Agustín Serrallet tiene 73 años y es una de las 249 personas que, hasta el momento, han conseguido ganarle la batalla al coronavirus en el Archipiélago. Según relata, su experiencia con esta patología ha sido "muy dura". De hecho, la enfermedad le provocó una neumonía que lo llevó a permanecer 13 días ingresado en la octava planta del Hospital Universitario Materno-Infantil de Canarias. "Los primeros días fueron muy difíciles y llegué a pensar que no salía del hospital. Lo he pasado muy mal y he perdido ocho kilos, pero gracias a la labor de los sanitarios estoy vivo para contarlo", manifiesta el paciente.

Serrallet aterrizó en la Isla el pasado 10 de marzo desde un vuelo procedente de Madrid, su ciudad natal, para pasar una temporada en su apartamento de Playa del Inglés. En ese momento se encontraba asintomático, pero el contexto cambió de forma radical al día siguiente. "Tenía una sensación general de malestar, inapetencia y fiebre muy alta. Pensaba que se trataba de una gripe común, pero teniendo en cuenta mi edad y el lugar del que había venido, decidí llamar al teléfono de Emergencias -112- para solicitar que me hicieran la prueba del coronavirus ", detalla.

Fue el 14 de marzo cuando un equipo se desplazó hasta su domicilio para practicarle el test PCR. Tres días más tarde, y tras experimentar un agravamiento en la sintomatología, conoció el resultado. "No me asustó el hecho de haber dado positivo, sino la forma en la que había evolucionado la enfermedad. Comencé a escupir sangré y solicité que viniera a verme un médico", recuerda Serrallet. "Vino una doctora y me estuvo auscultando", prosigue, "todo apuntaba a que tenía una neumonía, por lo que envió una ambulancia para trasladarme hasta el hospital".

Una vez en el complejo, le realizaron una placa de tórax que confirmó el cuadro neumónico. "Me pusieron oxígeno durante unos días. Además, llegué a presentar vómitos, diarreas y fiebre de casi 40 grados. Creo que nunca me he encontrado tan mal", sostiene con contundencia.

Durante su estancia, además de paracetamol, los facultativos le administraron antirretrovirales para tratar la dolencia "Esta terapia tiene efectos secundarios y hay que firmar un papel en el que se expresa que no se responsabilizan de las posibles complicaciones. Había personas que no querían ser tratadas con estos medicamentos, pero es el único recurso que tenemos ahora mismo y pienso que hay que hacer caso a las recomendaciones de los profesionales", defiende el paciente.

Evolución

Así, poco a poco, fue anotando una evolución muy favorable. Finalmente, el pasado 30 de marzo recibió el alta hospitalaria. "Me hicieron un nuevo test y di negativo. Además, me repitieron la placa y ya todo estaba en orden. Por fin me fui para casa y aquí sigo, completamente asintomático", celebra Agustín Serrallet, quien además se siente muy agradecido con los profesionales sanitarios del citado centro hospitalario. "Lo que han hecho por mí no se paga con dinero. Quiero agradecer a todos los profesionales el esfuerzo tan grande que están realizando. Estas personas están haciendo todo lo posible para que los enfermos salgamos adelante y su esfuerzo merece ser reconocido", subraya con emoción.

En base a sus palabras, ahora mismo se encuentra completamente asintomático y ya tiene la energía suficiente como para realizar las tareas propias de la vida cotidiana. Sin embargo, como medida preventiva, debe permanecer al menos una semana más en cuarentena. Además, un médico y un enfermero se encargan de llamarlo cada día para supervisarlo. " Vivo solo, pero me siento muy bien atendido. Mis amigos también se están portando estupendamente, y se encargan de hacerme las compras y de dejarme la comida en la puerta. Estoy muy contento y me encuentro fenomenal", garantiza este ciudadano.

Por lo que concierne al modo en el que cree que pudo contraer la dolencia, Serrallet tiene muy claro que pudo producirse en el metro de Madrid. "Recuerdo que el 8 de marzo, el día de la manifestación feminista, me dirigía a casa de mi hermana y había mucha gente en el metro con golpes de tos. Yo, en concreto, estaba muy cerca de un señor que se notaba que estaba muy mal. El transporte estaba tan lleno que no podía moverme del sitio. A lo mejor me equivoco, pero pienso que fue ese día", indica el afectado.

Asimismo, cuando supo con certeza que había contraído la afección, no dudó en coger el teléfono para avisar a su hermana y a los dos amigos que fueron a recogerlo al aeropuerto de Gran Canaria. "Mis amigos son un poco mayores que yo y, desgraciadamente, se contagiaron. Uno de ellos también estuvo ingresado y el otro pasó la enfermedad en su domicilio. Por suerte, ya se encuentran bien", cuenta el paciente. "Insistí muchas veces en que no fueran a buscarme", confiesa, "sabía que venía de una zona de riesgo y ni siquiera tuvimos contacto al vernos, pero pudo ser en el coche cuando se los transmití". Su hermana, en cambio, ha permanecido todo este tiempo asintomática.

Es consciente de que esta lucha no ha sido fácil, pero no es el primer combate del que ha salido triunfante. Y es que este paciente fue diagnosticado de cáncer de huesos en 2016, una patología que afectó a su brazo derecho y que le obligó a someterse a una intervención quirúrgica en junio de ese mismo año, y a una nueva operación el pasado ejercicio anual. "La enfermedad ya está superada, pero debo seguir un tratamiento de rehabilitación. Espero poder continuarlo en algún centro después de que acabe esta crisis", apunta.

No obstante, reconoce que todas estas vicisitudes le han aportado muchísimos valores positivos. "He aprendido a querer más a mis amigos y a mi familia. Ahora siento que soy más fuerte y sé valorar las cosas importantes", apostilla. Para después agregar que, "son muchas las enfermedades que se pueden superar y el coronavirus es una de ellas, por lo que las personas con edad más avanzada no tienen que perder la esperanza".