Una línea roja en el suelo marca el límite del riesgo de infectarse en la planta 8 del Hospital Materno-Infantil de Las Palmas de Gran Canaria, ahora planta Covid-19. Esta separación ha logrado que el complejo apenas registre contagios entre sanitarios en la atención a la pandemia del coronavirus.

Gafas, mascarillas, doble guante, pantalla de protección facial y bata impermeable son el uniforme que visten a diario quienes acceden a esa planta, dividida en dos alas, donde ahora solo hay cinco pacientes, aunque hace unas semanas llegó a albergar a 35.

"La 8", como la llama el personal del hospital, estaba infrautilizada hasta hace solo un par de meses, no tenía pacientes, la usaban para trabajo interno del centro sanitario. Es la unidad de enfermedades infecciosas de alto riesgo, se creó con la crisis del ébola de 2016 y hubo suerte: nunca se necesitó... Hasta hoy.

Su supervisor, Álvaro Fernández Solsona, explica a Efe que en 48 horas hubo que convertirla en un búnker contra la pandemia, un área volcada en la lucha contra el coronavirus, con un total de 90 sanitarios, 50 enfermeros, 38 auxiliares y 2 supervisores.

Ahora tranquila, la zona Covid del Materno-Infantil se convirtió por semanas en el frente de esta batalla sanitaria en Gran Canaria, con 38 camas y una actividad frenética que estuvo "casi a punto de completar la capacidad del servicio", aunque había otras zonas habilitadas por si se superaba, con habitaciones de dos y tres pacientes, según su cuadro médico, y dentro de "unos límites bien definidos y pautas de trabajo exhaustivas".

Planta de voluntarios

Sus pacientes: enfermos con Covid-19, con fiebre y problemas respiratorios que no requerían respiración mecánica, o para los que esta no era aconsejable, detalla Fernández.

El equipo de "La 8", formado por sanitarios voluntarios de otros servicios del Materno-Infantil, ha "aprendido a reinventarse cada día", asegura el supervisor, en una formación exprés que ha permitido que predominen los aplausos en sus pasillos.

Su personal es testigo de cómo se recuperaban decenas de enfermos, que han llegado a conformar "una familia, con un vínculo entre pacientes que se ha mantenido más allá de esta unidad", apunta Fernández Solsona. Durante el pico de nuevos casos, los más jóvenes, recuperados o con menos síntomas, ayudaban al resto, acompañándolos en momentos en los que la familia y los seres queridos faltaban.

Fernández Solsona confiesa que la parte emocional resulta "la más difícil". Piensa en los siete fallecidos que han tenido estas semanas en la planta como consecuencia del coronavirus, pero también resalta que la gente de "La 8" sabe que les toca "acompañar" a los pacientes y servir de "enlace con su familia", algo que realizan a través de dispositivos electrónicos.

Y se hace "muy duro" suplir el apoyo de los seres queridos, sobre todo en las fases últimas de un paciente". Es el personal del hospital el que anima al enfermo en una lucha que no es nada fácil, el que le dice que "todo va a salir bien" y el que consuela a las familias llegado el caso. Nadie murió solo en "La 8".

Reinventarse

También a las Urgencias de este complejo hospitalario les ha tocado reinventarse, en una carrera contrarreloj que transformó su infraestructura y distribución en apenas 48 horas.

Nicolás Gómez, supervisor de Urgencias, explica que se ha establecido un sistema de información con pegatinas desde la entrada, para redirigir a todo paciente con una posible infección respiratoria, con síntomas de fiebre, tos o dolor de garganta a una zona con un personal específico de triaje.

Este personal valora la síntomas y, en el caso de sospechar de un posible Covid-19, activa un circuito específico de protección, prevención de contagio y seguridad. Este circuito circula paralelo y sin contacto con el circuito habitual, de forma que se garantice la asistencia a todos los casos en las máximas garantías de seguridad.

En apenas 15 minutos llegan tres ambulancias a esta puerta de Urgencias, en la que ante la duda o la sospecha se pone en marcha la maquinaria anticontagios del coronavirus, con un ir y venir de camillas y personal equipado y protegido contra el virus.

El jefe de servicio de Urgencias, Alberto Purriño, domina a la perfección estos circuitos acotados por mamparas de protección. Nuevas estructuras de aluminio han logrado redistribuir los espacios, con áreas delimitadas y blindadas ante el contagio.

Los compañeros controlan y se ayudan entre ellos para garantizar que no hay contacto con los equipos de protección contaminados, con un sistema pautado y muy delicado que garantiza la seguridad de personal y pacientes del servicio, Covid o no Covid.

Dos servicios de urgencias

En la práctica, operan dos servicios de Urgencias que conviven sin tocarse en un mismo espacio y sin contaminación. Diferenciar entre un paciente y otro es clave para el funcionamiento de esta área.

La directora gerente del Complejo Hospitalario Universitario Insular-Materno Infantil, Alejandra Torres, fue parte del equipo que en un fin de semana se encargó de la "planificación exhaustiva de todas las áreas, un estudio estructural de cómo colocar al paciente y cómo desplazarlo para evitar contagios" y que ha requerido "una inversión importante en infraestructura para segmentar zonas".

En apenas dos días se diseñó el circuito y los procedimientos de los pacientes, "por dónde va a circular quién y qué va a hacerse en cada punto", con todo el personal al tanto de los protocolo, así como el análisis del refuerzo de las plantillas.

Tras superar un fin de semana de trabajo frenético para convertir Urgencias en un engranaje seguro y ágil, lograron "un trabajo ordenado y entrega y motivación entre el personal, algo que ha aumentado y debe quedarse", en un aprendizaje rápido de nuevas fórmulas de trabajo y previsión.

"El hospital estaba preparado para recibir más de lo que se ha recibido", gracias a la "premura para diseñar y poner en marcha estos circuitos", asegura su directora.