Discursos, aplausos, parabienes y placas conmemorativas: las autoridades canarias celebraron el 20 de febrero, en un acto sencillo, e ingenuo visto con perspectiva, la feliz resolución del primer caso de Covid-19 detectado en España, aquel turista alemán aterrizado en La Gomera.

El virus escaló en tres saltos desde Wuhan a La Gomera, con paradas en Sanghai y en Munich, y el 4 de mayo esta isla canaria de 21.500 habitantes será uno de las cuatro, tres en Canarias y una en Baleares, en empezar a desescalar con cierta ventaja, directamente clasificadas en la fase uno.

La Gomera llegó a acumular diez casos, pero ya no queda ninguno activo, lo mismo que en El Hierro (11.000 habitantes), que no ha pasado de tres, y La Graciosa (700) donde no se han detectado contagios.

El Gobierno de Canarias en su propuesta de desconfinamiento, finalmente subsumida en la nacional, ya primaba a estas tres islas en la desescalada, y lo mismo ha hecho el Gobierno español en su plan.

Ahora, el ejecutivo canario confía en que una semana después, el 11 de mayo, las otras cinco islas puedan seguir el mismo sendero, porque, sostiene, ya cumplen todos los criterios.

La baja incidencia del Covid-19 en el archipiélago en comparación con otras regiones se puede visualizar enseguida: Canarias representa aproximadamente el 4,5% de la población española, pero sólo el 1,03% de los casos detectados y el 0,6% de los fallecimientos.

En el Archipiélago se cuentan 102 contagios por 100.000 habitantes, frente a la media española de 450; la tasa de letalidad es casi la mitad (6,1% frente a 11,5%) y la mortalidad una octava parte (63 fallecidos por millón de habitantes contra 520).

En cuanto a los ancianos alojados en residencias, han fallecido 16 (el 12% del total de decesos). Se han realizado hasta ahora pruebas PCR a más de 9.500 residentes y trabajadores, de un total 12.700, con 20 casos positivos detectados.

El número de trabajadores sanitarios contagiados es el 25% de todos los casos acumulados.

En total, se han realizado 63.414 pruebas PCR y el número de contagios alcanza los 2.205, de los que 909 requirieron hospitalización y 176 ingresar en UCI, si bien más de la mitad de los diagnosticados han sido ya dados de alta.

Las condiciones sanitarias para afrontar la desescalada son favorables, según el Gobierno canario: en las islas hay 482 camas de UCI con respirador, de las que están ocupadas 53 (el 11%) y hay 160 pacientes hospitalizados por Covid-19 de un total 5.339 ingresos.

Cuando se declaró el estado de alarma, en Canarias, como en el resto del país, se elaboraron planes de ataque, y por ejemplo en Tenerife se programó la apertura de un hospital de campaña en el recinto ferial ante la perspectiva de unos hospitales congestionados.

Finalmente el hospital de campaña no fue preciso y las camas públicas, con apoyo puntual en hospitales privados para patologías diferentes o para resguardar casos asintomáticos, ha sido suficiente.

El aislamento, normalmente percibido como una desventaja en relación al continente, ha jugado esta vez a favor de Canarias, porque es relativamente fácil controlar los trasvases territoriales de personas.

El cierre de puertos y aeropuertos al tráfico de pasajeros casi total aplicado desde el comienzo de la alerta, no solo con Europa sino entre las propias islas, ha sido probablemente un factor decisivo para contener al virus.

También por ello cada isla ha mantenido durante estas siete semanas de confinamiento su evolución diferenciada.

Desde el principio, Tenerife (917.000 habitantes, el 42% de los 2.152.000 canarios) se distinguió como la más afectada, con más casos que todas las demás islas juntas, en torno al 65% de los contagios.

Por el contrario, Gran Canaria (851.231 habitantes, el 40% del total) se ha mantenido todas estas semanas con tan solo el 25% de los casos.

Esa disparidad (152 casos por 100.000 habitantes en Tenerife y 62 casos en Gran Canaria) es uno de los misterios a los que la ciencia aún no han dado respuesta.

No obstante, la celebración con menos restricciones de los carnavales en Santa Cruz de Tenerife (hasta 450.000 personas llegaron a juntarse en la noche del 29 de febrero, según presumía el Ayuntamiento) es una de las posibles explicaciones a la que más se recurre.

Las islas afortunadas dentro de las Islas Afortunadas, es decir, La Gomera, El Hierro y La Graciosa, han registrado índices de contagio más bajos que Gran Canaria en relación a su población, y también Lanzarote y Fuerteventura, mientras que La Palma se sitúa a medio camino, la segunda por detrás de Tenerife.

En estas condiciones, el Gobierno de Canarias confía en que si las cosas siguen controladas se pueda avanzar en una desescalada ágil que permita ir abriendo una economía totalmente dependiente del turismo, que representa el 35% del PIB y el 40% del empleo directo.

El turismo lleva siete semanas a cero, en una región donde la tasa de paro superaba el 18% antes del Covid-19 y en la que los ERTE afectan ya a 200.000 trabajadores, tantos como parados.

El sector turístico confía en que la imagen distinta que hasta ahora ha dado Canarias en esta pandemia pueda ayudar a ir recuperando la confianza de los clientes europeos y peninsulares, aunque nadie duda de que, en todo caso, la nueva normalidad trae consigo un daño económico y social sin precedentes para las Islas.