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LA ÚLTIMA DEL DÍA

El tsunami que viene

La masiva utilización de guantes y mascarillas por miles de millones de personas augura el siguiente problema medioambiental del planeta

El ambientalista Gary Stokes con un matojo de mascarillas en Islas Soko, Hong Kong. OCEANSASIA

El experto en pesca ilegal Phelps Bondaroff y el fotógrafo, instructor de buceo y naturalista Gary Stokes fundaron el pasado año la organización OceansAsia para investigar delitos contra la vida marina "y llevar a la justicia a aquellos que destruyen y contaminan los ecosistemas marinos".

Para ese trajín tiran de las últimas tecnologías, tanto en su lucha contra la pesca ilegal como para monitorizar las rutas que toman las grandes masas de residuos que se encuentran en los océanos.

Gary Stokes, en concreto, es el principal agente operador de campo, y entre sus misiones se encuentra la de dar un repaso a las playas del Pacífico, realizando perfiles y analizando la basura "para comprender mejor la crisis de contaminación plástica".

En esas estaba el señor Stokes, cuando llega con su equipo a Islas Soko, que pertenecen a Hong Kong y que visita con regularidad para hacer estos seguimientos pero donde de repente le espera un invitado inesperado a la ya de por sí amplia gama de inmundicias que pueblan los mares del planeta.

Masas de mascarillas en la arena, que Stokes 'domicilia' como punto de partida en la propia Hong Kong, para exponer en el asombroso vídeo en el que ilustra el cochafisco, que eso es lo que ocurre cuando siete millones de personas, ante la pandemia, tiran de la profilaxis para atenuar el contagio.

La peor noticia de todas las que ofrece Gary Stokes aunque sin quererlo es la fecha en la que graba el acontecimiento. Porque esta localización se produce?, el 28 de febrero. Y desde entonces hasta ahora ya no son siete millones de personas del entorno de Hong Kong, sino miles de millones de personas de los cinco continentes demandando mascarillas y con las fábricas del mundo produciendo a destajo el novedoso fungible.

Para mayor detalle, el estudio refleja la situación tras solo seis semana, en esos fines de febrero, de masiva utilización de la prenda tras el estallido de la pandemia en Wuhan, por lo que no hay que ser un visionario para prever que las nuevas islas flotantes de porquerías que arribarán a las costas van a vertebrar en torno a las mascarillas plásticas y los guantes, de tal forma que este parón a la contaminación que ha supuesto la cuarentena quizá solo sea para coger fuga e incrementar las dimensiones de 'entes' como el séptimo continente, que es como algunos llaman al Gran Parche de Basura del Pacífico, no en balde en 2019 ya alcanzaba una extensión de 1,6 millones cuadrados, con 1,8 billones de microplásticos y un peso estimado de 80.000 toneladas, o 80.000 millones de kilos, según la métrica de cada cual.

Hay que reseñar que estas cuentas suben exponencialmente si se tiene presente que las mascarillas más básicas, según el 'prospecto' deben ser desechadas después de cuatro horas de uso. A lo que se añade que hasta ahora se salía de las viviendas lo menos posible, con lo que su necesidad era menor, algo que se disparará en todo el mundo a medida que se vaya volviendo a la 'nueva normalidad', o a la más anormal normalidad que habremos vivido en este mundo hasta la fecha.

De hecho ya se ve al nuevo componente también tirado en las calles y aceras de pueblos y ciudades, especialmente en las inmediaciones de los supermercados y tiendas, con el peligro añadido de contagio causado por los menos cuidadosos de la higiene personal, algunos con la urgencia de deshacerse de un elemento 'infectante' que por si solo, según parecen creer, justifica la acción.

Al igual que existe una mecánica concreta para quitarse tanto los guantes como la mascarilla para evitar contagios, también hay que seguir otra para deshacerse de ellos, y sobra decir, que porque además tupe definitivamente, que no hay que tirarlos por el retrete ya que si lograran superar el 'tránsito' tubería abajo o bien pueden terminar en el mar o en una planta de tratamiento de aguas, con el consiguiente riesgo tanto para los operarios que trabajan en ellas como para el normal funcionamiento de las instalaciones.

Son por tanto elementos que no son reciclables, y cuyo tratamiento correcto es mucho más complejo, que pasa por introducir tanto unos como otros en una bolsa de plástico, que a su vez se mete en otra segunda bolsa de basura que deberá quedar apartado dentro de su propio cubo bien tapado y nunca sobre el suelo. Una vez lleno solo se puede tirar en el contenedor gris, nunca en los de envases, vidrio, textil u orgánica, no vaya a ser que el siguiente tsunami acabe llegando a nuestras costas. Ya por ver...

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