El fuego de Garafía afectó principalmente a zonas habitadas por quienes prefieren mantener una vida alternativa, alejado de lo urbano, y que apuestan por vivir en cuevas, carpas, caravanas, casetas o incluso en una guagua convertida en apartamento. Perdieron todo, además de pertenencias personales, el fuego se llevó por delante herramientas, documentos, recuerdos y las infraestructuras que habían construido.

Asentamientos en Buracas, Las Tricias, Cueva de Agua, Hoya Grande y Catelas quedaron totalmente destruidos, afortunadamente sin provocar daños personales. Ahora, días después de que el fuego se diera por controlado, aunque aún no se declaró su extinción, estas familias están retornando paulatinamente a lo que consideran su hogar, espacios destinados a viviendas que, lejos de tener los habituales estándares de habitabilidad, plantean incluso dudas sobre su legalidad.

Son unas 200 personas las que residen de esta manera en esos núcleos, llegando a multiplicarse en periodos estivales con la llegada de muchas más personas de diversa procedencia, amantes de esta vida alternativa.

Ahora, en ese regreso, cuentan con la solidaridad de vecinos, la creación de cuantas de PayPal para realizar aportaciones y la utilización de plataformas de crowdfunding para recibir contribuciones económicas.

Hasta varias gallofas de limpieza, denominación de una reunión de vecinos para colaborar con un fin común, se llegaron a celebrar en estos días, en los que personas provenientes de toda la Isla colaboraron. Se invitaba a participar de las mismas con zamuros, guatacas y rastrillos, además de hachas y motosierras, contando además con más herramientas para quienes no pudieran aportarlas.

A través de una plataforma online , en la que sus usuarios realizan aportaciones voluntarias, muchos propietarios particulares solicitan la colaboración, sobre todo de sus compatriotas de nacionalidad alemana. Entre quienes piden la solidaridad de otros, la Asociación Lomitos reclama la colaboración con 20.000 euros. Hasta el momento cuentan con algo más de 2.500, cedidos por 33 donantes con cantidades que van desde nueve a 500 euros.

En la petición señalan que el fuego arrasó "nuestra aldea de Los Lomitos", perdiendo muchas familias "todo lo que tenían y necesitan reconstruir sus casas y sus huertas". Para ellos solicitan herramientas y tubos para la reconstrucción de las conducciones de agua, de placas solares, madera, tornillos, fregaderos, camas o cocinas. Además, añaden que "toda ayuda por mínima que sea ahora mismo es necesaria", indicando que formará parte "de esta gran montaña que reconstruiremos juntos".

Otra de las propiedades que sufrió las consecuencias de fuego es la Finca El Morro-Centro de Seminarios, en el barrio de Las Tricias, un lugar dedicado "al encuentro, un espacio seguro y lleno de amor", aseguran sus propietarios, que dicen que dedican su "esencia" para crear "un centro de seminarios abierto al público de todas las índoles posibles, ofreciendo el más amplio abanico de posibilidades para complacer necesidades de las personas que nos visitan".

Cuentan con casi 9.000 euros de los 30.000 que se reclaman en la plataforma de crowdfunding, sumando aportaciones que van desde los cinco euros, a varias de 500 e incluso una donación de 1.000 euros, del total de 26 personas solidarias con esta petición.

En esta avalancha de propuestas y contribuciones anónimas incluso hay quien ofrece sus terrenos para quien esté "buscando un nuevo sitio", en el que la proponente informa que "solo tengo cuevas y terreno con trabajo para mejorarlo". Además, destaca que la propuesta es "ideal para una pareja joven", ofreciendo "una nueva oportunidad en la zona de arriba de Buracas".

También desde otros puntos de la Isla se organizan campañas de recolección de elementos solidarios, solicitando la donación de carpas, mantas, colchonetas, agua potable, alimentos orgánicos como quinoa o copos de avena, así como cocinas de gas, coco, nueces o hielo natural.

Según el Plan General de Ordenación de Garafía, estos asentamientos están ubicados en lugares que pertenecen a tres tipos de suelo: rústico de protección ambiental, rústico protección paisajística y rústico de asentamiento agrícola. En ese espacio habitan algunos agricultores y ganaderos tradicionales asentados de forma diseminada desde hace décadas, que mantienen actividades tradicionales y legales.

Para edificar con las condiciones exigidas por la Ley en este espacio rural agrícola tradicional se deben cumplir condicionantes como: tejado canario a dos o cuatro aguas, retranqueos o estar como mucho a 20 metros de una carretera. Sin embargo, en los alrededores, en laderas del barranco proliferan todo tipo de edificaciones no autorizadas en zonas de protección ambiental y paisajística.

La campaña de captación de fondos pretende reconstruir, o reinventar, esas instalaciones, cuyos trabajos, para ser legales, tienen que contar con un proyecto y una licencia municipal.

Una de las personas que prefiere este modo alternativo de vida, Igor Domsac, destaca a través de un blog que, a lo largo de estos años, "habríamos gastado mucho menos tiempo, dinero y esfuerzo si hubiéramos alquilado. Se mire por donde se mire, vivir de alquiler en el pueblo nos habría resultado muchísimo más barato". Sin embargo, destaca que "a pesar de los obstáculos" decidieron emprender "el camino más complicado: adquirir un terreno, limpiarlo, comprar materiales, hacer acopio de herramientas y construir una humilde morada con nuestras manos, cuidar el entorno, cultivar el campo, ver a nuestros hijos crecer libres y correr descalzos".

A través de esa declaración de intenciones y "tras numerosas penurias y prolongados meses de trabajo, aún inacabado, levantamos con esfuerzo un modesto techo para que los retoños dispusieran al menos de un lugar donde caerse muertos ante el inevitable colapso del sistema monetario y el previsible reseteo financiero", concluye.