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Protección de animales | Un fallo que sienta jurisprudencia

Gofio, el gato que dio una lección a los ayuntamientos de Canarias

El Consistorio de Garachico, condenado a pagar los 770 euros que una pareja gastó para salvar al felino tras encontrarlo abandonado

Gofio LP/DLP

El 25 de noviembre de 2018, Rosa Nieves González y Aritz Méndez, casados y residentes en Los Realejos, van con unos amigos a almorzar a Garachico. Nada más bajarse del coche, en las inmediaciones de la antigua empaquetadora, se topan con un cachorro de gato moribundo. Está recostado, inmóvil, con los ojos soldados por las infecciones, escuálido y lleno de pulgas y garrapatas. El grupo se acerca para ver si responde. El gato se incorpora, aunque con mucha dificultad. Apenas puede ver y caminar. Deciden llamar a la Policía Local de Garachico para pedir ayuda.

Nadie responde tras varios intentos. Entonces, Aritz se dirige a una comisaría cercana. Está cerrada pero hay un cartel con un número de móvil para emergencias. Después de varias llamadas, por fin contesta un agente. El policía les responde, sin embargo, con poco interés. No tienen servicio de atención para gatos abandonados. Llaman al 112 pero les remiten al Ayuntamiento. La única alternativa que les queda es encargarse ellos mismos del cachorro. Cancelan la reserva en el restaurante, cogen al gatito y se lo llevan a la Clínica Veterinaria El Mayorazgo, en La Orotava, que Rosa conoce bien pues ya ha llevado allí a sus gatos.

Así comienza una historia, llena de casualidades y buenas intenciones, que ha convertido a Gofio, el felino que la pareja salvó de una muerte segura, en todo un salvador de los animales desamparados. "Si Gofio fuera consciente de la que ha montado?", asegura Rosa Nieves, casi dos años después, orgullosa de que aquel gatito desvalido sea hoy todo un travieso y, sobre todo, haya dado una lección a todo un ayuntamiento y, en general, al resto de consistorios de Canarias.

La sentencia de Gofio sienta un precedente judicial que obliga a todos los ayuntamientos de las Islas a tener convenios en vigor con clínicas veterinarias y protectoras para atender en las debidas condiciones a todos los animales que aparezcan en su territorio abandonados, ya sean perros, gatos, gallinas, burros o serpientes. La atención no dependerá de la buena voluntad de quienes los encuentren, como muchos piensan. La ley es clara y hay que cumplirla, como asegura el fallo judicial. El pasado 27 de julio, el juez John Fredy Pedraza, del Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 3 de Santa Cruz de Tenerife, condena al Ayuntamiento de Garachico a pagar el dinero que Rosa y Aritz gastaron para salvar la vida a Gofio. Son en total 770,90 euros. Pero esa parte de la sentencia es simbólica y va mucho más allá. Su importancia trasciende de una simple factura que el matrimonio, además, estaba dispuesto a asumir. Es la primera de este tipo en las Islas y sienta jurisprudencia.

Una obligación legal

El juez recuerda, de hecho, al Consistorio tinerfeño que debía haber asumido en un primer momento la atención del felino como manda la Ley 8/1991 de ámbito regional de protección de animales. Esta norma señala que "corresponderá a los ayuntamientos la competencia de recogida de animales abandonados". "Con tal objeto, los ayuntamientos acordarán la asignación de los medios materiales y humanos necesarios o concertarán dicho servicio con el cabildo o la consejería correspondiente", subraya el fallo judicial.

Rosa y Aritz, como tantos, no sabían que esto era así. Se enteraron poco antes de pagar los cuidados intensivos que recibió Gofio durante el mes que estuvo ingresado. Y lo hicieron gracias a la aparición casual de una joven abogada tinerfeña. Patricia Moreno, del despacho PMR Abogados, estaba buscando un gato para adoptar. "Vi un anuncio en el perfil de Facebook de la Asociación de Bienestar Animal de Tenerife. Contaba que una pareja había encontrado un gato abandonado en Garachico. Me llamó la atención la historia. Yo ya tenía una gata, Sira, y quería tener otro", rememora Patricia.

"Me lo quedo"

Gofio estaba todavía en la clínica cuando lo visitó por primera vez Patricia. Había entrado en estado crítico. Estaba semicomatoso, deshidratado, con insuficiencia respiratoria por una neumonía y sufría una grave infección ocular. Su madre lo había dejado a su suerte o se había perdido. Quién sabe. Pero el rápido rescate de Rosa y Aritz y el esfuerzo de los veterinarios de Clínica El Mayorazgo lo salvó de una muerte segura. "Me lo quedo", pensó Patricia nada más verlo.

