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CRISIS DEL CORONAVIRUS Entrevista a María José Betancor

"Si crece la actual globalización estas pandemias se pueden reproducir"

"En la historia, ante cualqueir enfermedad nueva no se sabe cómo actuar por desconocer siempre su extensión", afirma

La historiadora de la ciencia María José Betancor, en su despacho. LA PROVINCIA/DLP

Como historiadora de la ciencia, ¿le parece comparable la actual pandemia del coronavirus con las epidemias sufridas en Canarias a lo largo de los siglos?

Las epidemias siempre se parecen, más que por la mortalidad, -que en este caso es muy alta y el número de infectados está infravalorado por haber mucha gente asintomática- por hablar de una enfermedad infecciosa de alta transmisión que produce reacciones similares en la historia en todas las comunidades, como son el miedo al contagio, los bulos sobre panaceas para evitarla y tratarla y críticas a los políticos por su comportamiento ante la epidemia.

¿Es la actual la peor epidemia conocida en las Islas, o han sido más letales las anteriores?

Mucho peores fueron las anteriores. El cólera de 1851 mató al 10% de la población de Gran Canaria y al 20% de la capitalina.

Su doctorado sobre la salud pública, sin duda le da autoridad para enjuiciar los aciertos, las carencias y los errores de los gobiernos actuales en su respuesta a la aparición y la expansión del CO-VID19?

Yo comencé con temas de salud pública estudiando la prevención de las enfermedades infecciosas. Mi doctorado es en Historia de la Ciencia con una tesis en Historia de la Medicina, especializada en el siglo XIX. Mi formación inicial fue con médicos y tengo una plaza en excedencia con ellos. Ahora trabajo sobre Chil y Naranjo. Pienso que la Historia de la Medicina sirve para entender mejor la medicina actual. A lo largo de la historia, por tanto, podemos ver en que cualquier enfermedad que consideramos nueva no se sabe bien cómo actuar porque no se conoce bien cómo se va a extender. Los virus se han empezado a reconocer en el siglo XX. Del coronavirus sabemos que surge en China y que la gente intuye que va a venir aquí, pero hay veces, como en epidemias anteriores de Oriente o África que no llegan con esta virulencia. Hemos visto que a mucha gente que ha sido crítica con el confinamiento no le ha quedado más remedio que rectificar. Los virus tienen una gran facilidad de mutar, por lo que desconocemos si volverá el año que viene, pero los expertos dicen sin certeza que, normalmente, si ocurre regresará más mitigado en su letalidad.

¿No le parecen escandalosas las demoras en las compras de material sanitario y, sobre todo, en su recepción?

No tendría sentido que ningún país estuviera preparado para un cambio en las necesidades sanitarias como las que tenemos en este momento. El material sanitario hay que guardarlo bien. Si esto no sucede podría tener una obsolescencia que eliminaría su validez al quererlo utilizar. Lo que sí pienso es que España debería tener la posibilidad de fabricar más mascarillas de calidad y respiradores, aún costando más caro, en vez de tenerlo todo deslocalizado. Los respiradores se emplean todos los días en todos los hospitales del país y debería haber un acceso fácil. El Gobierno se está esforzando en comprarlos y no encuentra dónde. La especulación que se ha producido con las mascarillas nos debe servir para crear un modelo diferente.

Entre otras líneas de investigación tiene especial relieve su Historia de las Epidemias. La gente se pregunta cómo es posible que en pleno siglo XXI sigan haciéndose planetarias y pongan en evidencia la precaria autodefensa de los países del llamado primer mundo?

Las epidemias se han hecho planetarias muchas veces. Lo que pasa es que la medicina y la salud no dependen de que tengamos muchos médicos de gran calidad en el primer mundo y mucha tecnología porque la globalización hace que enfermedades que antes tardaban tiempo en llegar ahora lo hagan en horas. El cólera en la India era endémico y no llegó a Europa hasta el siglo XIX. En ese periodo hubo cuatro grandes pandemias en el continente que se extendieron porque aparecieron los barcos de vapor. Anteriormente, venían barcos infectados con enfermos de cólera, pero la epidemia se extinguía en la nave por el número de días que se tardaba en llegar a Europa. Nos tenemos que plantear, con la actual crisis, el mundo globalizado porque no es normal, por ejemplo, que las camisetas vengan de China, algo ecológicamente no sostenible y tampoco es normal que Alemania se viera con retención en la producción, aún sin contar con el coronavirus, de medicamentos necesarios para patologías comunes porque determinados componentes venían de China.

