«La gente soltera, ¿qué tiene que hacer en esta pandemia?» se pregunta Óscar, un joven valenciano, heterosexual y soltero que prefiere ocultar su identidad real. Los 166 días de estado de alarma y los tres meses de confinamiento cayeron como un jarro de agua helada sobre todas las relaciones y, en concreto, sobre los encuentro sexuales entre desconocidos. Cumplir con las medidas de seguridad e higiene para la prevención en la expansión del virus y mantener una vida sexual activa es más un cóctel molotov que un buen combinado.

El imaginario hollywoodiense nos había hecho creer que ante una pandemia como la del SARS-CoV-2, la única preocupación era la posibilidad de estar infectados. Sin embargo, la realidad nos ha puesto ante situaciones con infinitos matices e inquietudes que trascienden lo sanitario. La crisis sanitaria, el desempleo o la vuelta al cole, son algunos. Pero hay muchos más que están ligados a las relaciones humanas y cómo mantenerlas dando esquinazo al maldito virus.

Tras el confinamiento y la desescalada se hizo evidente la necesidad de socializar. Desde junio, las terrazas se han inundado de grupos de amigos, los chalés han sido testigos de celebraciones familiares privadas y el ocio nocturno tuvo un momento de auge, hasta que lo que aumentaron fueron los contagios y Sanidad decretó el cerrojazo de pubs y discotecas.

Con un panorama poco favorable por delante, la pregunta de Óscar no resulta baladí. ¿Qué pueden hacer las personas sin pareja para mantener una vida sexual sana y activa? ¿El virus las ha condenado al voto de castidad? El resumen se condensa en una conocida referencia bíblica: «El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».

La inquietud sobre las relaciones sentimentales e íntimas «afecta sobre todo a las personas que están solas, algunas empiezan a tener miedo de no conocer a nadie», apunta Thamara Martínez Farinós, psicóloga especializada en sexualidad humana y educación sexual del Instituto Espill.

Mascarillas y aplicaciones

Martínez incide en que el principal problema a la hora de concertar una cita es que «si quedas con alguien, desconoces con quién ha estado» por lo que habría que evitar las quedadas con personas ajenas a lo que Fernando Simón se refiere como «grupo de convivencia habitual» y que, en esencia, son las personas con las que nos vemos semanalmente.

Pero la realidad es distinta y los solteros buscan fórmulas para seguir con sus vidas. «Es raro recibir a tu cita en casa con mascarilla», asegura Miguel, un valenciano de 35 años y soltero que recurre a Grindr, una aplicación de citas y encuentros sexuales destinada al público homosexual masculino.

Las aplicaciones de citas son una de las alternativas a los encuentros cara a cara y se han convertido en las grandes aliadas de las personas sin pareja. De hecho, la principal app para solteros, Tinder, rompió sus propios récords a escala global el pasado 29 de marzo, en pleno confinamiento. En España, esta herramienta ha detectado que tanto las conversaciones entre usuarios como el tiempo de conexión de los mismos ha aumentado hasta un 30 %.

Miguel admite que se descargó «la aplicación tras el confinamiento, cuando di la bienvenida a la nueva normalidad y a la soltería pandémica». Pero ya no es imprescindible estar registrado en este tipo de plataformas para ligar. «Instagram es hoy la red social donde, a través de los vídeos privados que se borran automáticamente, hay más tráfico de fotos de desnudos entre usuarios», explica.

«Falta contacto físico»

Pese al crecimiento de este tipo de aplicaciones para mantener encuentros íntimos, seguimos siendo muy de tocar. «Las app están bien, pero falta contacto físico», apunta la sexóloga Martínez Farinos.

Es el caso de David, otro soltero valenciano de 30 años que confiesa que tras el confinamiento «salí de casa como un toro en Sanfermines y todas mis redes sociales ardían». Sin embargo, «a las dos semanas, entró en acción la responsabilidad».

A sus 20 años, Paula admite que evita tener citas para evitar ponerse «en riesgo de contagio», pero no parece ser la posición más extendida. Algo que confirma Óscar, quien admite que «al principio, está la duda de qué protocolo llevar a cabo, pero la realidad es que empiezas saludándote con el codo y acabas enrrollándote». Este joven, que actualmente vive en Barcelona, reconoce que tiene presente la posibilidad de contagiarse pero que, al final, «te dejas llevar».

Tanta es la necesidad de encontrarse, que incluso algunos se saltan cualquier tipo de norma o imposición legal. Es el caso del 25 % de los infieles que según un estudio de la plataforma de encuentros estraconyugales Gleeden, se saltó el confinamiento para verse con sus amantes, poniendo no solo en riesgo su salud, sino también la de su pareja bajo excusas como «revisar algo en el trabajo» o «hacer ejercicio», según revelan desde la aplicación tras consultar a miles de usuarios.

No es una cuestión de edad

En el imaginario popular está establecido que la pasión está ligada a la juventud. Aunque los datos muestran que no hay nada más lejos de la realidad.

Antonio, de 65 años y residente en el área metropolitana de València, conoció a su última pareja en 2003 chateando por internet. Hasta la llegada de la pandemia fue usuario de herramientas en línea para ligar, pero el coronavirus le ha alejado de ellas porque la «salud está por delante». «Siendo joven, no le tienes miedo a nada y pasas olímpicamente del riesgo porque no lo sientes tuyo», admite Antonio que reconoce entender la postura de los jóvenes pero no la acepta. Para él, «en este momento las relaciones se han vuelto complicadas».

«La situación es muy difícil», admite Martínez Farinós aunque afirma que «hay muchas formas de vivir el sexo». Además, la sexóloga considera que estamos en un «buen momento para trabajar la sexualidad, el afecto y nuestros límites» desde el «autonococimiento». No obstante, reconoce que habrá que incidir en la «paciencia», algo será más sencillo para los adultos «que ya saben que el sexo con uno mismo es muy satisfactorio» que a los adolescentes al tratarse de un «sector muy hormonado con ganas de tocar y sentir». La impaciencia juvenil ya ha generado, admite, «algunos problemas».

La otra fiebre de la pandemia parece difícil de sofocar. «Debemos ser conscientes de que estamos en una crisis sanitaria, pero tampoco podemos hacer 'sexting' toda la vida», advierte Óscar.