Para Manuel García, de Málaga, quien no ha pasado el virus o ha sufrido un caso cercano no sabe realmente lo que "es capaz de hacer". A él le provocó una neumonía bilateral que se manifestó como algo de cansancio y le puso en una situación grave. Ahora tiene miedo de salir a la calle, ve demasiada relajación.

El 23 de marzo, Manuel García (48 años) volvió del trabajo algo cansado, jamás hubiese imaginado que estaba contagiado de coronavirus. "Lo veía como algo lejano", recuerda. Sin embargo, aconsejado por un hermano médico, decidió aislarse y acudir de inmediato al hospital cuando advirtió que la saturación del oxígeno estaba al 85%.

Esa misma tarde ingresó en el Hospital Regional tras dar positivo en coronavirus, donde se le intubó y posteriormente se le practicó una traqueotomía para luchar contra una neumonía bilateral. "Llamaron a mi hermano y a mi mujer y les dijeron que se esperaran lo peor, que no respondía a nada. Las pocas noticias que tenían eran esas".

Pero Manuel se recuperó y durante ocho días estuvo despierto en la UCI, sin poder hablar, sin poder moverse, pero con consciencia plena de su alrededor. Los peores días de su vida, asegura. "En esos días yo vi fallecer a seis personas. En aquella época, no se sacaban de la UCI. Mi cama estaba muy cerca de una cristalera que tenían y allí lo que hacían era dejar al fallecido hasta que un familiar lo veía por la ventana y lo amortajaban allí. Me acuerdo de las seis caras".

Después pasó a la quinta planta, la de infecciosos, donde le sobrevino una soledad apabullante. "Ni en la UCI ni en la quinta planta se podía tener visita, entonces era estar absolutamente solo, en habitaciones individuales". Un aislamiento que se rompía durante cinco o seis minutos de videollamada en los que hablaba con su familia a través de unas tablets que facilitó el hospital.

Recuperación

Tras dos PCR negativas, el 1 de mayo, Manuel fue trasladado a una planta a la que denominaron, "de humanización", donde pudo ver a su familia, de uno en uno y durante dos horas.

"La primera vez que mi mujer vino a verme a la segunda planta, imagínate, luego vinieron las niñas, mi hermano... Fue una alegría inmensa", recuerda emocionado. Poco después fue trasladado al Hospital Civil para iniciar su recuperación, centrada principalmente en recobrar la musculatura y recuperar la fuerza, una tarea que se ha visto ralentizada por la aparición de una úlcera en la región sacra, debido a los meses que permaneció ingresado.

"Ahora mismo no me puedo mover mucho. Pero ando ya, no necesito el tacataca ni la silla de ruedas. Lo que sí es que me canso mucho todavía, estoy recuperando la musculación".

Eso sí, confiesa que tiene "mucho miedo" de salir a la calle porque solo escucha que «la cosa va a peor» y ve que la gente "no está concienciada".

"Cada vez hay más, escucha uno que cada vez va a peor y parece ser que todo aquellos que no les haya afectado o que no tengan a nadie conocido que le haya ocurrido, es como si no hubiera pasado", manifiesta Manuel, muy preocupado por la relajación de las medidas de seguridad y de distancia interpersonal por parte de la ciudadanía. "Sí, llevan las mascarillas algunos pero por obligación, para que no les multen. Yo lo veo todo muy mal y esto no está terminado y la gente no está concienciada".

Quien no se lo cree

Sobre las manifestaciones en contra de las mascarillas, las vacunas o en contra de la propia existencia de la pandemia, Manuel hace una pausa: "Mira... hasta me duele".

"Yo, a la gente que no hace caso a lo que está ocurriendo, que no se pone la mascarilla, yo en vez de una multa hacía como un trabajo social, los llevaba un día a la UCI, a ayudar, a limpiar y que vieran realmente el problema de cerca".

Para él es la única forma de que estas personas comprendan realmente lo que y desarrollen la conciencia para evitar la propagación de los contagios. "Es más, yo mismo cuando entré en el hospital y vi que tenía coronavirus, pues bueno, me dije, me darán unas pastillas y saldré para afuera", confiesa Manuel, ahora, desde casa.