El viaje del barco Telémaco fue un símbolo de la emigración ilegal canaria a Venezuela para salir de la miseria y huir de la dictadura franquista. Entre 1948 y 1952, se estima que unos 6.000 isleños llegaron de forma clandestina a dicho país ante las oportunidades de trabajo y enriquecimiento que ofrecía en aquella época. El catedrático de Historia de América en la Universidad de La Laguna (ULL) Manuel Hernández González considera que esos miles de canarios lograron hacer presión para que Francisco Franco permitiera la emigración legal, tras alcanzar un acuerdo con otro dictador, el venezolano Marcos Pérez Jiménez.

Hernández explica que el gobernante venezolano Juan Vicente Gómez, que estuvo al frente del país latinoamericano entre 1906 y 1935, "no quería emigrantes". De hecho, de manera fundamental hasta 1929, la inmensa mayoría de los canarios viajaron a Cuba para intentar tener una vida mejor, ante la prosperidad de la Perla del Caribe, con un nivel de riqueza inimaginable en el Archipiélago durante y después de la I Guerra Mundial. En la primera mitad de la década de los años 30 del siglo pasado, a Venezuela se trasladan isleños a trabajar, de forma principal, en colonias agrarias, como la de Mendoza. Después vendría la Guerra Civil y, a continuación, la II Guerra Mundial. En esos años fue "casi imposible emigrar", comenta el catedrático, a pesar del racionamiento de los alimentos y la miseria casi generalizada existente en España y Canarias. Pero el régimen franquista cerró las fronteras. Ante esa realidad socioeconómica y la represión política, se impedía salir del país a todo aquel que tuviera "mala conducta", por ejemplo, por haber militado en partidos políticos o sindicatos.

De 1948 a 1952 fue la época de los llamados "barcos fantasma" de la emigración ilegal a Venezuela. En ese periodo se enmarca la odisea del Telémaco . Los empresarios u organizadores de esos viajes buscaban y compraban motoveleros dedicados a la pesca para utilizarlos en el traslado de personas a Venezuela. De manera similar a lo que ocurre hoy con pateras y cayucos, en un pequeño espacio se hacinaban más de 100 o 170 personas, con escasez de comida y agua potable. Refiere Hernández González que algunos de los que se embarcaban debían pagar 5.000 pesetas de pasaje, lo que no era fácil de reunir, si se tiene en cuenta que cada día, con suerte, los vecinos de La Gomera podían cobrar siete por su trabajo. Otros aportaron animales para comida, según el testimonio reflejado por José Chinea, uno de los hombres del Telémaco . En opinión del catedrático de Historia de América, también se cobraba con préstamos de usureros, en los que se hipotecaba una casa o la finca de la familia, con unos intereses de hasta el 80 por ciento. El primero de esos "barcos fantasma" fue el Emilio , que partió en 1948. Por aquellos años, en Venezuela estaba el gobierno democrático de Rómulo Gallegos, que recibe con los brazos abiertos a los migrantes del Archipiélago, pues los considera a todos opositores al régimen de Franco. De hecho, nueve años después de que acabara la Guerra Civil, en Caracas existía un consulado "de la República española".

Ante esa aceptación -señala Manuel Hernández-, se produce un incremento considerable de viajes. En opinión de dicho profesor, "las autoridades locales, como los alcaldes o la Guardia Civil, muchas veces, hacían la vista gorda" ante el fenómeno. En otras ocasiones, hay relación de parentesco entre esos regidores municipales y los organizadores de los viajes clandestinos. Así ocurrió en el caso del Telémaco , donde el alcalde de Valle Gran Rey, Salvador, era hermano de uno de los promotores de la salida, Jaime.

Si en España y en las islas faltaba comida y medicinas, en Venezuela la producción de petróleo impulsaba un crecimiento espectacular de los diversos sectores económicos y las infraestructuras, que requerían de mano de obra. Hubo territorios de la república latinoamericana donde se extendieron los cultivos de plátanos, tomates o papas, por ejemplo, y los canarios sabían lo que era trabajar en ese tipo de plantaciones.

