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Crisis del coronavirus Colectivos vulnerables

La rutina rota de Miguel

El joven de 34 años, con autismo e interno en el CAMP Reina Sofía, ha dado positivo en Covid - La familia lamenta la falta de protocolos para los TEA en la pandemia

Varios usuarios caminan junto a una trabajdora por el CAMP Reina Sofía antes de la pandemia. JOSÉ PÉREZ CURBELO

Al otro lado del teléfono Mercedes Cuenca Sanabria no puede evitar emocionarse al hablar de su hijo Miguel. Hace algo más de dos semanas que finalizaron las vacaciones que pasaron juntos, tras las cuales el joven regresó al CAMP Reina Sofía del Lasso, en Las Palmas de Gran Canaria, donde reside desde que cumplió la mayoría de edad. Desde entonces no se han podido volver a ver por culpa de la pandemia ya que, además de los protocolos en materia de seguridad impuestos por Sanidad, en el centro se han contagiado varias personas de Covid-19, entre ellas Miguel que, al igual que el resto de afectados, permanece aislado. Una medida de sobra conocida que, sin embargo, su madre duda que él haya logrado asimilar dentro de su realidad. Porque Miguel tiene trastorno del espectro autista (TEA).

Las personas con autismo son, precisamente, uno de los colectivos más vulnerables que más ha sufrido los estragos que ha causado la crisis sanitaria. Y es que para ellas las diferentes pautas que se han establecido a lo largo de los meses para combatir la propagación del virus, han supuesto mucho más que un mero cambio de rutina, tal y como explican las profesoras de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), María Teresa Tejedor y María del Sol Fortea, en un artículo publicado en la plataforma de divulgación científica The Conversation.

En la Luna

"Hay que pensar que ellos son personas que se rigen por rutinas y que cualquier cambio que se produzca se les tiene que explicar previamente para que lo asimilen, porque de lo contrario les puede alterar", cuenta Cuenca. De hecho, esta profesora que dirige un aula en clave en Fuerteventura, asegura que cuando sacó a su hijo del centro para disfrutar de un mes de vacaciones juntos, de entrada, lo encontró "más abatido e inseguro" que de costumbre.

"Miguel ya ha pasado la edad crítica, que es la adolescencia, por lo que el confinamiento lo llevó medianamente bien y no ha tenido conductas más alteradas, pero el hecho de haber estado encerrado el tiempo que no se podía salir a la calle, ni siquiera ellos, y de haber visto reducida parte de su actividad como son los paseos porque los trabajadores del centro están verdaderamente desbordados, provocó que cuando salimos a la calle parecía que estaba en la Luna", recuerda la progenitora. Aún así, las vacaciones fueron bastante bien.

"Mi hijo estaba acostumbrado a las mascarillas porque en el CAMP todo el mundo las lleva, así que eso no supuso ningún problema", asegura. A pesar de ello, la maestra decidió reforzar la comunicación con su hijo a través de pictogramas para ayudarle a entender mejor la situación. "Con estas agendas visuales ellos se tranquilizan y asimilan mejor los cambios", apunta.

El problema, señala al respecto, es que "no se ha desarrollado ningún protocolo para los TEA que haga más fácil la vida a estas personas en la situación que vivimos. Yo creo que sensibilidad sí que hay, pero desgraciadamente no se han hecho unos protocolos que son necesarios para personas como Miguel".

De ahí la preocupación por la situación actual de su vástago. "Sus compañeros y él se han tenido que enfrentar a muchos cambios a causa de la pandemia, entre ellos algunos estructurales en el propio centro donde los internos han pasado a unas salas en las que no tienen contacto con los del centro de día para evitar que se produjeran contagios, pero en las que ya no tienen acceso al patio donde ellos antes podían salir", señala. "Para las personas autistas tener este contacto con el exterior es muy importante porque de lo contrario pueden llegar a perder su sociabilidad", arguye Mercedes Cuenca. A esto, hay que sumarle también que, al estar infectado por el virus, Miguel ahora tiene que permanecer aislado. "No sé cuándo lo podré ir a ver porque antes de todo esto, yo me lo llevaba todos los fines de semana, por lo que él asocia verme a salir, así que acordé con la psicóloga que lo mejor era vernos por videollamada. Pero ahora tiene coronavirus, así que no sé cuándo podré estar con él ni si sabe lo que pasa", lamenta Cuenca, que aguarda a que la próxima PCR de Miguel salga negativa.

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