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Análisis

Cómo afrontar el coronavirus en Canarias

Los test, el aumento del número de rastreadores y las técnicas de rastreo son soluciones menos costosas que lo que supone un mes de mascarillas para todos

Gente con mascarilla en el paseo de Las Canteras. JUAN CARLOS CASTRO

Hasta el día 13 de agosto de 2020 en Canarias se habían detectado 3.110 casos de Covid-19 desde que empezó la pandemia, cerca de 1.000 personas habían sido ingresadas en centros hospitalarios, 178 pasaron por una UCI y 164 fallecieron, la mayoría de edad avanzada y con patologías previas graves que hacían presagiar una muerte próxima.

Aunque no es comparable por la facilidad de contagio y por la gravedad de algunos casos es útil recordar, a título comparativo, que el año 2019 la gripe, cuya infección se produce exactamente por las mismos mecanismos de transmisión que el Covid-19, causó en Canarias 1.500 hospitalizaciones, 125 ingresos en la UCI y 68 fallecimientos.

Hasta el 8 de agosto se habían realizado en Canarias 167.633 pruebas PCR y el nivel de seroprevalencia al Covid-19 no alcanzaba el 3% de la población, es decir, 97 personas de cada 100 no habían sido infectadas, a pesar de estar en contacto en algunos casos con personas que sí lo estaban.

En los último días se ha producido un repunte de casos y el 14 de agosto 39 personas se encontraban hospitalizadas y dos en la UCI. Cerca de 1.000 personas se encontraban aisladas en sus casas, de las cuales 268 tenían un PCR positivo y el resto habían tenido algún contacto con los primeros de acuerdo a los rastreos y estaban pendientes de los PCR. Esto significa el 0,01% de la población que puede elevarse un poco si se supone que hay casos aun no detectados.

Ante esa situación el Gobierno de Canarias decide, entre otras medidas, intensificar los rastreos alrededor de los focos de infección, prohibir las reuniones de más de diez personas, cerrar los locales de ocio nocturno y ordenar que toda la población deba salir a la calle con mascarilla, todo ello bajo la amenaza de fuertes multas.

De estas medidas seguramente la más eficaz es la detección precoz de los focos de infección, el rastreo intensivo de todos los contactos, el aislamiento de los mismos y las pruebas PCR hasta su extinción. La de acotar el número de personas en las reuniones y el cierre de los locales de ocio nocturno es una medida precautoria relacionada con la posibilidad de que alguna de esos 0.01% de la población que pueda estar infectada acuda a esas reuniones.

La medida del uso generalizado y obligatorio de la mascarilla para salir de los domicilios merece una consideración más detenida desde dos puntos de vista: el primero es el ejemplo del comportamiento tradicional en países de Oriente, como Japón, donde en momentos puntuales como epidemias de gripe proliferan las personas con mascarillas en las calles y el segundo son los costes y la operativa real de uso generalizado de las mascarillas tanto en personas enfermas como en sanas.

En el caso de Japón y otros países orientales la responsabilidad de no transmitir la epidemia recae en las personas que padecen la enfermedad y llevar la mascarilla en la calle no solo no supone ningún estigma para quienes las usan sino que se considera un signo de responsabilidad personal, de respeto por los demás y de solidaridad con el conjunto de la sociedad.

Desde el punto de vista de los costes y operativa relacionados con el uso de mascarillas por toda la población, enferma y sana, algunos números pueden clarificar lo que esto supone en una población de 2.200.000 habitantes como es la de Canarias hoy. En el supuesto que 200.000 personas no salgan nunca a la calle quedan 2.000.000 de personas que en el caso de que salgan una sola vez cada día y no se cambien la mascarilla cada cuatro horas como dicen que hay que hacer, han de usar 2.000.000 de mascarillas cada día lo que supone la friolera de 60 millones de mascarillas cada mes y un gasto de 60 millones de euros mensuales aproximadamente.

Como obviamente esto es una imposibilidad y dando por sentado que hay que cumplir el mandato caben varias alternativas: la primera es que la gente deja de salir a la calle de manera que cada día solo circulen una sola vez no más de 1.000.000 de personas, por ejemplo, con lo cual se reduciría el número de mascarillas a 1.000.000 diario y el coste mensual a solo 30 millones de euros. La segunda es que las personas usen la misma mascarilla no reutilizable durante una semana, por ejemplo, lo que reduce el número de mascarillas a 500.000 cada mes o sea, un gasto en mascarillas de 500.000 euros mensuales. La tercera es que se produzcan ambos supuestos simultáneamente, con lo cual el número de mascarillas podría reducirse a solo 250.000 cada mes y su coste a 250.000 euros mensuales que podría ser una cantidad asumible. Hay mascarillas reutilizables pero son mucho más caras con lo cual el efecto económico viene a ser el mismo y hay otras algo más baratas pero sus efectos, al decir de los expertos, es casi nulo.