La abogada empezó a investigar, mientras realizaba las gestiones para adoptar a Gofio. Entendía que el Ayuntamiento de Garachico debió hacerse cargo del felino. No encontró, sin embargo, una sentencia en Canarias que lo avalara. Habló con Rosa y Aritz, que no se podían quedar con el gato pues ya tenían dos, y acordaron presentar una demanda. El matrimonio, que fue a visitar al gato durante su recuperación día tras día, aclara que no lo hizo por dinero. "No estamos en una situación económica boyante pero nos encantan los animales y salvamos al gato sin mirar el bolsillo", cuenta Rosa, para añadir: "Con la demanda lo que buscábamos era hacer valer la obligación legal de los ayuntamientos de responsabilizarse de los animales desamparados".

El proceso se demoró pero el pasado 27 de julio por fin llegó la recompensa. El juez había fallado a su favor. El alcalde de Garachico, José Heriberto González, tomó buena nota de la sentencia. "Si llego a saber en aquel momento que teníamos que hacernos cargo del gato, lo habríamos hecho sin titubear", admite el regidor. Aunque el Consistorio garachiquense ya había iniciado el proceso para mejorar sus medios en la atención de los animales, y tenía un convenio con el Cabildo que involucraba al albergue insular de Tierras Blancas, el caso Gofio le dio el impulso definitivo, como admite González. De tal forma que el Ayuntamiento de Garachico ha contratado a una empresa de asesoramiento jurídico para reforzar la protección animal en el municipio, prepara una nueva ordenanza y va a incorporar un protocolo específico para los gatos, que incluye un grupo de voluntarios para alimentar las colonias de felinos y esterilizarlas con el fin de que no se conviertan en una plaga.

¿Por qué un protocolo concreto para gatos? Lo explica María Luisa Fernández, presidenta del Colegio Oficial de Veterinarios de la provincia tinerfeña: "Los felinos precisan un tratamiento específico. Es más fácil encontrar a los perros y capturarlos, aparte de que no se reproducen tanto. Pero los gatos se asilvestran con más facilidad, tiene una mayor capacidad de reproducción, es más complicado capturarlos y tienden a hacer colonias".

La portavoz de los veterinarios tinerfeños celebra la sentencia de Gofio, que no conocía. "Espero que sirva para que las personas sensibles con los animales no hagan el trabajo que legalmente corresponde a los ayuntamientos", enfatiza. María Luisa Fernández exige a las administraciones públicas que tengan una mayor concienciación: "La protección animal es un asunto secundario en las políticas municipales pero no debería ser así. No es solo cuidar de los seres vivos, es una cuestión de salud pública y seguridad". Recuerda además que en muchos municipios de la Península y en algunos de la provincia oriental, como en Las Palmas de Gran Canaria, existe la figura del veterinario municipal. "No hay ninguno, sin embargo, en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, cuando creo que, sobre todo en los ayuntamientos grandes, debería ser una figura imprescindible".

Quien también espera que este fallo judicial mejore el tratamiento que reciben los animales abandonados en las Islas es Adriana Naranjo, presidenta de la Federación Canaria de Protectoras de Animales y Plantas. "Muchas veces los ayuntamientos alegan que no tienen medios para atender este asunto. Pero hay alternativas, como mancomunar este servicio o firmar convenios con una administración superior, en este caso los cabildos", matiza. Naranjo detalla que no será por falta de instalaciones para recoger animales. De hecho, la portavoz de las protectoras explica que solo en Tenerife hay cerca de 15 asociaciones que se encargan de ello, aunque pocas tienen los medios adecuados para asumir una cantidad importante de ejemplares. "Me alegro mucho de esta sentencia. Recibimos al día unas seis llamadas de personas que se encuentran con animales abandonados y algunas veces los ayuntamientos se desentienden", señala.

Gofio, nombre que le puso Patricia Moreno cuando lo adoptó, es hoy "todo un golfete", según la abogada. Puede ser que por las circunstancias, no es un gato cualquiera. "No para de dar cariño y de pedirlo. No es el típico gato que va a lo suyo, como Sira, la otra que tenemos en casa. Come de todo y es inquieto. No para". Está sano, tiene el pelo claro con manchas canelas y unos ojos azules muy expresivos. "Qué alegría nos da verlo así", celebran Rosa y Aritz.

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