Es autora del libro titulado Epidemias y Pleito Insular , un tándem sorprendente. ¿Cuál es la relación?

Se incluyen el pánico, los problemas económicos que siempre han producido las epidemias y los emocionales y políticos. En el Antiguo Régimen había Cabildos insulares. El problema del pleito insular empieza con el decreto de Javier de Burgos que crea las provincias en España. Santa Cruz era provincia única y ya aparecieron quejas de Gran Canaria por el maltrato desde allí. En Las Palmas el cólera mató a un 20% de la población y los médicos ocultaron la enfermedad, algo mal hecho, pero Santa Cruz dictaba cuánto tiempo debía estar incomunicada Gran Canaria y el periodo de incomunicación fue excesivo. No soy insularista, no obstante pienso que hubo un intento de perjudicar la economía grancanaria. Por otra parte, Santa Cruz tuvo tres epidemias de fiebre amarilla en el siglo XIX. Las Palmas, cuatro, contando con la de 1838. Las de Tenerife llegan a Las Palmas, sin embargo la de 1838 y el cólera de 1851 no se contagian a Tenerife, porque esta isla tenía la capacidad de incomunicar a Las Palmas, pero no al contrario.

Siendo el nuestro un territorio insular, ¿no cree que el cierre total de cada Isla hubiera sido más viable que en el continente?

El nivel de confinamiento que tenemos con la disminución de vuelos es bastante dura. Hay veces que me ha parecido razonable el cierre del espacio aéreo para que no se propague una epidemia, pero tenemos turistas que se han quedado aquí retenidos y había que permitirles volver a sus países. Además, nos interesa protegerles por nuestra propia economía turística. No creo que sea prudente dejar totalmente incomunicada una isla.

¿Le parecen posibles, o increíbles, las presuntas maniobras conspiranoicas que ven la pandemia como agresión programada de unas potencias contra otras?

Creo que nadie tiene datos claros de cómo y por qué empezó esta epidemia. Sí veo determinadas maniobras conspiranoicas. Repito que es un momento para plantearnos qué tipo de globalización queremos a largo plazo. Desde el punto de vista ecológico no se mantienen los constantes viajes a China desde Europa. Si esta globalización va en aumento este tipo de problemas de pandemias pueden reproducirse o aumentar. Si las personas que llevan media vida trabajando en virus, como Adolfo García-Sastre en Nueva York, aceptan que conocemos todavía poco el coronavirus, no se sostiene que haya mucha gente algo indocumentada con ideas clarísimas sobre el tema.

Entre sus estudios figura el de las conferencias sanitarias internacionales. ¿Han tenido alguna eficacia, o sus acuerdos decaen y se olvidan sin cumplir las medidas de defensa frente a futuras epidemias?

La primera conferencia fue en 1851en París cuando se produjo el cólera en Las Palmas. A partir de ahí las hubo de manera periódica y se vieron cuestiones que se dan ahora en la política internacional. Siempre acuden un representante sanitario y otro político. Con la llegada del cólera a Europa se establecieron medidas muy estrictas en los sitios por donde se creía que entraba, pero fuera de las fronteras europeas. Dentro del continente eran muy reacios a considerar esta enfermedad como contagiosa. En las conferencias sanitarias se seguía discutiendo que se trataba de un miasma infeccioso, pero no contagioso, -pese a que los expertos ya lo confirmaban- porque si se asumía el contagio había que cerrar ciudades y, además, traía recuerdos de lo que ello implicó en la Edad Media con la peste. Tuvo que llegar a Alemania una epidemia grave a finales del siglo XIX para que se empezaran a tomar medidas. En 1948 aparece ya la OMS, cuyo papel, en mi opinión, se debería de revisar.

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