| Web. "Si no estás en internet, no eres nadie". Los responsables del Banco Nacional de Algas lo tienen claro y, por eso, han creado una web donde vierten toda la información que se desprende de su investigación. "Tenemos que explicar a la sociedad qué hacemos aquí, porque tiene que revertir en ella el dinero público que invierte", explica Guillermo García Reina.

| Venta. En la web (http://bea.marinebiotechnology.org) se pueden comprar cepas, que se mandan a todas partes del mundo. "Hay países que nos llevan 60 años de ventaja. Australia, Japón, China e India acaban de unirse para un proyecto común, y, además de estos países, los mayores expertos son los de Estados Unidos, Alemania e Inglaterra". De hecho, en el desierto de Sonora hay grandes extensiones de cultivos de microalgas, así como en Australia. Pues si un empresario chino quiere comprar la microalga Dunaliella salina lo puede hacer online pagando 150 euros, que serían 60 euros si fuera dentro de la Unión Europea.

| Cosmética. Entre los usos que se le da a las microalgas está el cosmético. El Banco Nacional de Algas está en contacto con una importante empresa dermoestética para colaborar en el uso de microalgas como ingrediente que aportará a sus productos la capacidad de filtrar los rayos ultravioleta.