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Crisis del coronavirus Atrapados por el mundo

Una aventura encerrada en cabina

Raquel Valle pasa la cuarentena atrapada en el interior de un barco de crucero atracado en Dubái - Durante su estancia en el navío han dado positivo en coronavirus 11 personas

Imagen de los compañeros de trabajo haciendo deporte durante el confinamiento. LP / DLP

Pocas personas son capaces de alejarse de lo ordinario y enfrascarse en una gran aventura, pero Raquel Valle no es una joven común. Con apenas 23 años ha podido ver una gran parte del mundo, pues su trabajo como terapeuta estética -que inició al concluir los estudios de Estética Integral y Bienestar- en la conocida compañía de cruceros Pullmantur le ha permitido alejarse de casa para conocer otras culturas y paisajes, así como para ejercer la profesión que más le gusta.

Y es ese espíritu inquieto el que la ha llevado a la situación en la que se encuentra hoy; atrapada en la cabina de un barco atracado en la ciudad de Dubái desde hace más de una semana. "Nos han comunicado que hay más de 40 personas enfermas y unas 11 han dado positivo de coronavirus", expresa preocupada. La crisis vírica parece no haberse dejado ningún rincón del planeta atrás y en los Emiratos Árabes también siguen rigurosamente medidas restrictivas para evitar que el temido coronavirus siga extendiéndose a sus anchas; la cuarentena no es una opción, es una obligación.

La muchacha inició este viaje desde la Isla hasta el continente asiático con un contrato de trabajo. Todo fue bien durante el mes de febrero, en el que inició con la compañía varios viajes tocando los puertos de Abu Dabi, Khor Fakkan, Muscat y Khasab (estas últimas ciudades ubicadas en Omán). "Cuando se inició el temor por el virus muchos puertos negaron el acceso al crucero, por lo que se aumentaban los días de navegación", explica Valle.

El impacto más grande llegó el fin de semana del 13 al 14 de marzo. "Ya en ese momento había temor en el barco, porque había varios casos de gripe; de hecho, a una compañera la aislaron porque se había puesto enferma", relata la joven. "Sin embargo, el choque llegó cuando embarcaron a unos 300 viajeros el sábado y de pronto el domingo les comunicaron que tenían que abandonar el navío", explica asombrada, pues aún en ese momento la información era muy escasa.

"Pensamos que algo importante había pasado", añade. La incertidumbre y el miedo impresionaron a los miembros de la tripulación y trabajadores del crucero, que no sabían en qué situación se encontraban tras el desalojo repentino de los clientes.

"La compañía no tardó en decidir desembarcar a una buena parte de la plantilla, que sumábamos aproximadamente 800 personas", comenta Valle. "Los empleados del spa estamos subcontratados, pertenecemos a otra empresa; nos comunicaron que no era muy rentable pagarnos un billete de vuelta a casa", expresa sin creérselo aún. Manifiesta que tras irse un 80% de los empleados del navío, "nos hemos quedado mis compañeros con los técnicos, ingenieros y tripulantes del puesto de mando, los trabajadores necesarios". De este modo se ha visto obligada a cumplir la cuarentena -impuesta en la nave desde el pasado 21 de marzo- en una de las cabinas, al principio pudiendo salir para comer al bufé, "pero ahora ni siquiera para eso, nos acercan la comida hasta la puerta", sostiene.

La situación es claustrofóbica, el entretenimiento muy escaso y la inquietud no hace más que incrementarse. "Tenemos wifi gratis, pero no nos sirve más que para chatear por el wasap; no podemos hacer ni recibir llamadas, ni navegar por internet", explica, insistiendo en que además la cobertura es muy mala y los mensajes tardan mucho en enviarse o en ser recibidos.

En su cuarto (de pequeñas dimensiones, según detalla) solo tiene una televisión que reproduce las mismas películas una y otra vez, por lo que sus momentos de despeje emocional se encuentran en la lectura. "También nos hemos dedicado a hacer deporte; durante unos minutos salimos a la puerta de nuestras cabinas y nos estiramos", explica, sin olvidar que tienen que someterse por la mañana y por la noche a una medición de temperatura.

A pesar de que intenta llevar la situación como puede, confiesa que la poca información que les ofrecen la atemoriza. El pasado jueves escuchó que habían tenido que desembarcar a cinco personas por encontrarse en un grave estado de salud, pero para el domingo ya le habían comunicado que unas 40 personas se encontraban en estado grave de salud y unas 11 habían dado positivo en el test del coronavirus. La noticia no hace más que incrementar su malestar por las circunstancias y las ganas de volver a casa.

Su familia no se ha cruzado de brazos en esta situación. "Mi madre se puso en contacto hace unos días con el Ministerio de Asuntos Exteriores", añade la muchacha, que espera que pronto puedan darle una solución a su problema e iniciar una repatriación. Junto a ella se encuentra otra española, procedente de Cádiz, en las mismas circunstancias, a la espera de que el Gobierno tome cartas en el asunto. "Hemos contactado con el consulado español, que nos ha comunicado que Emiratos Árabes ha cerrado todos los aeropuertos por 15 días", explica la joven. Su aventura está paralizada, al igual que el mundo que la rodea. La lucha contra el virus se basa precisamente en eso, en un parón sin fecha límite. "La situación es muy complicada, habrá que ver cómo se desarrolla: cada día hay algo nuevo", concluye.

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