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CRISIS DEL CORONAVIRUS

Coronavirus centrifugado

Las lavanderías son servicios esenciales, pero solo salvan el negocio las que trabajan con hospitales y centros asistenciales

Un empleado de la lavandería Atlántico mete la ropa de un cliente en una lavadora, ayer. LA PROVINCIA/DLP

Si la higiene y la limpieza son esenciales cada día, más lo son ahora con el coronavirus. Desde Sanidad se recomienda extremar las medidas de aseo personal y del hogar. Lavarse la manos a menudo, utilizar pañuelos desechables, no compartir toallas y recoger la ropa del enfermo con guantes si pasa la cuarentena en casa, así como no airearla, lavarla a una temperatura entre 60 y 90 grados y dejarla secar del todo. El virus se adhiere a la ropa, aunque se desconoce cuánto puede durar su influencia.

Las empresas de lavandería industrial son indispensables en hospitales, residencias de ancianos, centros asistenciales y en cualquier otro establecimiento operativo que se haya abierto para frenar la pandemia. También aquellos pequeños negocios del sector que dan respuesta a colectivos de trabajadores que estos días salen a la calle y quiere proteger a su familia y ciudadanos que no disponen de una lavadora a mano en casa. El virus, sin embargo, ha hecho mella en las lavanderías que prestan servicio a particulares y hoteles y apartamentos turísticos, hoy cerrados.

La lavandería Atlántico permanece abierta en la calle Padre Cueto de la capital grancanaria, aunque el trabajo se ha visto reducido a "servicios mínimos". Así lo indica su propietario José Ángel Santana Suárez, que a los 14 años fue noticia al perder un brazo al meter una alfombra en una lavadora y serle después reimplantado en el antiguo hospital del Pino. "Estamos trabajando pero sin trabajar", cuenta Santana, que estos días hacen servicios de colada por la mañana con mascarilla y guantes a personas mayores y a algún militar desplazado. También van a recogerla a domicilio.

La empresa, que abrió en 1978, tiene nueve empleados pero ahora mismo está en un impasse dado que su principal clientela son particulares y negocios cerrados por el estado de alarma. Santana, que preside una asociación del gremio, opina que el real decreto de servicios esenciales debería de haber sido solo para lavanderías que operan con centros sanitarios y asistenciales para así poderse acoger a alguna ayuda tras la caída de la clientela, al igual que otro tipo de negocios.

Héctor Nuez, propietario de la franquicia Lavanderías Speed Las Palmas, que funciona como autoservicio, señala que la afluencia de público se ha visto reducida, aunque no de manera considerable. El negocio ha extremado la limpieza de los dos locales de Tomás Morales y Primero de Mayo, donde da servicio. "Vamos a desinfectarlos dos veces al día y advertimos a los clientes de las medidas de precaución y de que es mejor que esperen en la calle hasta que la máquina termine de lavar la ropa", explica. Con la pandemia han inaugurado el servicio a domicilio, aunque han dejado para más adelante el de planchado que pensaban poner en marcha para ampliar el negocio. "La ropa la recogemos a primera hora y la entregamos a última el mismo día; la gente suele acumularla más días para que se la lavemos", dice este venezolano de padres canarios, que lleva cuatro años en la Isla. Hace unos días recibió la solicitud de una fundación para colaborar en limpiar ropa de militares y, aunque ha dicho que sí, todavía no ha recibido respuesta. "Estamos abiertos a lo que sea", apunta pese al "panorama turbio" que se avecina a la economía tras la pandemia.

El virus ha dejado sin operatividad a la lavandería y renting textil Crisabel, un negocio familiar que ha pasado de padres a hijos y que se ubica en el polígono industrial de Arinaga. Dedicada a la atención de hoteles y apartamentos turísticos su actividad ha cesado por completo por lo que han tenido que hacer un ERTE - expediente temporal de empleo - a sus 22 empleados. "Solo nos hemos quedado el de mantenimiento y yo cuando al día lavábamos 10.000 kilos de ropa", comenta su dueño Fermín Pérez Ojeda, que ha intentado dar servicio a los hospitales sin resultado dado que no se lo permiten por las medidas sanitarias que hay que tener para tratar la lencería de estos centros. La situación de la empresa no ha impedido, sin embargo, que Fermín haya regalado 6.000 servilletas para que un grupo de personas elaborasen mascarillas para la residencia Ferminita de Santa Lucía.

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