durante la cuarentena. Obligados al cierre -sea por un decreto gubernamental que no acaba de llegar o por la mera ausencia de clientes-, los hoteleros tinerfeños han acordado donar productos perecederos en buen estado -carne, frutas, pescado- a organizaciones no gubernamentales y a los propios trabajadores del sector, que durante estas semanas estarán en el paro.

En el norte de Tenerife, la operación la comanda el vicepresidente de Ashotel en la zona y director del hotel Tigaiga, y participará "la inmensa mayoría" de los establecimientos. "Somos conscientes de que esta situación no es fácil y queremos colaborar", recalca Talg. La patronal nacional del sector, Cehat, ha animado a todas las empresas a contribuir a esta iniciativa.

Una casa para quien la precise

Eduardo Génova, un joven tinerfeño que vive en Reino Unido, ha puesto una vivienda que tiene en las Ramblas de Santa Cruz a disposición de quien la necesite -personal sanitario y de emergencias, personas que tengan que aislarse- y sin coste alguno. "Son circunstancias excepcionales que requieren respuestas extraordinarias", dice Génova en su cuenta de Facebook, donde aplaude los "sacrificios" que hacen muchos ciudadanos en esta situación. "Esto pasará", anima a los canarios.

Que no falte el humor

Cómicos profesionales y espontáneos hacen más llevadero el aislamiento con sus ocurrencias. El abubukaka Víctor Hubara lleva en Instagram, junto a otros compañeros, una crónica ficticia de la cuarentena en la que esta se ha prolongado hasta 2021. En una iniciativa a medio camino entre la picaresca y el humor, un lanzaroteño ha sacado a pasear una gallina con correa y todo. A ver quién le discute que es su mascota.