Los cielos más limpios del confinamiento estaban destinados a volver a cubrirse de hollín, dióxido de nitrógeno (NO2) e hidrocarburos (HC). En las ciudades canarias, los bajos índices de contaminación que se habían logrado registrar durante el periodo de confinamiento han vuelto a elevarse, aunque aún sin alcanzar los niveles previos. Esto tiene relación, no obstante, con la menor movilidad de la población debido a las vacaciones, el cierre de las escuelas y el teletrabajo que aún impera en las administraciones públicas.

Por ejemplo, en el barrio de García Escámez en Santa Cruz, cuando nos obligaron a quedarnos en casa, se registraba una media de 3 micras por metro cúbico de NO2 en el aire. Esta partícula surge de la combustión de la gasolina en los vehículos y es la que refleja con mayor precisión "la actividad diaria de las ciudades". Tras la fase 2, que comenzó el pasado 25 de mayo, estos niveles se han ido incrementando hasta alcanzar una media de 10 micras por metro cúbico. Una cifra superior que, sin embargo, contrasta aún con la concentración media de este contaminante en febrero de 2020, que se situó en 18 micras por metro cúbico de NO2.

Como señala el físico del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, Emilio Cuevas, los datos actuales no reflejan la "normalidad" de la calidad del aire en la ciudad por lo que no son comparables con el periodo de confinamiento. "No podemos saber aún qué repercusiones ha tenido nuestro parón de actividad", explica Cuevas, que señala que, para poder determinar si la Covid-19 ha tenido algún impacto en la calidad del aire canario, habrá que estudiarlo más a fondo cuando acabe el verano y tanto colegios como trabajadores recuperen el ritmo de vida que imperaba antes del estado de alarma.

En todo caso, tanto Cuevas como el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Sergio Rodríguez, aseguran que este incremento de partículas nocivas en el aire tras el fin del estado de alarma se enmarca dentro de lo esperable. "La conclusión es que necesitamos un modelo económico y social diferente", insiste Rodríguez. Y su diagnóstico es ratificado por Cuevas que, por su parte, insiste en que "si no hay un cambio de política, difícilmente cambiarán las cosas". El ejemplo está en la ciudad de Barcelona que ha aprovechado el confinamiento para ampliar la red de bicicletas disponibles.

De este modo, se permite a la población trasladarse sin tener que hacer uso de su vehículo privado al tiempo que se evita la exposición a un contagio en el transporte público. "Eso es un cambio que puede perdurar en el tiempo", insiste Cuevas. En Canarias, sin embargo, no se ha realizado ninguna acción de este tipo.

El dióxido de nitrógeno fue el contaminante que más descendió durante el confinamiento, dado que está estrechamente vinculado a la movilidad. En ciudades muy contaminadas, como Madrid y Barcelona, la reducción fue de entre el 60 y el 70%. En Santa Cruz de Tenerife, durante el confinamiento se llegaron a reducir un 80% las concentraciones de dióxido de nitrógeno en el aire que respiraban sus ciudadanos. En el centro de Gran Canaria, esta disminución de las partículas nocivas emitidas por los vehículos fue del 60%. Cuando el Gobierno de Pedro Sánchez decretó el desconfinamiento progresivo, las emisiones de NO2 volvieron a elevarse. No obstante, el decretarlo justo al comienzo del verano, ha permitido que el posible efecto rebote del que habían advertido algunos investigadores españoles -qué ocurriría en un escenario en el que los vehículos salieran al mismo tiempo tras el fin del confinamiento-, se haya mitigado.

Un experimento

"Ha sido un experimento que no podríamos haber llevado a cabo de otro modo", afirma el físico atmosférico de Izaña, que señala que, en cuanto se dote de fondos algún proyecto de investigación, podrán comenzar un trabajo más exhaustivo sobre cómo el confinamiento afectó a la calidad del aire en las Islas. "Se hará", afirma Cuevas con convicción y resalta que probablemente empezará después del verano, pues será cuando previsiblemente la actividad "normal" se reactive. Cuevas, sin embargo, es consciente de lo incierto del curso de la pandemia.

Por ello, insiste en que habrá que mantenerse a la espera para ver cómo se desarrollan los acontecimientos los próximos meses, ya que a finales de año, bajo una nueva ola epidémica, la ciudadanía podría volver a confinarse. En dicho estudio, se deberá "tener en cuenta distintas variables". "No es solo mirar los datos", insistió el científico, que remarcó que la comparación debe realizarse entre distintos años y teniendo en cuenta la situaciones meteorológicas que se hayan dado en cada periodo.