Pero, a finales de noviembre de 1948, se produce un golpe militar en Venezuela y Pérez Jiménez asume el poder, que mantuvo durante los siguientes diez años. Y, de forma paralela, existe un cambio en la percepción del fenómeno migratorio. Pérez Jiménez entabla relaciones diplomáticas con la dictadura franquista y, desde ese momento, ya no están bien considerados los canarios que llegan en motoveleros, pues se les considera a todos como comunistas y opositores al régimen del Caudillo.

Y los emigrantes que llegan de forma irregular a Venezuela son introducidos en campos de concentración , como el de Orchila, a donde llevaron a los que pagaron su pasaje para subir al Telémaco, o bien a la isla de Guárima, un territorio insalubre en la desembocadura del río Orinoco. Y esa llegada de isleños empezó a ser un problema para el gobierno de Pérez Jiménez, que, ante la presión de millares de canarios que arribaban en embarcaciones, decide iniciar negociaciones con las autoridades franquistas para eliminar las trabas y favorecer la emigración legal. Y ese objetivo se logra en 1952 con un acuerdo entre los dos estados, lo que, además de a los canarios, también benefició a ciudadanos de otras regiones, como Galicia o Asturias, por ejemplo.

El Telémaco partió de La Gomera con un total de 171 personas a bordo, una mujer, Teresa, y 170 hombres. La embarcación salió desde San Sebastián el 5 de agosto de 1950. Después pasó por Valle Gran Rey, donde siguió recogiendo a emigrantes, y un caletón de Agulo, en el que se subieron personas de Agulo y Hermigua. Y, a continuación, según relató a La Opinión de Tenerife en el año 2007 uno de los protagonistas del viaje, José Chinea, el barco se dirigió a la costa de Taganana, al Este de Tenerife, de forma concreta a Almáciga, donde estaba previsto que embarcara el capitán. Este quería que más gente se subiera al barco, pero muchos se negaron, ya que en ese momento ya iba con una importante sobrecarga de personas. Al final, el capitán regresó a tierra y no volvió a subir al Telémaco . Si los primeros días fueron tranquilos e, incluso, hubo algunas parrandas a bordo, todo cambió cuando se agotó la gasolina y la navegación hubo que hacerla a vela. La situación a bordo se complicó de forma considerable cuando hubo un temporal. Todos tuvieron que meterse en la bodega. Buena parte de las reservas de carne, el gofio, las papas o el agua que llevaban en cubierta fueron arrastradas al océano. El mal tiempo se prologó desde la noche hasta el amanecer. Después vino el hambre o tener que comer alimentos en mal estado, como el gofio con gusanos o mezclado con agua salada, según contó Chinea. Los emigrantes tuvieron la suerte de encontrarse con el petrolero español Campante , que les pidió que se mantuvieran a distancia, pero que les dijo por megafonía que la tierra más próxima era Barbados. Ante la negativa de algunos de arribar a dicha isla, desde el buque también se les indicó que podían navegar hasta Martinica. Y así ocurrió. Llegaron exhaustos y muy hambrientos. La población local atendió a los pasajeros y tripulantes del pailebot con gran hospitalidad. Era la primera vez que muchos gomeros veían a personas de piel negra.

Y, cuando finalmente arribaron a Venezuela, fueron trasladados hasta la isla de Orchila, donde se ponía el ganado que estaba en cuarentena. Allí llegaron a congregarse centenares de canarios, entre los del Telémaco y de otras embarcaciones irregulares. Les llevaban comida una vez a la semana en un barco. Dormían sobre paja o en el suelo. Y allí estuvieron un mes, hasta que funcionarios del gobierno venezolano fueron a buscar personas que supieran trabajar en el campo.