Es posible que si se aumenta la auto vigilancia entre las personas y la presión punitiva se consiga que la mitad de las personas no salga a la calle cada día pero aún así las cifras resultantes son poco asumibles por lo que lo que va a ocurrir, lo que está ocurriendo, es que muchas personas, especialmente las de menor capacidad adquisitiva, usen la misma mascarilla varios días o incluso semanas solo para que verse libres de los señalamientos públicos y de las penalizaciones. Y si ello es así puede ser peor el remedio que la enfermedad, o quizás más exactamente, que el remedio termine produciendo más enfermedades. Según múltiples informes médicos muchas personas están teniendo problemas con las mascarillas nuevas cuando las llevan varias horas puestas y cuando las usan repetidamente, cuestión esta que la medicina ni siquiera considera por absurda, se convierten en un foco de problemas sanitarios de todo tipo además de que dejan de ser útiles para el fin propuesto.

Pero es que además la mascarilla nueva y bien usada no protege de coger la infección sino solo de transmitirla por aquellos que están infectados, aunque no lo sepan. Es decir, se dificulta que la gente salga a la calle y haga su vida normal y se impone el uso de más de 1.000.000 de mascarillas cada día por la única razón de que en Canarias hay en la actualidad algo más del 0,01% de la población que puede estar infectada y que no está controlada.

Es obvio que esta situación de falacias y despilfarros económicos no es la solución y si acaso un paliativo débil. Y en este momento, cuando ya existen test fiables para detectar la presencia del virus en las personas y sistemas de seguimiento de los focos infecciosos probados y seguros la realización de estos test de forma selectiva y con criterios científicos y con certificación personalizada de estar libre del virus es la solución a medio y largo plazo. Los test serológicos cuestan menos de 50 euros y realizarlos a la población que estadísticamente proceda y aumentar el número de rastreadores y las técnicas de rastreo es menos costoso que lo que supone un mes de mascarillas "de verdad" para todos.

Y ello hará que solo los infectados asintomáticos o con síntomas compatibles con llevar una vida normal se vean abocados a usar mascarilla, no más de 22.000 personas en toda Canarias en este momento, sobre las cuales recaerían algunas restricciones de movilidad temporales y que podrán presumir de responsabilidad y solidaridad ante toda la ciudadanía. El resto, 2.178.000 canarios podrán hacer su vida normal.

Y lo mismo ocurriría con los turistas que tal como pregonan insistentemente los empresarios del sector solo necesitarían una certificación de estar libres del Covid19 antes de su llegada, o en el momento de arribar a la islas que en caso de resultar positivo harían su cuarentena disfrutando de las vacaciones y en el momento de su salida, no solo por seguridad ante sus países de origen como para fortalecer el propio sector en Canarias.

Y con ello Canarias entraría con unos costes mínimos en la tan deseada normalidad, que no es evidentemente la de que todos lleven mascarillas y hasta nadie sabe cuándo. ¿Se imagina alguien esta solución para el caso de que el Covid-19 se convierta en lo que hoy es la gripe? Las alarmas poco fundamentadas y reforzadas por la publicidad sesgada, la inacción o la incompetencia pueden dan lugar, están dando ya, a problemas muchos más graves que los que se pretenden evitar. Hay que pensar que la población en general y la canaria en particular no está plagada de insensatos insolidarios y que muchas veces lo único que hace falta es confiar un poco en ellos y permitirles que sean responsables. Para las minorías que no lo sean están las leyes y los castigos.

Y una última cuestión: nada en la vida de las personas y las comunidades está exenta de riesgos y asumirlos dentro de ciertos límites es una característica de los seres humanos racionales. La no aceptación de riesgos dentro de unos límites asumibles conduce a la parálisis individual y social y con ello a la generación de males mucho mayores que ya no serán riesgos potenciales sino certezas. Un ejemplo que viene a colación es el caso de una accidente de un Airbus lleno de turistas con destino a Canarias que puede causar más de 220 muertos, mucho más que el Covid-19 y a nadie se le ocurriría dejar de volar a Canarias por ese temor.

Roque Calero. Dr. Ingeniero Industrial y Catedrático de Universidad en el Dpto. de Ingeniería Mecánica de la ULPGC.

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