El confinamiento ha funcionado, las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) respiran en todos los hospitales de Canarias, pero su personal ha pasado una prueba enorme, lidiar con una avalancha de pacientes con insuficiencia respiratoria grave y tan asustados que no solo precisaban de cuidados médicos, necesitaban escuchar estas palabras: "La UCI es vida, vienes a curarte".

La Agencia EFE ha compartido una mañana con el equipo de la Unidad de Medicina Intensiva del Hospital Insular de Las Palmas de Gran Canaria, el primero de Canarias que recibió a una paciente crítica como consecuencia del coronavirus, una turista italiana que ya ve más cerca el alta médica, pero que ha pasado 38 días con ellos.

En circunstancias normales, la UMI del Insular tiene capacidad para 30 enfermos críticos. En esta pandemia, se pidió a su equipo que se preparase para acoger casi al triple, unos 80, detalla el jefe de Medicina Intensiva del hospital Juan Carlos Martín.

En Canarias estos días se debate de cómo afrontar el desconfinamiento, porque parece que ya sí, ya la sociedad de las islas consiguió doblegar a la famosa curva. Las cifras de las unidades de cuidados intensivos avalan esa afirmación: en la del Insular de Gran Canaria ya solo quedan 8 pacientes, cuando llegaron a tener 17, y no reciben a nadie con Covid-19 desde hace 14 días.

Cuando empezó todo, su personal hizo acopio de material, en especial de monitores y respiradores, pero costó más reforzarse con "personal preparado para pacientes tan graves", explica Martín.

Entre ese personal está el enfermero de Cuidados Intensivos Javier Ramos, con 21 años de experiencia, la mayoría en el Insular.

Su jornada laboral ha cambiado radicalmente estas semanas. "Ahora cada día nos vestimos con los EPIs, pijamas desechables, gafas, mascarilla, bata impermeable", relata, lo que hace mucho difícil un aspecto fundamental del trabajo, "comunicarte con el paciente".

"Les hablamos constantemente, les tocamos y les damos la mano, nos esforzamos para que nos reconozcan la voz". Ramos remarca esto último, porque desde que el Covid-19 cambió el día a día de todo el país, ellos van tan cubiertos que es difícil para los pacientes reconocerlos tras las pantallas, gafas y trajes de protección.

"Somos nosotros los que estamos con ellos. Están solos, no tienen a nadie cercano y nosotros entramos al módulo casi irreconocibles".

Este enfermero relata que trabajar así "es muy complicado", pero ha convertido a un grupo de profesionales que ya era "un gran equipo", en "una familia". También eso explica, está convencido, que no haya habido ni un contagio entre los sanitarios de esta UMI.

La relación con los pacientes ha sido mucho más delicada. "Están asustados, vienen con sobreinformación, conocen la gravedad de la situación y no pueden estar con sus seres cercanos. A nosotros ni siquiera nos ven la cara", relata Ramos. Los enfermos de las UCI "lloran, se emocionan" y los sanitarios a veces sienten la impotencia de no poder consolar a alguien en sus circunstancias.

Pero no siempre es así. "Les hablamos para que se les quite el nerviosismo y el proceso sea más llevadero, les tocamos el cristal para preguntarles cómo están cuando vemos que están despiertos, les contamos de nuestra vida, les animamos. Todo va a salir bien", relata este enfermero, porque "esta unidad es vida, aquí vienen a curarse". Y, eso, en el Hospital Insular de Gran Canaria, se lo repiten a todo que traspasa la puerta de la unidad de intensivos.

Lo que los sanitarios no les dicen a los enfermos es que ellos también han pasado miedo. "Nos podemos llevar el virus a casa y el ruido mediático, al final, te hace mella", confiesa Ramos.

La supervisora de la UMI, Dara Soria, se siente "satisfecha y muy contenta" con el trabajo que han hecho. Sabe que gracias a él han sido posibles decenas de altas en este hospital. Y lo mismo pasa en el resto. En Canarias las hay ya más casos cerrados por alta médica (1.033) que enfermos aún pendientes de derrotar al virus (987).

La gestión de esta situación ha sido "muy complicada, dura, son muchas horas de sacrificio, aprendiendo de la experiencia", cuenta Dara Soria. Hubo un momento, rememora, que "de tener un goteo de pacientes y con ingresos espaciados, pasamos en unos días a un lleno en los dos módulos", algo que "jamás" habían vivido antes.

Lo más complejo, confiesa, han sido "las jornadas de muchas horas, sin poder desconectar. Ha sido un mes de días interminables".

Y la vida personal también complica las cosas a los profesionales de Cuidados Intensivos. Lo relata claro esta supervisora: "Mi hijo pequeño se me tira encima cuando llego a casa y saber que no puedo abrazarle por el riesgo del contagio... Se hace duro".

El médico de la UMI que coordina módulo de Covid-19, Domingo González, coincide con su compañera. Tampoco puede desconectar.

"Hemos tenido que hacer un máster exprés en este virus, leyendo de madrugada artículos para estudiar cómo salvar una vida al día siguiente", asegura. Y en noches así, al personal de la UMI le pueden dar "las tres de la mañana hablando entre compañeros, porque el tratamiento es y sigue siendo desconocido".

En doctor González acumula muchos años en años en cuidados intensivos y acredita que "nunca" antes afrontaron algo igual.

"No ves a los familiares, todo sucede en un entorno social de gran dramatismo y vemos cómo la gente muere alrededor. Eso nos transmite miedo y con él tenemos que llegar a casa, con temor a contagiar y pensando en seguir trabajando", reconoce.

Este veterano de la UMI del Insular está seguro, lo han hecho "bien". "Se aportaron los medios necesarios para avanzar en un proceso inédito y hemos logrado salvar muchas vidas".

Para él, todo el personal del módulo COVID-19 tiene un gran mérito: "Tiene el valor de entrar donde todos tienen miedo".

A nivel operativo, se han asumido muchos cambios y han tenido que aprender a usar algunos equipos de protección "a marchas forzadas".

Otra de las dificultades de esta pandemia era que los pacientes no pudieran tener contacto cercano con sus familiares. "Es algo nuevo y que en cuidados intensivos es muy importante", explica Domingo Rodríguez. Por ello, en el Insular se dotaron de material para que los pacientes pudieran hacer videollamadas a sus seres queridos.

"Recuerdo un momento muy bonito cuando la paciente italiana, ya con respirador, se comunicó con su hija en Italia... fue emocionante", relata. También le viene a la memoria "una paciente mayor que pensamos que no iba a salir y pudo conectar con su familia, al igual que la embarazada positivo en coronavirus que entró con riesgo para la madre y el bebé". Los dos están ya bien.

Domingo González considera que esta crisis sanitaria tiene que marcar un antes y un después, porque "la sanidad pública mira por la persona, prima el servicio", y ahora se comprueban las consecuencias de los recortes. "Con la sanidad pública no se juega", sentencia.