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Crisis del coronavirus La tragedia humana

"Perder a tus padres en tres días es duro, lo asumes cuando notas la ausencia"

Juntos iniciaron su vida en común hace cerca de 70 años y juntos descansan hoy en el panteón familiar - Carmen y Joaquín fallecieron con tan solo tres días de diferencia

Nacho y Joaquín. LP/DLP

Carmen García y Joaquín Gilabert eran un matrimonio de costumbres enraizadas en la idiosincrasia huertana que caracteriza el sur de Alicante. Ella, de 84 años, era una mujer de misa diaria, ferviente devota de la Virgen de los Dolores y apasionada de su familia. Él, un hombre de tradiciones católicas que siempre estuvo enamorado de los quehaceres del campo. A sus 87 años seguía visitando cada día sus tierras para mantener a raya las malas hierbas y traer a casa fruta y verdura fresca. Juntos iniciaron su vida en común hace 70 años en Dolores y juntos descansan para siempre en el panteón familiar. Fallecieron en marzo con tan solo tres días de diferencia. Son víctimas de una pandemia que, lejos de la frialdad de las cifras oficiales del covid-19, deja estremecedoras historias que merecen ser recordadas.

Sentados en torno a una mesa con fotos de sus padres, Nacho y Joaquín, dos de los hijos del matrimonio, recuerdan entre el abatimiento y la emoción detalles de la vida de sus progenitores. Ambos nacieron en el seno de familias ligadas a la agricultura y, también ellos, se dedicaron a labrar la tierra. Cuentan que se conocieron siendo muy jóvenes. Tras varios años de noviazgo sellaron su compromiso de amor eterno en la parroquia que, años después, sería testigo del bautismo de sus tres hijos y sus cuatro nietos. Eran descendientes de dos familias con generaciones de historia en este rincón de la Vega Baja y, como ocurre en los pequeños municipios, los apodos vinculados al árbol genealógico son algo más que un sello de identidad. Ella era hija de la familia de 'los llorones'. Él, de 'los Gilabert'. Su vida transcurrió entre el campo y el hogar, entre siembras, tandas de riego y fábricas conserveras, donde la matriarca trabajaba en sus años mozos. Después, el cuidado de los niños y de una madre en situación de dependencia la llevó a centrarse en su casa y en los suyos, aferrándose siempre a la religión para sacar fuerzas en tiempos de dificultad.

"Él era un hombre noble, trabajador, honrado y generoso. Muchas veces generoso de más", dice Nacho. Ella, una mujer "fuerte, muy luchadora y alegre, le encantaba pararse a hablar con las vecinas", prosigue. Les gustaba viajar, pero quizá no lo hicieron tanto como habrían podido en otras circunstancias. Joaquín era miembro de la Adoración Nocturna Española y visitó diversas ciudades españolas para participar en vigilias y convivencias. "Venía de una familia de mucha tradición católica y era un hombre muy tradicionalista, muy ligado a la cofradía de El Silencio", apunta Nacho. "Ella solo montó una vez en avión para ir a Mallorca y le gustó mucho", prosigue Joaquín.

Hasta febrero, Carmen y Joaquín hacían vida normal. Ella estaba un poco pachucha. No tenía ninguna enfermedad diagnosticada, pero como es habitual, los años van pesando cada vez más. Aún así, eran independientes. "Cuando llegó el confinamiento les pedimos que no salieran de casa y nosotros nos ocuparíamos de todo. Les llevábamos la comida y lo que les hacía falta", recuerda Joaquín. "A mi padre lo empecé a ver como triste y con ansiedad. Yo pensaba que era porque estaba encerrado. Él era un hombre de campo que había estado labrando desde los 12 años. No tenía ninguno de los síntomas de los que se hablaba, ni tos ni fiebre ni nada", prosigue su hermano.

Habían pasado sólo 10 días desde que se decretó el estado el confinamiento cuando dos familiares encontraron a su padre "alterado, como agitado". "Pensaron que tenía ansiedad. Me llamaron y no tardé más de 10 minutos en llegar, pero ya estaba muerto", recuerda Nacho con la voz entrecortada. Fue el 25 de marzo de 2020. La causa oficial del deceso fue un ataque al corazón. "No se le hizo ninguna prueba para detectar el virus. Sin velatorio ni nada, fuimos al cementerio cinco personas y lo enterramos al día siguiente".

Última vez

Sin tiempo para digerir el amargo trance, a Carmen, ya viuda, también la encontraban un tanto "agitada". "La trasladaron en ambulancia al Hospital Vega Baja. La vi entrar sin saber que era la última vez que la vería con vida. La ingresaron en planta, no en la UCI. Dos días después nos avisaron de que había muerto y que había dado positivo en la prueba del covid", afirma Nacho. Falleció la madrugada del 28 de marzo y la enterraron ese mismo día por la tarde. Ningún familiar pudo asistir a ese momento tan íntimo como doloroso. "Han sido momentos muy complicados. Perder a tus padres en tres días es muy duro. Creo que es ahora más duro que entonces, porque estaba como en una nube y es ahora cuando empiezas a asumir esa realidad, cuando notas su ausencia", dice Nacho.

Para entonces, el coronavirus ya se había colado en el organismo de varios familiares. Uno de los hijos del matrimonio fue ingresado en el hospital una semana. Otro, que es Joaquín, se quedó en casa por prescripción médica. Tras mucho insistir, dice, le hicieron la prueba que confirmó el positivo. Él no duda que su padre falleció por lo mismo, aunque nunca fue diagnosticado. "Fueron momentos difíciles, faltaban medios y no tengo nada que reprochar a los sanitarios, que bastante han hecho", asevera.

Joaquín lleva hoy consigo un justificante sanitario que certifica que está libre de coronavirus. Lo pidió expresamente para afrontar el rechazo social que, asegura, ha llegado a sentir. "En un pueblo estás señalado, la gente lo sabe y a algunos les da miedo", relata. Y no los culpa, pues en el fondo dice entender la alarma social generada. Lo que quizá pocos saben es que Joaquín, que ya está libre de covid-19, participa ahora en un programa solidario de donación de sangre para ayudar a quienes siguen luchando contra la enfermedad. "Si puedo ayudar, claro que voy a ayudar. Es cuestión de humanidad", concluye.

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