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Gregarios que somos

El homo sapiens es un ser que desde que apareció en el planeta vive apelotonado y no es fácil cambiar de hábito vía Boletín Oficial del Estado

Trabajadores de Bengala de regreso a su Estado natal, tras quedar varados por la pandemia en el noroeste del país. REUTERS/ RUPAK DE CHOWDHURI

El Mundo Today titula ayer que 'las aglomeraciones de personas sacando fotos a las aglomeraciones ya superan a las aglomeraciones', y abunda con 'precisos' datos en esta peculiar información que "las aglomeraciones de personas criticando las aglomeraciones siguen superando a las aglomeraciones de personas explicando las fotos de aglomeraciones", para sentenciar que en junio España será "una única gran aglomeración de 47 millones de personas que se criticarán entre ellas por estar aglomeradas, lo que supondrá la vuelta a la ansiada normalidad".

Ya fuera de El Mundo Today, el homo sapiens desde hace 200.000 años ha vivido en grupos. Pequeños al principio, en torno a tribus de un centenar de miembros separadas decenas de kilómetros entre ellas y que se unían si acaso para darse trastazos.

Una vez la revolución agrícola y asentado el sedentarismo hace 10.000 años, la mecánica de distribución humana continuaba parecida, por grupos, pero con un incremento exponencial. Ahora son miles de individuos cohesionados en torno a los grandes tres cementos de la humanidad, la identidad, la religión, y la moneda, el más internacional de los pegamentos que en la Historia han sido.

Cualquier amenaza a estos tres elementos, mixturados o cada uno a su aire, actúan a modo de condensación, de todos a una contra el agente externo independientemente a su tamaño. El grupo reconoce a cada uno de sus propios cientos de componentes como otro yo, y no hay lugar para la fos. Cada sociedad lo hace a su manera. El que haya estado en una cola en la India verá que la persona que tiene detrás no es que esté esperando su turno, sino que casi intenta transfundirse con el que tiene delante y es incluso posible observar su barbilla asomando por el hombro. No es una cola al uso europeo, es una serpiente continua donde no existe el menor recato de distancia.

En el extremo opuesto se encuentran lugares como Finlandia, uno de los países con menor densidad demográfica con solo 17 habitantes por kilómetro cuadrado. En enero, justo poco antes de que la pandemia fijara los nuevos estándares del distanciamiento personal, que es como debería llamarse lo del distanciamiento 'social', se hacía popular la imagen de personas del país esperando la guagua. Era una decena de individuos tan alejados entre sí sin mayor motivo aparente que harían falta un par de guaguas si esa distancia se tradujera tal cual en el interior del vehículo, mientras que inmigrantes que también esperaban para subir aparecían 'mediterráneamente' apelotonados.

Porque la cultura mediterránea se encuentra en la equidistancia entre la India y Finlandia, aunque más cerca de la primera que de la segunda, a lo que se añade un bonus extra: la fiesta, la celebración, la novelería y el compadreo sin complejos, algo que no solo da quebraderos de cabeza en la que estamos, sino que ya lo dio y con nefastos resultados durante la anterior gran pandemia que vivió el planeta, la de la gripe de 1918, que obligaba al entonces gobernador civil de Burgos, Andrés Alonso López, a ponerse en su sitio.

Lo hace a través de la publicación de un Boletín Oficial Extraordinario publicado el 4 de octubre de ese año, y que de imprimirse hoy miércoles no se vería una mayor diferencia.

El calentón de Alonso López tiene su origen en unos "mozos" del pueblo de Los Balbases, que hoy tiene poco más de 300 habitantes, que en contra de lo ordenado se van a una función que se ofrecía a la vecina Villaquirán de los Infantes, donde se contagian. De vuelta, Los Balbases celebra sus festejos, también prohibidos, y aquellos 'importadores' masacran a sus convecinos, contando en el BOP que "en pocos días llegó el número de atacados a 800, de los 1.200 vecinos que lo habitan". Con ese caso intentaba ilustrar del porqué mejor lejos que cerca a los "que todavía no estén convencidos del grave peligro que esto encierra", (?) y que nos ha servido de ejemplo además de ser aconsejado ya por la ciencia antes de ahora".

Este precursor de Fernando Simón añadía en su calentura el qué hacer para evitar el cochafisco, recordando que "la infección se propaga por las gotitas de saliva que despide" el que habla y tose. "A nuestro lado, al ser respirado por los que le rodea, si está enfermo o convaleciente. Que se abstengan en consecuencia de permanecer en locales cerrados, mal ventilados, sonde se reúne mucha gente, como tabernas, cafés, etcétera".

Y rematar el redondo de este casi un siglo exacto de historia con un golpe de efecto premonitorio: "Tener mucha limpieza de boca y, en una palabra, seguir los consejos del médico y desoír a los ignorantes".

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