Porque el tiempo que haga en Canarias tiene mucho que ver con sus niveles de contaminación. De hecho, en los últimos días -con la intrusión de aire sahariano y la calima que llegó asociada a ella-, la contaminación por dióxido de nitrógeno ha alcanzado índices sin precedentes en el transcurso de este año.

La explicación está en que, cuando la calima se deposita en las zonas altas de la atmósfera -muy común durante el verano- actúa como "tapón" y encierra a los contaminantes en un espacio más reducido, incrementando también su concentración a ras de la ciudad. En Santa Cruz de Tenerife es donde más se ha notado ese incremento porque la cordillera de Anaga la protege "de los alisios", señala Sergio Rodríguez, el mecanismo natural que el Archipiélago tiene para "ventilar" sus municipios.

Más de 10.000 muertes al año

Según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), la contaminación del aire causa 10.000 muertes al año en España. En el aire que respiramos no hay un solo contaminante, "la calidad del aire está modulada por varios agentes externos a nivel local", recuerda el experto Sergio Rodríguez. Por nivel de nocividad, en primer lugar estaría el hollín. Estas partículas son emitidas por la quema de diésel, y se ha comprobado que tiene implicaciones en el desarrollo de cánceres. Los principales emisores son los vehículos pero también por los cruceros que, cuando llegan a puerto, continúan emitiendo gases contaminantes a la atmósfera en grandes concentraciones.

También estas grandes embarcaciones, que permanecen durante días en plena Avenida de Anaga en Santa Cruz de Tenerife, son responsables de otros de los principales contaminantes de las ciudades: el dióxido de azufre (SO2) y los hidrocarburos (HC). Y lo peligroso es que, cuando se unen en la atmósfera, crean partículas ultrafinas -de menos de 0,1 micra por metro cúbico- que inhalamos al respirar y que están relacionadas con el desarrollo de cardiopatías. Los últimos dos contaminantes de las ciudades son los óxidos de nitrógeno y el ozono (O3). El ozono no se emite directamente en las ciudades, pero se deposita sobre ellas como consecuencia de las reacciones químicas que se producen cuando los dióxidos de nitrógeno, el monóxido de carbono y los hidrocarburos se encuentran en la atmósfera.

El descenso de la contaminación en las ciudades no solo ha sido un experimento sin precedentes e imposible de realizar en otras condiciones; también ha constituido una llamada de atención para la ciudadanía. Si algo se ha comprobado después de esta pequeña concesión al medioambiente, es que aún la humanidad está lejos de poder enfrentarse a su próximo gran reto: el cambio climático. "A pesar de este descenso en los niveles de contaminación de muchas ciudades y pese a que el mundo paró sus motores durante meses, "la Covid-19 no ha afectado a la concentración de gases como el dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera", recuerda el geógrafo e investigador de la Cátedra de Reducción del Riesgo de Desastres y Ciudades Resilientes de la Universidad de La Laguna (ULL), Abel López. De hecho, el pasado 18 de abril, el observatorio de Vigilancia Atmosférica Global de Izaña, dependiente de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), confirmó que se habían alcanzado las 418,7 partes por millón (ppm) de concentración media diaria de este gas en la atmósfera global.

Un nuevo récord en una serie histórica que lleva cuatro décadas creciendo sin parar. "A nivel global se espera que las reducciones de las emisiones de C02 se sitúen este año alrededor del 7% y es esta reducción la que deberíamos mantener durante años para cumplir con los objetivos fijados en el Acuerdo de París", ratifica López, que insiste en que, ante todo, "esta caída de emisiones no detendrá efectos en el cambio climático". En los últimos años, Canarias ha sufrido algunos fenómenos que pueden estar relacionados con el calentamiento global, aunque no directamente, como señala el también geógrafo de la Cátedra de Reducción del Riesgo de Desastres y Ciudades Resilientes de la ULL , Pedro Dorta. El Delta, las riadas de Santa Cruz, el embate de mar de Garachico, los incendios de Gran Canaria del verano de 2019 o la supercalima de febrero podrían producirse más a menudo con el cambio climático, y, hasta el momento, lo que ha evidenciado la ocurrencia de estos fenómenos es que no estamos preparados.

"La mayoría de desastres a la que ha estado sometido el Archipiélago en los últimos años tienen más relación con una mala ordenación del territorio que con el cambio climático", advierte Dorta, que indica que "la responsabilidad es nuestra". De ahí que los investigadores solo vean una salida para el Archipiélago: adaptarse a las nuevas condiciones climáticas que va a sufrir el mundo. "La batalla de la mitigación está perdida", sentencia Dorta, que insiste en que, no por ello, se debe eludir la reducción de emisiones de gases contaminantes, pero sí actuar para "prepararnos para lo que vamos a vivir; porque va a ser muy serio".