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Crisis del coronavirus El impacto del virus en el sueño

Una pesadilla llamada Covid-19

Los cambios de hábitos provocados por el confinamiento elevan los casos de insomnio - Acostarse y despertarse tarde o no exponerse a la luz solar son algunos de los motivos

Un joven consulta su teléfono móvil en su dormitorio. DAVID CASTRO

Desde que empezó el confinamiento, Mari Carmen no es capaz de conciliar el sueño. Se acuesta pronto, pero hasta las tres de la madrugada no consigue dormirse, con suerte. Y una vez lo logra, pronto se interrumpe. Así, día tras día. El suyo no es un caso aislado. Al contrario. También le ocurre a Carlos, Borja, Loli y a un sinfín de personas anónimas que están encerradas en sus pisos y casas, sin síntomas relacionados con el coronavirus, pero sufriendo otra "pandemia" más invisible estos días, relacionada con el trastorno del sueño. Expertos ya indican que está habiendo un repunte de casos de insomnio desde la declaración de estado de alarma.

La cuarentena y el aislamiento social está afectando a nuestros hábitos. No cabe duda. Y una de nuestras rutinas más rutinarias, valga la redundancia, por cuestión de supervivencia, es el sueño, que no se escapa de esta nueva realidad que irrumpió en nuestras vidas hace un mes, de un día para otro, casi sin avisar. Pero ¿por qué la crisis del coronavirus nos está afectando al sueño? "Con seguridad, tomos estamos durmiendo peor estos días que cuando hacemos la vida estándar", manifiesta el doctor Emilio Rodríguez Sáez, neurofisiólogo vigués, experto en materia de sueño. Hay motivos, por supuesto, y también remedios.

El doctor Rodríguez Sáez explica que el sueño se regula sobre los ritmos biológicos, que tienen que ver con la vigilia (estado en el que se está despierto) y el sueño (cuando dormimos). "Los hábitos de cada día, generalmente, están muy reglados. Al modificarlos, también cambia nuestro sueño", indica. Y pone un ejemplo: "Si normalmente te levantas a las siete de la mañana, y ahora lo haces a las nueve, ya has cambiado tu huso horario. Si te acuestas más tarde, porque te quedas viendo la televisión, lo mismo".

Otro eje fundamental es el ciclo de luz y oscuridad. Ahora, se está produciendo "un cambio en la cantidad de luz que ingresa en nuestros ojos". Porque estamos encerrados y no todo el mundo tiene una casa con jardín o un piso soleado. Por si fuera poco, si por la cuarentena, nos estamos levantando de cama más tarde, nos perdemos la poca claridad de la que podemos aprovecharnos a través de una ventana. Algo "clave" para que el cerebro asocie que dentro de 12 o 14 horas es el momento de acostarse y descansar. Así lo explica Mara Mosteiro, de la Unidad del Sueño del hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo: "Se mezcla el biorritmo del día con el de la noche: el inicio tardío del sueño, pero también un final retardado de nuestro levantar. Y, si nos levantamos tarde, nos exponemos menos a la luz. Es una cadena".

El "cambio horario" del domingo 29 de marzo y "estar encerrados en un espacio" son circunstancias que "no ayudan", comenta Sáez. Lo segundo nos "impide movernos" o, en todo caso, limita nuestra actividad. Por lo tanto, el cansancio, cuando llega la noche, es significativamente inferior. Además, el confinamiento también nos impide conectar con otras personas: "Hay un déficit de relación social y eso influye negativamente en el sueño", dice el neurofisiólogo.

Pero hay más razones. Porque estamos encerrados, pero no somos ajenos a lo que sucede a nuestro alrededor, que no es poco, precisamente, ni conocido. "Al principio, el estado de alerta daba cierto chute de energía. Ahora, estamos en un periodo de desgaste, y a eso se añade la mala noticia del futuro económico, que a alguna gente la pone en alerta por el impacto que puede tener en su vida", apunta Mosteiro.

Y, claro, todas esas preocupaciones, en exceso, unidas a los demás factores, además de las típicas pesadillas, pueden generar distintos problemas y grados de insomnio: desde dificultad para iniciar el sueño hasta para mantenerlo; despertares precoces, que consiste en despertarse antes de lo esperado y no poder volver a conciliar el sueño en lo que queda de noche; y los microdespertares, que supone despejarse varias veces por la noche, durante unos segundos o minutos, debido a nuestro grado de activación, que es muy elevado. "Ya no es que las horas de sueño sean menores, sino que la calidad del sueño es peor", comenta Sáez.

Por lo tanto, haber dormido mal es casi lo mismo a no haber dormido nada, pues despertarse a cada rato "no permite llegar a fases profundas del sueño, que son las que realmente producen descanso", expresa Sáez. Y eso, en consecuencia, lleva a "aumentar los trastornos emocionales" del día siguiente, tales como el cansancio, la ansiedad o la irritabilidad, que complican la convivencia en el hogar.

Sin embargo, también hay a personas, que experimentan el fenómeno contrario al insomnio: la hipersomnia; duermen más en esta época. Puede producirse en personas que normalmente conviven con "muchísimo estrés" en el trabajo y ahora están "más tranquilas", o a un sentimiento de abatimiento, propio de estar metido en un domicilio por un mes. Eso sí, este grupo es mucho más reducido al que cada día cuando se acuesta sufre la pesadilla del Covid-19.

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