Tras más de un mes en primera línea atendiendo a pacientes con coronavirus, Andrea Vicente, de 26 años, enfermera del Hospital Sant Camil de Sant Pere de Ribes (Barcelona), ha tenido que dar un paso atrás: ha contraído el virus, según ella, por falta de material de protección.

Andrea Vicente se ha convertido así en uno de los 31.788 profesionales sanitarios (15,57% del total de casos positivos) -datos a 21 de abril- que han resultado infectados desde el inicio de la pandemia, 6.000 de ellos en Cataluña.

Y no es la única en su hospital. "Que yo sepa, de mi entorno somos seis enfermeras las que hemos cogido el coronavirus, pero posiblemente seamos más", confiesa en una entrevista.

Andrea, que se graduó en 2017 y desde hace un año trabaja en "Els Camils" -como le denominan al hospital los habitantes de la comarca del Garraf-, atribuye su contagio a la falta de material adecuado de protección. "Al principio, teníamos material de protección suficiente, pero a medida que se fueron abriendo más plantas para enfermos de coronavirus empezó a faltar", denuncia.

"Las mascarillas quirúrgicas, normalmente de un solo uso, se cambian una o dos veces durante el turno. Sólo nos la cambiamos, por ejemplo, si el paciente nos tose en la cara, pero si podemos aguantar, pues aguantamos", explica en una conversación por videoconferencia.

Y lo mismo pasa con las batas. Al principio había suficientes batas de un solo uso como para tirarla después de cada entrada en una habitación, pero rápidamente se quedaron sin ellas y empezaron a utilizar batas de tela.

"Utilizamos la misma bata durante todo el turno para entrar en todas las habitaciones y cuando acabamos, se envía a lavar", dice la joven sanitaria, ahora aislada en su domicilio.

A pocos kilómetros de la Conca del Ódena, que fue durante el inicio de la epidemia el principal foco del virus en Cataluña, la comarca del Garraf también ha sufrido fuerte el golpe de la Covid-19.

En esta comarca a medio camino entre Barcelona y Tarragona, con capital en Vilanova i la Geltrú y con Sitges como municipio más turístico, un total de 57 personas han perdido la vida desde que comenzó la epidemia, y unos 500 vecinos han dado positivo.

"En Sitges -cerca del Hospital Sant Camil- se han reconvertido 40 habitaciones del Hotel Melià para acoger a los pacientes de la planta de semiagudos que no tenían síntomas y han dado negativo", explica Vicente.

La primera planta del hospital que se reconvirtió para atender a enfermos de coronavirus fue la quinta, donde trabajaba Andrea y que antes del impacto de la pandemia estaba dedicada a medicina interna.

"Luego fueron la cuarta, la tercera, después la segunda, y hasta se ha tenido que reconvertir la primera, de obstetricia, donde están las mujeres embarazadas y las que acaban de parir", relata la enfermera.

Para evitar posibles contagios, los partos se han derivado a otros hospitales de la zona, como el Hospital Comarcal Alt Penedès, en Vilafranca del Penedès (Barcelona).

Cristina Llamusí es una de las mujeres que no podrán dar a luz en el hospital de su comarca. También es enfermera en el Hospital Sant Camil, pero desde el pasado febrero está de baja por embarazo.

El 7 de mayo sale de cuentas, y ya le avisaron que cuando se ponga de parto, vaya directamente a Vilafranca, donde hay menos casos de Covid-19 y donde han habilitado una zona exclusiva para embarazadas.

"Me da miedo que mi pareja no pueda entrar en la sala de partos", comenta también por vía remota.

Normalmente, una mujer está 48 horas ingresada en planta tras dar a luz -o 72 horas si el parto ha sido mediante cesárea-, sin embargo, debido a la situación actual, el período de ingreso se ha reducido a 24 horas, tras las cuales ya las envían a casa.

"Si todo va bien, me iré a casa tan pronto como pueda", vaticina Cristina, que asegura que prefiere pasar el pos-parto en su domicilio.

En el Hospital de Sant Camil, como en otros muchos, cuando llegaron la semana pasada al pico de contagios ya estaban todas las plantas del hospital ocupadas por enfermos de coronavirus y el nivel de ingresos era tan elevado que tuvieron que empezar a situar en una misma habitación a dos pacientes que hubieran dado positivo.

"Lo ideal sería que sólo hubiera una persona por habitación, pero se llegó a tal aforo que se tuvieron que juntar para poder seguir asumiendo los nuevos ingresos", recuerda Vicente, que reconoce que unos días antes de que ella se contagiara empezó a bajar la presión.

"La UCI y el OU (Observación Urgencias, una sección del hospital que solo se habilita cuando urgencias está colapsado) seguían llenos, pero había menos saturación en urgencias. Ya no hay tantos ingresos de golpe y se están dando cada vez más altas", dice, optimista, pese a haber enfermado, aunque con síntomas leves.