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Crisis del coronavirus Atrapados en el extranjero

Desamparada en Tanzania

Marta García-Panasco denuncia el olvido al que se vio sometida por el Gobierno al tiempo que le exigía regresar a España

Marta García-Penasco junto a un niño en su voluntariado en Tanzania. LP / DLP

Cada euro que ha necesitado para regresar a casa ha tenido que rascarlo de su bolsillo porque el Gobierno se ha olvidado de ella en plena crisis sanitaria. Marta García-Panasco, una joven economista de 26 años de Guanarteme, se ha visto obligada a desembolsar 1.000 euros, todos sus ahorros, para sufragar un billete de avión desde Tanzania, donde hasta hace poco más de una semana hacía un voluntariado, hasta Madrid, y de allí tomar otro vuelo a la Isla. "¿Para qué están las embajadas, para representar a un país y crear eventos? Porque no me han ayudado en nada, me he llevado un gran chasco", lamenta la joven.

Su aventura comenzó el 1 de marzo y su intención era hacer un voluntariado medioambiental de cuatro semanas, hasta el día 29 que tenía el billete de vuelta a casa, pero dadas las informaciones sobre el cierre de fronteras en algunos países y la limitación de vuelos decidió contactar con la compañía con la que viajaba, ya que hacía escala en Roma e Italia había cerrado fronteras. Ese vuelo estaba cancelado, pero fue reubicada en otro con escala en Ámsterdam para el día 24 que también se suspendió. Sin embargo, ahí no le dieron otras opciones y fue cuando comenzó su odisea.

Mientras realizaba las gestiones con las distintas aerolíneas para volver al territorio español, Marta contactó tanto con la embajada en Tanzania como con el Ministerio de Asuntos Exteriores. "Ambos me decían que tenía que volver cuanto antes a España, pero no me daban soluciones", critica, "desde el Ministerio me dijeron que iban a repatriar primero a los españoles en Latinoamérica, luego a los de Asia ya que había gran cantidad de turistas y por último a los de África; me sentí el último mono". Y entretanto, tuvo conocimiento de que desde Canarias Binter estaba repatriando a quienes se encontraban en los países de la costa oeste africana.

Marta no ha tenido miedo al coronavirus, dado que en aquel país tan solo había cuatro casos cuando ella realizaba el voluntariado. Su mayor preocupación era quedarse en tierra sin tener recursos económicos para subsistir durante un tiempo que ni ella misma calculaba. "Asumí que sería la última en ser repatriada, pero poco a poco se me iba metiendo el miedo en el cuerpo porque, si me quedaba en el país, no disponía de dinero para más de dos semanas; el programa de voluntariado concluía el día 29 de marzo, pero después no tendría alojamiento ni dinero y eso empezaba a ponerme nerviosa", relata desde su casa, a donde llegó el lunes 23.

Y el Gobierno, a través de Exteriores, insistía: tenía que volver a España cuanto antes. Con exigencias, pero sin soluciones. Y todo siempre a iniciativa de Marta. "La embajada jamás contactó conmigo, fui yo quien tenía que llamarlos constantemente", denuncia.

En aquellas circunstancias, con las exigencias del Estado, con una fecha en el país que se terminaba y sin disponer de recursos económicos, se compró otro vuelo a Madrid que le costó 1.000 euros de un día para otro. "No sabía si acabaría llegando a Madrid, o si allí tendría que buscar alojamiento o quedarme en el aeropuerto por la limitación de vuelos a Gran Canaria", relata Marta.

Inseguridad en el avión

Su incertidumbre aumentaba. "La suma de factores empezó a afectarme; lo único que quería era llegar a casa y que el Gobierno me ayudase", cuenta Marta, "no pedía que me fletaran un avión para mí sola, pero sí que estimasen fechas para la repatriación o me ayudasen económicamente si tenía que quedarme en Tanzania, pero no lo hicieron. Exteriores sabía que yo tenía un vuelo pagado para el día 29, pero nadie me garantizaba que pudiese salir de allí. He sido la voluntaria a la que nadie ha ayudado". El único apoyo que tuvo fue el de la ONG para la cual colaboraba.

Tras desembolsar los 1.000 euros, el día 22 de marzo Marta tomó el avión a Madrid y allí uno con Iberia hasta Gran Canaria, a donde llegó el día 23. "Yo tenía a Exteriores informado de todo, y me enviaron un correo el día 22 pidiéndome que por favor les dijese si estaba en España ya o no; esa fue la única ocasión en que contactaron conmigo", señala.

Su experiencia para volver ha sido frustrante. "He tenido que moverme sola, me he sentido desamparada y decepcionada, te pasa algo fuera de España y nadie te ayuda salvo que seas alguien importante o tengas contactos; me fui a cooperar pero a mí nadie me ha ayudado". Ahora, y después de haberse gastado el dinero, cree por una parte que debería reclamar al Estado, pero por otra quiere ser empática con la situación. "Yo me gasté el dinero, pero otros han perdido el trabajo o a un familiar; no voy a echar más leña al fuego, ya estoy en casa y prefiero estar tranquila conmigo misma", explica.

Marta nunca tuvo miedo al virus en Tanzania. "Allí estaba mejor que aquí, no había tantas limitaciones y podía salir a la calle", señala desde su casa, donde se mantiene en cuarentena durante 14 días después de haber pasado por lugares sensibles como los aeropuertos. De todo su periplo hace dos críticas: la falta de ayuda del Gobierno y el incumplimiento de las medidas de seguridad en el avión de Madrid a Gran Canaria, al no respetarse, asegura, la capacidad limitada al 50% para garantizar una distancia mínima de metro y medio.

La experiencia de Marta en su vuelta a casa no empaña todo lo que vivió en el país durante las tres semanas que estuvo. Allí creó, en las escuelas y entre las mujeres, conciencia medioambiental para cuidar el planeta y obtener recursos económicos a partir del sector primario. Y piensa volver, porque ella aún guarda el cariño que le brindó su familia tanzana.

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